En los últimos años del régimen de Franco gran parte de la sociedad española consideraba necesario que el país experimentara un cambio político sustancial. Pero en el caso de algunas personas esta idea (bastante sensata, ciertamente) había llegado a convertirse en un elemento fundamental de sus vidas. Y no se trataba solo de intentar que las cosas cambiaran. Estoy convencido de que la lucha misma contra el general les gustaba mucho. En el lenguaje de los economistas, podríamos decir que constituía un argumento bastante relevante de sus funciones de utilidad.
Por ello, cuando murió el dictador y se estableció un sistema democrático en España, esta gente experimentó un vacío profundo. Podían, sin duda, inscribirse en alguno de los numerosos partidos de izquierdas que entonces se crearon y defender el comunismo o hacerse antimperialistas. Pero ya no era lo mismo. El gran enemigo había desaparecido y, de alguna manera, lo echaban de menos. Combatiendo al caudillo se sentían mejor.
De una forma bastante sorprendente, la historia se ha repetido cuarenta y tantos años después. Desde su llegada al poder, el actual Gobierno convirtió en uno de sus principales objetivos desenterrar al ferrolano; y parece que, finalmente, lo va a conseguir. ¿Se repite la historia? En parte sí, aunque pienso que para Pedro Sánchez abrir la sepultura del general no es tanto un
argumento de su función de utilidad como de su función de producción.
Dudo mucho que disfrute realmente exhumando un cadáver, pero resulta claro que el plan es un componente de un producto que intenta vender de cara a las elecciones. Y el problema de fondo puede volver a plantearse: si ya hemos sacado a Franco de su tumba, ¿qué hacemos ahora para conseguir votos? No es difícil prever, por ello, que en el futuro nos encontraremos con nuevas cruzadas antifranquistas, sea la expropiación del pazo de Meirás, la abolición de los títulos de nobleza que creó el general o cualquier otra cosa que se le ocurra. Porque parece que, también hoy, contra Franco se vive mejor a la hora de buscar votantes.
Eso sí, cuando el tema se agote definitivamente, habrá que buscar otro muerto para desenterrar. Yo sugiero los restos de Fernando VII, que era un tipo bastante impresentable y creía muy poco en la democracia.