Este martes, la nueva presidenta de Navarra, María Chivite, se ha estrenado en su nueva condición realizando un discurso poco sorprendente, pero no por ello intrascendente. Resulta habitual, todo sea dicho, que políticos –tanto candidatos como electos– rieguen con abundantes promesas sus discursos. Casi tan frecuentes son las mentiras que acompañan tales promesas, pues los políticos son conscientes del insignificante castigo electoral que conlleva el engaño. Un engaño motivado, quizá, por la simple y llana apatía del electorado, o por el vertiginoso ritmo del ciclo de noticias que, como comentaba la semana pasada, hace que una mentira eclipse la anterior. En otras palabras, mentir como un bellaco es cada vez más barato.
Sin embargo, a pesar de todo ello, las palabras de Chivite alcanzan niveles insospechados de profunda ignorancia o descarada hipocresía. Entre otras cuestiones, la nueva presidenta de Navarra ha señalado su intención de lograr“la integración de la pluralidad y no de la exclusión” a través del respeto a las diferentes “maneras de pensar y de sentir”. De forma similar, ha expresado su voluntad de “gobernar para todos y para todas”.
Pues bien, puede que se trate del caso al que hacía referencia el célebre escritor francés Marcel Aymé, quien señalaba que “algunas personas son tan falsas que ya no son conscientes de que piensan justamente lo contrario de lo que dicen”. O quizá, como apuntaba antes, se trata de desafortunada ignorancia o consciente hipocresía. Y es que es difícil encontrar una intención genuina de abogar por la integración y cohesión de una Navarra plural y diversa, cuando se pacta, no nos engañemos, con extremistas de izquierda (EH Bildu) y de derecha (Geroa Bai) que, para más inri, resulta que también quieren liquidar España. Y lo quieren hacer desde un nacionalismo que es tremendamente autoritario y profundamente excluyente –de ahí su categorización como ‘extremos’–. Todo ello con el apoyo, por supuesto, de Podemos; empeñado en ubicarse en el lado equivocado de la historia a cada oportunidad que tiene. En otras palabras, Chivite no es creíble. Bien miente, bien delira.
Esta no es sino la última expresión de un PSOE que ha perdido toda credibilidad pues pactos como el navarro lo expulsan de la bancada constitucionalista, yendo a caer en el saco de los deplorables. Un PSOE que hasta muchos de sus votantes ven zozobrar en su rumbo hacia un septiembre que apunta ser decisivo. En definitiva, no se puede hablar de una Navarra plural cuando se pacta con sectarios que pretenden precisamente lo contrario: una Navarra euskaldunizada en todos los sentidos. Chivite no debe olvidar lo que le recordó EH Bildu la semana pasada: “No olvides que presidirás Navarra por nosotros”. Desde luego, los españoles –muchos de ellos, navarros– no lo olvidaremos. Y es que Chivite, en realidad, es ya Txibite.