El laberinto griego
2 de junio de 2015
Por admin

Queridos lectores. Es un placer volver a esta cita con todos ustedes. Lleno de Energía surgió en 2008 en El Confidencial y juntos vivimos la crisis, el comienzo de la recuperación, innumerables noticias y -sobre todo- un debate apasionante. Espero que esta nueva etapa les guste.

En los próximos años vamos a enfrentarnos a un escenario muy probable de bajo crecimiento, baja inflación y baja productividad enfrentado a unos estados que se niegan a creer en un cambio de modelo y continúan esperando -como el borracho de Havana Moon, la canción de Santana- a que vuelva el barco de 2005. El agotamiento de las políticas de demanda es tan evidente como la obsesión por parte de los gobiernos de repetirlas.

Esta semana vamos a hablar de cuatro temas esenciales para entender el entorno de complacencia que viven los mercados. Cuatro riesgos que merece la pena recordar y valorar en su justa medida.

Hoy, para empezar, hablaremos de Grecia.

¿Por qué la crisis de Grecia no afecta hoy a los mercados como lo hizo en el pasado?

La respuesta fácil es “por el helicóptero monetario de Draghi”. Efectivamente, el BCE crea cada tres meses “una Grecia” con su programa de €60.000 millones mensuales de recompra. Pero hay algo que olvidamos y que hace ese programa mucho más agresivo que los vistos  en Japón o EEUU. En el máximo del QE norteamericano, la Reserva Federal cubría el 87% de la oferta de bonos soberanos a 10 años de EEUU. En el caso del BCE, supone hasta un 120% de la oferta neta de bonos de algunos países. 

Pero además hay que entender que, tras el episodio de Chipre, los cortafuegos en el sistema financiero son cada vez más eficientes. Hoy el 60% de la deuda griega está en manos de los países de la Eurozona, un 77% en total en manos del Fondo Monetario Internacional, el BCE y la Eurozona. Del total, ni un 15% está en manos de fondos extranjeros. Si Grecia hace impago, lo pagaremos los ciudadanos europeos.

¿No es la deuda griega insostenible?

Lo miremos como lo miremos, Grecia no es insolvente ni su deuda impagable.

Grecia paga el 2,6% de su PIB en intereses por la deuda, mucho menos que otros países incluido España. Ninguna agencia o analista considera que el país sea insolvente si esa cifra no llega al 10%. Además cuenta con un perfil de vencimientos mucho más a largo plazo que el resto de países de la Eurozona, con un vencimiento medio de 16,4 años. No es un problema, por lo tanto, de reestructurar. Grecia ya cuenta con condiciones mucho más ventajosas comparada con cualquier reestructuración. El gran error histórico de Grecia ha sido no valorar que cuenta con condiciones más atractivas que las que pretende conseguir rompiendo la baraja.

Siempre comentan la quita y ayudas a Alemania tras la Segunda Guerra Mundial. Pues bien, Grecia ha recibido el equivalente a 54 planes Marshall (el 214% de su PIB) y una quita del 70%, casi diez veces más de lo que recibió Alemania, que fue un 22% de su PIB, según el London Debt Agreement de 1953 (fuente NY Times).  Algunos dicen que ayudas han servido para pagar a ‘bancos extranjeros’. Para empezar, es incorrecto por ignorar el 70% de quita -pérdida soportada por los acreedores-. Pero en cualquier caso ¿para qué se creen que se utilizaron las ayudas a Alemania?

Ninguna reestructuración histórica ha sido más ventajosa que la griega. Sin embargo, gobierno tras gobierno buscan forzar una máquina que no funciona porque el problema griego era y es fundamentalmente de competitividad. Grecia se sitúa en el puesto 81 en el ranking global de competitividad comparado con España (35), Portugal (36) o Italia (49), es decir, la economía griega tiene niveles de competitividad similares a Irán o Argelia, no a un país europeo. Devaluar e imprimir no cambia ese problema. Durante décadas antes de entrar en la UE, Grecia acudía a las devaluaciones competitivas como solución mágica a problemas estructurales y los breves periodos de crecimiento inevitablemente llevaban a enormes recesiones que, en media, seguían generando crecimientos interanuales muy pobres.

omo bien explica el profesor Michael Mitsopoulos en “Understanding The Crisis In Greece, from Boom To Bust” (MacMillan), los sucesivos gobiernos griegos han permitido a una creciente e ineficiente maquina estatal y burocrática fagocitar la economía productiva y siempre lo han disfrazado de crisis de deuda. Y el de Syriza no es distinto a los anteriores ya que su receta económica es la misma. Disfrazando sus propuestas bajo “crisis social” y centrando toda la atención en el fraude fiscal -que es y era un problema real- vuelven a obviar el enorme dilema de productividad y las barreras a la creación de empresas. Grecia se encuentra en el puesto 61 en cuanto a facilidad para hacer negocios (Doing Business, World Bank) comparado con España en el 33.

Una de las primeras medidas de Syriza en ese sentido no puede ser más reveladora: reabrir la TV pública, que pagan los griegos -entre otros conceptos- con un impuesto incluido en la tarifa eléctrica. Y luego, muy sociales ellos, hablar de que hay que “bajar la tarifa eléctrica”. ¿El gasto en defensa es desproporcionado?  La primera medida de Syriza, mantenerlo y cambiar suministrador a uno más caro. A Syriza no le interesa atacar el problema de productividad de su economía, igual que no le interesaba a los anteriores. Porque la alta productividad no genera clientes cautivos de los favores burocráticos y sectores buscadores de renta que dependan del estado.

¿Cuál es el problema para llegar a un acuerdo?

Punto número uno,  eliminar la recomendación de la UE superávit comercial. No importa que Grecia nunca haya mejorado su economía aumentando el déficit comercial, ni que no haya un plan explícito de donde y cómo se va a invertir ese exceso de importaciones. Dice Paul Krugman que si a Grecia se le permite no tener superávit comercial el paro bajaría un 10%… ¿Basado en?… Nada, porque nunca ha ocurrido. El paro en Grecia siempre se ha disparado tras los cortos periodos de inflar las importaciones.  Grecia es el ejemplo perfecto de repetir una y otra vez, con distintas siglas, los mismos errores del keynesianismo de cavar zanjas para luego taparlas -con el dinero de los demás-, lo que Mises llamaba “convertir pan en piedras”.

El gran escollo de las negociaciones de estos días no es llegar a un acuerdo que ayude a Grecia a mejorar y crecer, sino que la UE acepte aumentar los desequilibrios históricos de la economía griega y mantener el estado rentista. Y tras reestructuraciones y acuerdos, dentro de cinco años, volver a lo mismo.  Pero ya no cuentan con el factor miedo de “crear riesgo sistémico”.

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