Como no podía ser de otra manera, el día de Nochebuena es una fecha de paz. Su entrañable cena reúne a las familias, evoca el sentido de nuestra existencia y despierta una actitud comprensiva. Por esta razón, a pesar de los belicosos debates preelectorales, aún tan recientes, quiero sintonizar con la fiesta y dinamizar la esperanza: la inestable situación política tiene arreglo.
Pedro Sánchez no podía hacer otra cosa en la primera cita que manifestar un rechazo a lo que Mariano Rajoy le dijera para no traicionar lo que ha venido prometiendo a sus votantes durante meses. Hasta que la opinión de la izquierda a la que representa no advierta que la inestabilidad permanente puede ser suicida para la economía, el secretario general del PSOE no se avendrá a un pacto por la gobernabilidad. No olvidemos que su liderazgo interno y externo está ya cuestionado y no lo puede deteriorar más si pretende continuar en política. Sánchez ha obtenido los peores resultados de su partido desde la transición, a pesar de que tenía un adversario que había aplicado reformas mal asumidas por muchos ciudadanos.
No está todavía nada perdido y los mercados nos darán un par de meses antes de ponerse nerviosos. Sin embargo, pasado ese plazo sin que se forme un gobierno fuerte que tome medidas, la situación podría perjudicarse seriamente. La desconfianza se dispararía y se generaría un miedo creciente que devolvería a España a los peores momentos de la crisis. Lo que reclamamos una buena parte de los españoles es que los partidos constitucionalistas se pongan de acuerdo para que la economía no se vaya al garete en pocos meses y para que el problema de Cataluña se reconduzca.
Tras una campaña bronca todavía hay heridas abiertas, pero quiero pensar que la serenidad que conllevan estas fechas ayude a que cicatricen y se abra un proceso de reflexión que logre el consenso. Señores políticos: sean generosos, antepongan los intereses de la nación a sus ambiciones personales. ¡Feliz Navidad!