Sorprende que desde que comenzó a gobernar el cuatripartito, las noticias protagonizadas por Navarra han pasado, por norma general, de ser elogiosas a gravemente críticas. En tiempos de Juan Cruz Alli, Miguel Sanz y Yolanda Barcina, Navarra ocupaba, casi siempre, uno de los tres puestos del pódium de la competición regional de los indicadores macroeconómicos. Nuestros impuestos eran de los más bajos del país y las previsiones recaudatorias más certeras. Incluso hubo ejercicios con superávit. En esos años, Navarra ofrecía, como comunidad, unas condiciones impresionantes en competitividad, lo que supuso un enorme atractivo para radicar nuevas empresas. Entonces los gobiernos de bastantes CC.AA. protestaban, acusando a Navarra de ser un `paraíso fiscal’ para justificar así su incompetencia.
La Comunidad Foral iba como un tiro, y despertaba la admiración nacional porque su éxito se conseguía pese a su pequeño tamaño. Así, Navarra no tiene la masa crítica de población que favorece la actividad económica, está alejada de los nudos logísticos, carece de puerto marítimo, sus conexiones ferroviarias son obsoletas y las aéreas muy escasas. Y, sin embargo, la Comunidad foral, a pesar de esas adversas condiciones, experimentó un crecimiento económico histórico.
Ahora, la situación ha cambiado y Navarra es la ‘Cenicienta’ de las regiones con las que compartía la vanguardia del desarrollo económico. Daré algunos datos irrefutables: apenas vienen nuevas empresas; nuestros impuestos son los más altos de España para las rentas que superen los 19.000 euros brutos; somos la comunidad (junto con País Vasco) que peor trata fiscalmente a las familias con hijos; la región de Europa con el Impuesto al Patrimonio más gravoso, tributo que en ocasiones resulta confiscatorio y atenta contra el derecho de propiedad. Estos ‘aprendices de brujo’ no se han enterado de que, cuando por aumentar la recaudación se expolia a las clases medias, aunque se ingrese un poco más a corto plazo, a largo, la pérdida es mucho mayor. La Cámara de Comptos debiera cuantificar el quebranto que ha supuesto para Hacienda los contribuyentes que se han marchado de Navarra en 2016.
Merecería también la pena citar la inestabilidad que suponen los excesivos cambios legislativos fiscales, tan nocivos de cara a atraer a una empresa que estudia dónde invertir y que lo primero que exige es seguridad jurídica; la agresión a la libertad de imponer el euskera en demasiados puestos de la Administración foral; la actitud del Ejecutivo ante la paliza a los guardias civiles de Alsasua, sin olvidar la no condena de Bildu a los asesinatos de ETA, partido que conforma la coalición de Gobierno.
Lo peor es que los perjuicios económicos y el sectarismo político que causa el Ejecutivo foral aparecen tanto en los medios de comunicación, que el prestigio que caracterizaba a Navarra se ha desplomado. La consiguiente mala imagen provocada por el Gobierno de Bildu y Asociados no salen gratis para la economía, por mucho que agraden a la parroquia de los radicales podemitas y nacionalistas.
Cuando los indicadores reflejan descensos relativos respecto a regiones de similar nivel económico, el incentivo emprendedor se desmorona. La Cámara Navarra llamaba la atención estos días sobre el comportamiento de la inversión productiva, indicador que cayó un 0,4% (interanual), dos décimas más que en el cuarto trimestre de 2016. Éste es un dato muy revelador de las previsiones de expansión de las empresas. El único modo que el cuatripartito rectifique reside en la presión ciudadana. ¡Depende de todos que Navarra vuelva a ser una economía de vanguardia!