Sorprende que en el consejero de Hacienda prime más su criterio de “equidad y progresividad”, que el que los navarros paguen más tributos que el resto de españoles. Además, nuestros impuestos van a ser mayores que los de Rioja o de las también aforadas Guipúzcoa, Álava y Vizcaya. La soflama igualitaria sonaba bien en un mitin sindical de hace un siglo, pero hoy se impone otra lógica más aplastante. A nadie le gusta pagar más impuestos, cuando cree que su sacrificio no va a servir para ayudar a los pobres, sino para aumentar la hipertrofia de la Administración. Arruinar a la clase media y media-alta siempre lleva a hacer más pobres a los desafortunados.
No van a engañar a nadie. Lo que pretenden es aumentar la recaudación porque detentar más dinero les da más poder. Sin embargo, no será para acelerar la construcción del AVE y del Canal de Navarra, o para mejorar el inglés, inversiones clave para el futuro, sino para nombrar más funcionarios. Olvidan que ahora lo moderno en el mundo próspero es la subcontratación y la colaboración público-privada. Hoy lo que vale es ahorrar dinero público mediante una mayor eficiencia de los recursos materiales y humanos disponibles, sean éstos de la Administración o de una empresa. ¡Nuestros políticos deben aterrizar en el siglo XXI! La Administración foral no debe hacerlo todo, sino procurar el mejor bienestar al mínimo coste. Algo muy distinto es si persiguen un clientelismo andaluz, todo un corrupto modo seguro de incorporar votos de los nuevos protegidos.
Señores políticos, si de verdad quieren auxiliar a los necesitados den dinero a Cáritas, porque así les llegarán más recursos a los realmente pobres. Todos sabemos que la gestión pública de ayudas es más cara que la de instituciones altruistas serias, en las que tantos profesionales excelentes trabajan sin cobrar un euro. Inspeccionar un reparto de ayudas públicas a través de una organización filantrópica sale más barato que hacerlo con funcionarios.
La razón por la que nuestra tierra se va a empobrecer se encuentra en el artículo que publicaba el domingo Miguel Ángel Riezu: “Navarra nada a contracorriente fiscal”. El titulo me parece moderado. Estos aficionados que nos gobiernan más que nadar van a ahogarnos a los demás, porque hundirán la economía foral en el turbulento río de la competitividad fiscal entre CCAA. Se está legislando en contra de un pragmatismo que se impondrá inexorablemente. El de la escapada de bastantes contribuyentes con ingresos brutos anuales superiores a 46.000 euros brutos anuales, a los que la reducción fiscal les compense y puedan. A ningún navarro le gusta soportar un esfuerzo fiscal desproporcionado respecto a La Rioja, Guipúzcoa o Madrid (el más ventajoso). Los que tendrán una erradicación legal más fácil serán los jubilados, a los que les seguirán los autónomos. De otro lado, nadie invierte en un infierno fiscal.
También resulta preocupante la inseguridad jurídica denunciada por el catedrático de Derecho Eugenio Simón Acosta. Éste demostró el pasado sábado en DN que es una injusticia tributaria y no responde a derecho denominar “beneficio fiscal” a lo que no lo es. Aunque el término suena a regalo, es un timo, porque penalizará a 174.000 contribuyentes navarros.
Se aprecia en el Gobierno una alternancia de anuncios de ocurrencias y rectificaciones. Este barullo gratuito siempre perjudica a la confianza. Por favor, ¡no toquen de oído! No estropeen lo que ya funciona. ¡Dejen de ser aprendices de brujo! Sus errores los pagan personas con cara y ojos. ¡Pena que el criterio sectario de los radicales nacionalistas y populistas sea el que impera en el Ejecutivo!