La pérdida de votos de los partidos que conforman la coalición del gobierno foral constituye una desaprobación a la política que el cuatripartito está aplicando en
Navarra. Resulta sorprendente que Uxue Barkos, una de las líderes mejor valoradas en la encuestas del CIS a nivel nacional, haya tenido semejante descalabro electoral en la tierra que mejor la conoce. Esta descalificación debiera llevarle a liberarse de la dictadura que le impone Bildu y gobernar para toda Navarra, en lugar de hacerlo exclusivamente para los afiliados nacionalistas y radicales. La presidenta tomó posesión el pasado 20 de julio y cinco meses más tarde ha perdido un 43% de los votos que tuvo. Pablo Zalba, presidente del PPN, estuvo ayer acertado cuando afirmó que “Barkos tiene que hacer una profunda reflexión”.
La presidenta debería reconocer que no le han salido gratis en votos su intento de congelar el programa de inglés en los colegios, su propuesta de euskaldunizar la educación mediante una oferta pública de empleo con un 70% de plazas en euskera, de no continuar el Canal de Navarra, de evitar el Tren de Alta Velocidad y de una reforma fiscal suicida. Ésta ha tenido cuatro consecuencias: va a impedir el crecimiento, expulsará a los mejores contribuyentes, desincentivará la inversión y disuadirá a las nuevas empresas de que vengan a la Comunidad foral. La sociedad navarra es muy pragmática y se ha enterado de que a partir de 19.500 euros de ingresos brutos le van a subir progresivamente los impuestos para atender a dispendios que con frecuencia no redundan en su bienestar.
La última ‘hazaña’ ha sido considerar salario en especie la rebaja de las matrículas que la Universidad de Navarra aplica a los familiares de sus más de 4.000 empleados. La obsesión de esos extremistas por perjudicar a esta institución, la segunda empresa de la comunidad, es por motivos ideológicos. Es bien sabido que para los radicales, o estás con ellos o contra ellos. Por esta razón no soportan que la Universidad de Navarra tan solo pretenda ser un centro superior de excelencia educativa sin querer vincularse a partido alguno, sea del signo que sea. El respeto al legítimo pluralismo político de sus trabajadores está en el genoma de esa institución y dañarla es hacerlo a Navarra y a su economía.
Tras esta cadena de torpes errores, Geroa Bai y Bildu han conseguido que los ciudadanos les retiren su apoyo y pierdan los dos escaños que tenían en el Congreso. La inteligencia de los ciudadanos es mayor que la que les atribuyen unos políticos que, en su arrogancia, desprecian las demandas ciudadanas, como las de los miles de padres que ven peligrar el inglés de sus hijos en los colegios. La gente tiene miedo a la improvisación permanente del Ejecutivo de Uxue Barkos porque encierra inseguridad jurídica. Estos aprendices de brujo creen que una subida de impuestos se traduce en un aumento proporcional de la recaudación. Conviene que la presidenta tenga claro que el bienestar actual no será sostenible si Navarra deja de ser atractiva para invertir y emprender, algo que con sus actuales políticas será imposible. Lo que sí conseguirá es que la tarta a repartir sea menor y que los trozos resulten más iguales, aunque también más pequeños.
El voto de castigo de los descontentos porque su situación no ha mejorado iba antes al nacionalismo. Sin embargo, ahora el voto de castigo de los anti sistema se regala a Podemos. De ahí que se pueda estimar que en Navarra hay únicamente 65.410 nacionalistas, los que han votado el domingo, o lo que es lo mismo, un 13,7% del censo o un 19% de los actuales votantes.