Aparentemente, en Ciudadanos sólo se preocupan de cómo exprimir aún más a los españoles en el ámbito tributario (de reducir el gasto público, ni una palabra): unos días defienden el copago y que se reponga el Impuesto de Sucesiones y Donaciones en la Comunidad de Madrid (atención, votantes madrileños) y otros, para compensar, hablan sólo de gravar a los “ricos”, que en demagogia siempre vende, con una obsesión muy particular: las Sicav.
A los hechos. Las Sicav son una figura europea puesta en marcha por una Directiva de la Comisión Europea en 1985, hace 30 años. Al hilo de esta regulación de la UE, además de España tienen Sicav Francia, Alemania, Italia, Irlanda, Luxemburgo y muchos otros países europeos. Los inverso-res de las Sicav tienen una fiscalidad idéntica a la de los inversores en cualquier fondo de inversión: el partícipe (también los ricos) paga en IRPF hasta un 24% por las plusvalías obtenidas cuando vende su participación. También cuando compramos acciones de Telefónica o de Inditex, mientras no vendamos, no pagamos impuestos: la plus-valía se va acumulando año tras año hasta el momento de vender.
Los fondos de inversión y las Sicav ofrecen la ventaja de poder diferir el pago de plusvalías en una cartera diversificada que puede rotar, pero a cambio las Sicav tienen que pagar cada año el 1% de su beneficio como Impuesto sobre Sociedades, muy parecido a lo que tributan en otros países de la UE. Luego una cosa es lo que pagan estos instrumentos en Impuesto de Sociedades (el 1% anual) y otra lo que pagan sus inverso-res cuando venden las participaciones (el 24% en IRPF, los ricos también). Por lo tanto, “fiscalidad Sicav” es similar a “fiscalidad fondo de inversión”.
Los partícipes de fondos de inversión pueden traspasarlos sin coste fiscal; los inversores en Sicav, sin embargo, no tienen este privilegio, pero lo compensan teniendo la potestad de cambiar de gestora; de hecho, las Sicav nacieron para dar más poder al inversor, evitando que fuera cautivo de los abusos y las pifias de la banca.
Capricho del legislador
El capricho del legislador quiere convertir en normal lo que es anormal. ¿De dónde sale que invertir “colectivamente” es moral-mente superior a invertir individualmente? La Directiva europea que regula las Sicav no exige número mínimo de inversores, y mientras países como Francia, Alemania, Irlanda o Luxemburgo no establecen ningún número mínimo (sólo el exigido por la legislación mercantil general), nosotros somos los únicos raros que exigimos 100 inversores. Francia, por ejemplo, sólo exige dos (sí, dos).
¿De dónde sale que para ser inversión “colectiva” deben reunirse 100 inversores? Si son 99, qué es: ¿individual? ¿Quién cono-ce a 100 personas con las que invertir? ¿No es acaso una obligación de imposible cumplimiento salvo que se pase por un banco? Ciudadanos incluso defiende que si unos padres con sus hijos o un grupo de herma-nos o primos ponen en común sus ahorros para poder invertir juntos, eso no constituye inversión “colectiva”. Para que sea colectivo legítimo dueño y facilitan un pingüe negocio en comisiones a la banca.
El último cambio legislativo en el país galo ha sido para reducir el requisito de mínimo número de accionistas de siete a dos. Ciudadanos se une al linchamiento paleto de las Sicav yendo en sentido contrario a Europa: esto no huele a moderno, sino a rancio. Francia y el resto de la UE hacen sus Sicav más atractivas cada año que pasa, ¿y en España vamos a ir en sentido contrario haciéndonos menos competitivos una vez más?
¿No sería más lógico copiar a Francia y reducir el número de inversores a dos? ¿No sería más lógico facilitar la acumulación del ahorro, que ya ha pagado impuestos varias veces, reduciendo drásticamente el capital mínimo de la Sicav para hacerlas más accesibles a todo el mundo? ¿No se fomentaría el ahorro y se crearía empleo en las nuevas sociedades que florecerían? ¿No sería también lógico disminuir la tributación de plusvalías en IRPF al 5%, por ejemplo, para que apenas hubiera diferencia entre invertir colectiva o individualmente? ¿O es que entonces todos estos demagogos, recaudadores obsesivos, alquimistas de la confiscación, perderían la excusa para dar rienda suelta a su fijación persecutoria hacia quien más tiene? En una Europa con libre circulación de personas y capitales, España insiste en hacerse odiosa a la inversión y al ahorro a través de impuestos altos y estúpidas regulaciones: nuestros competidores estarán deseando que nos hagamos este nuevo harakiri.
Desgraciadamente, Ciudadanos está demostrando que no le interesa nada la defensa de los derechos del contribuyente (y su presunción de inocencia). Por ejemplo, ¿ha realizado alguna crítica a la nueva Ley General Tributaria del PP? No: todo son alabanzas a una Ley que, en nuestra opinión, es un instrumento de verdadera conculcación de algunos derechos fundamentales del contribuyente. Los empresarios, que pagan sus impuestos, están contra el fraude, pero sin utilizarlo como excusa para perseguir y maltratar al contribuyente honrado por el “ominoso pe-cado” de tener un cierto patrimonio. Y, además, quieren llenar España de inspectores, multiplicando por dos su plantilla actual de más de 25.000. ¡Ala, más funcionarios! Lo que de verdad necesitamos no son más opositores, sino más empresarios: son ellos los que levantan los países, no aquellos que se especializan en sangrar y perseguir a los que son capaces de crear riqueza y empleo con su esfuerzo, perseverancia y sacrificio, corriendo riesgos y levantándose de nuevo tras cada caída. Siempre fue más difícil ganar dinero que recaudarlo. Ojo: si Ciudadanos es el partido preferido de los que quieren subir más los impuestos, ¿debe serlo para usted, querido y explotado contribuyente?