Según las leyendas y cuentos populares, una bala de plata es lo único que puede acabar con determinadas criaturas fantásticas. Pues bien, el establishment y, con especial mala voluntad, el Partido Demócrata parece haber encontrado la suya para poner fin a la Presidencia de Trump en un impeachment que cada día se ve como una posibilidad más real.
Hace unos días, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, anunció el inicio de las investigaciones para someter a Trump a un juicio político (impeachment), con vistas a una posible destitución del presidente. Y lo hizo bajo la idea de que el presidente “traicionó su juramento al cargo” y violó la Constitución.
Esta acusación se sustenta en la información revelada por diversos medios de comunicación, según la cual, Trump habría pedido ayuda al presidente ucraniano, Volodomir Zelensky, para investigar a Joe Biden —uno de los candidatos demócratas más prominentes a las elecciones de 2020. Por su parte, Trump ha reconocido que la conversación tuvo lugar, pero ha desmentido que en ella hubiese algo susceptible de ser considerado traición, soborno u otros crímenes o delitos graves —esto es, lo que la Constitución estadounidense señala como causa petendi. Una causa que gana enteros, al desvelar la transcripción de la citada conversación que Trump le pedía a Zelenski que presionara a la Fiscalía General para que el hijo de Biden fuese investigado.
Quizá sea lo procedente y quizá su salida de la Casa Blanca por este motivo esté justificada. O quizá no, y lejos de tratarse de un ejercicio de ardor patriótico, esto es pura y simplemente una jugada política; jugada que, dicho sea de paso, lleva intentando el Partido Demócrata desde la elección de Trump. Así lo han manifestado sectores cercanos al presidente y al Partido Republicano quienes ven en este impeachment un caso de ventajismo político, además de un pobre servicio a los intereses nacionales, dado que vulnera el poder y prerrogativa de la Presidencia.
Haya o no causa suficiente que justifique el impeachment, lo verdaderamente relevante en este asunto es el impacto que éste podría tener en el escenario político de campaña electoral. Es en este contexto donde es preciso señalar que, en ocasiones, lo justo es enemigo de lo inteligente.
En política, la estrategia cuenta, y mucho. Y el Partido Demócrata puede estar cometiendo un error histórico por dos motivos, principalmente. Por un lado, tal y como ha señalado el también candidato demócrata a las elecciones de 2020, Andrew Yang, hay temor puesto que, “siempre que hablamos de Trump; Trump gana”. Así, la exposición mediática de este posible caso de juicio político puede ser contraproducente para los intereses de los demócratas.
Por otro lado, y más importante, el juicio político puede abrir una multitud de escenarios para los que no hay plan de contingencia en el bando demócrata, hasta el punto de que un posible impeachment podría beneficiar a Trump de cara a su reelección. Por ejemplo, en el supuesto de que el Senado no le condene, en un contexto electoral, este escenario se “vendería” a la opinión pública como una exoneración en toda regla, y al propio Trump como “mártir”.
Por último, este suceso dividirá todavía más la ya fragmentada sociedad estadounidense, cuando lo que ésta precisa es un liderazgo que consiga limar asperezas entre dos bloques enfrentados. A eso debería aspirar cualquier candidato a la presidencia que desee un mandato caracterizado por la gobernabilidad.
En definitiva, la posibilidad de que los demócratas se hayan movilizado por una cuestión de justicia sin buscar rendimiento electoral ha de catalogarse como poesía. Por ello, en clave electoral, no acaba de entenderse esta jugada política, por lo que resulta sorprendente que el Partido Demócrata parezca determinado a continuar por esta vía. La ambición política —que no el deseo de justicia— puede estar acallando la voz de la razón del Partido Demócrata, que parece creer que cuenta con una bala de plata cuando, en realidad, podría estar llevando munición corriente. Un movimiento imprudente, pues la presa puede convertirse rápidamente en cazador. Y como cazador político, Trump es formidable.