Lo que, desde hace mucho tiempo, se viene denominando el “problema catalán” es hoy, sin duda, un asunto muy relevante, no sólo para la región directamente afectada, sino también para el resto de España. Y son numerosos los libros de todo tipo que se han publicado en los últimos años sobre esta cuestión. Cataluña en España. Historia y mito (Gadir Editorial, 2016) se une a esta larga serie. Es obra de uno de nuestros historiadores económicos más prestigiosos, Gabriel Tortella, con la colaboración de J. L. García Ruiz, C.E. Núñez y G. Quiroga. Dicen los autores que este libro es diferente de otros que se han escrito sobre las siempre complejas relaciones entre Cataluña y el resto del país. Y es cierto. Frente a una literatura a menudo poco objetiva, o incluso de trinchera, se trata de una obra muy sólida, tanto en lo que se refiere a su argumentación como a los datos utilizados. Se centra el ensayo en la historia económica de Cataluña; pero ésta se analiza en un marco más amplio, con referencias abundantes al entorno social y político de aquélla.
El libro está lleno de observaciones interesantes; pero yo llamaría la atención sobre el hecho de que en él se desmonta una de las tesis principales de los historiadores nacionalistas catalanes: la idea de que, cuando la economía catalana va bien, esto se debe a sus habitantes; pero, cuando va mal, la causa hay que buscarla fuera. Como afirman Tortella y sus colaboradores, las relaciones entre Cataluña y el resto de España han pasado, ciertamente, por períodos de enfrentamientos, pero han sido armoniosas durante la mayor parte de la larga historia común. Historia compleja, ciertamente; pero que en ningún caso puede interpretarse como un enfrentamiento sostenido entre dos comunidades homogéneas y diferentes. El ejemplo más conocido, la absurda visión de la guerra de sucesión española entre los Borbones y los Habsburgos a comienzos del siglo XVIII como un enfrentamiento entre España y una Cataluña que luchaba por su independencia, basta para poner de manifiesto cómo se pueden manipular hechos del pasado para defender intereses actuales.
Por otra parte, el libro muestra que las dos bestias negras de la historiografía nacionalista catalana, Felipe V y el general Franco, lejos de haber destruido la economía de la región, contribuyeron de forma destacada a su crecimiento. Y, curiosamente, épocas en las que Cataluña gozaba de mayor autonomía, como el siglo XVII o el ya largo período de autogobierno tras la muerte de Franco, han sido mucho menos favorables para su economía, al menos en términos relativos. Sólo un ejemplo. Se indica en el libro que los años anteriores a la Guerra Civil se registraron las mayores diferencias entra la renta per capita entre Cataluña y la media de España; y que estas diferencias se fueron reduciendo a partir de los años sesenta por el mayor crecimiento de algunas de las regiones más atrasadas del país. Pero, en 1975, Cataluña conservaba una clara ventaja frente al resto de España en lo que a su base económica y a sus infraestructuras hace referencia; y los flujos de inmigración son buena muestra del atractivo que para muchos españoles suponía abandonar su región de origen y establecerse allí. Pero hoy las cosas no son así. Lo que reflejan los datos es que, aunque la renta per capita ha crecido mucho en Cataluña –como en todo el país– en las últimas décadas, su posición relativa se ha deteriorado con los gobiernos nacionalistas. Madrid, con un millón de habitantes menos que Cataluña, ha igualado ya su aportación al PIB nacional. Y el fuerte endeudamiento de Cataluña, que tiene que ser financiado por el Estado español, ya que la deuda pública de la comunidad autónoma es considera bono basura por las agencias internacionales de rating, es otro dato que indica que algo está fallando.
Esto ha dado origen a un nuevo victimismo. Para los nacionalistas la culpa de que Cataluña no vaya mejor la tiene el Gobierno de Madrid. Pero tal forma de ver los problemas es tan falsa como recurrente. En el libro se dedica mucha atención a una cuestión fundamental de la historia económica de la España contemporánea: los efectos del proteccionismo arancelario en nuestro mediocre desarrollo económico del siglo XIX y primera parte del siglo XX y sus efectos sobre la distribución de la renta. Además de mostrar la curiosa retórica de los proteccionistas, presentando como intereses de toda España lo que eran realmente sus intereses particulares, Tortella y sus colaboradores cuantifican el coste que para el país supuso la protección a la industrial textil –básicamente catalana– entre 1860 y 1890. Las cifras oscilan entre el 0,5% y el 1% del PIB, lo que supone un gran volumen de transferencias que todos los consumidores pagaron en forma de peores productos y precios más altos por mantener una industria que nunca logró ser competitiva internacionalmente y necesitó del mercado nacional para su supervivencia.
Se equivocaría quien pensara, sin embargo, que la obra ofrece una imagen globalmente negativa de Cataluña. El objetivo de los autores es presentar una visión lo más objetiva posible, con sus aspectos favorables y desfavorables, de una evolución histórica que sigue condicionando el desarrollo de nuestro país. Pero, seguramente, no todos sacarán esta impresión. En un libro reciente algunos inquisidores nacionalistas elaboraron una lista negra de “malos catalanes”, a los que acusaron, nada menos, que de ayudar al Estado español a “oprimir al pueblo catalán”. No sé si Gabriel Tortella, que nació en Barcelona, ha sido ya incluido en esta lista. Pero me temo que, si no es así, ocupará un lugar relevante en la próxima edición de la obra