Hay personas a las que entrevistar resulta un placer. Frente a quienes de todo pretenden saber y que apenas meditan las respuestas, existen otras que esperan a dar con la idea pretendida y hacen un esfuerzo por hacerse entender en la plenitud del argumento. Esto les lleva tiempo, claro está, lo que hace que un encuentro que debería haber durado algo más de media hora se prolongara casi el doble. Pero vale la pena, es un intelectual de amplio recorrido, accesible en el trato y para las entrevistas que concede sin demasiados reparos. Nos ha acostumbrado a pensar fuera de la caja en uno de los templos del pensamiento correcto, tal resulta el diario “El país”. Se trata de Benito Arruñada, Catedrático de Organización de Empresas de la Universidad Pompeu Fabra.
Déjeme empezar por sus críticas al muy comentado informe anual del Banco Mundial sobre negocios y empresas, el Doing Business.
Los informes, en general, dicen lo que dicen, no lo que la prensa dice que dicen. Y ocurre que nos cuentan que España sale por detrás de países africanos o de Afganistán. Si alguien se cree eso es que no vive en este mundo. Existe, además, un problema metodológico porque se parte de criterios de common law que se ve en temas como los costes legales de poner en marcha empresas. En Estados Unidos hay estados donde no existe la obligación formal de contar con abogados pero es algo que no ocurre en realidad. En Nueva York, por ejemplo, usted puede comprar una casa haciéndolo todo por usted mismo pero no es probable que pase, porque ni el banco, ni el banco del vendedor ni el intermediario estarán dispuestos a hacerlo. Así que habrá cuatro minutas de abogados que serán superiores a la del notario en España o Francia pero el informe considera que se trata de gasto voluntario. O algunos impuestos, allí el impuesto de transmisiones es muy bajo pero el IBI es altísimo. No se trata de discutir que estructura fiscal es mejor pero sí que hay que conocerlo para llegar a conclusiones.
Ese sesgo proamericano no obsta que en Europa las cosas puedan ser manifiestamente mejorable.
Por supuesto que no, pero hay problemas que no son los que se subrayan desde los medios cuando se hace el análisis del estudio. Se intenta un uso mágico de los números sin preocuparse por la metodología. La aplicación está sesgada para favorecer a los Estados Unidos y hay categorías -como empezar un negocio- que de hacerse correctamente haría que pasaran del puesto 15 al 95. ¿Por qué? En Nueva York, para empezar las operaciones se debe estar registrado 20 días antes, un trámite que tarda un día. Ellos cuentan ese día pero sin reparar en que debes cumplir con los 20 días de forma obligatoria para empezar a operar. En el Banco Mundial todo esto siempre ha sido una media broma, muchos funcionarios que están por medio mundo se llevan las manos a la cabeza cuando observan los datos de países que conocen bien. El informe avala de alguna manera la actuaciones del Banco Mundial, si ellos acuden a Egipto con algún programa, dirán que fue aquella intervención la que propició una mayor apertura.
En España no salimos, en cualquier caso, bien parados.
Nos penaliza mucho el asunto de las licencias municipales, que es el más complejo y como lo es, nuestros políticos han hecho la parte fácil que es reducir los plazos notariales o registrales, lo que en realidad carece de importancia porque cualquier despacho de abogados de cierta relevancia tiene empresas creadas a disposición de sus clientes para cuando el asunto requiera velocidad. Se ha hecho un esfuerzo en el sitio equivocado porque se hacía ruido, lo que ha ocurrido en la Unión Europea, también por los mismos motivos. En mi opinión, se ha gastado mucho dinero de manera injustificada.
El tema de las licencias es paradigmático, un problema que no se ataca y que sigue generando disfunciones.
Teniendo gran importancia, no es casual que con estos asuntos de licencias en Madrid o Barcelona se hayan producido casos flagrantes de corrupción y a los que deberíamos prestarle mucha atención. No digo que sea fácil, las actividades económicas generan externalidades y las licencias son el mecanismo adecuado para que puedan conciliarse. Es un asunto vidrioso, no sé cómo resolverlo pero en cualquier caso es para pensarlo despacio y resolverlo con metodología coasiana (por Ronald Coase) ya que tiene todos los ingredientes de un problema serio. Eso no debe llevarnos a la resignación, solo a asumir que encontraremos fallos tanto del mercado como de la política en un choque de placas tectónicas. Las preferencias de los ciudadanos son cambiantes, tenemos, por ejemplo, preferencias sobre el ruido que son distintas a las de otros paí- ses pero que aquí parece que empiezan a modificarse. Debemos tener la flexibilidad suficiente. Y cambios que no sean solo legales, también sociales porque corremos el riesgo de actuar solo imponiendo normas y leyes que en muchos casos son campos abonados a la corrupción o a la aplicación interesada. Quedaría pendiente la reforma de la justicia, que pueda actuar más rápido.
Me parece pertinente que haga esa apelación a reformas sociales y legales pero parece que en España nos hemos ido infantilizando, todo lo dejamos en manos de los gobiernos para que actúen legalmente. Es como si, ante la disyuntiva de mercado o estado, la apuesta fuese por el segundo.
No ocurre solo en España. Hablaría más del papel de la política o el mercado, por estado la gente entiende cosas muy distintas. Y para mí son dos formas de tomar decisiones sobre cómo se asignan los recursos. Son alternativas porque uno puede elegir entre decidir de manera descentralizada o hacerlo de forma centralizada. Tienen ventajas e inconvenientes, como en tantos otros ámbitos e invito a que se observe de manera fría, de forma desideologizada porque cualquier decisión se puede tomar de un modo o del contrario. Cuando asignamos recursos al transporte, por ejemplo, elegimos entre avión o AVE pero también es política porque antes hemos tomado decisiones construyendo aeropuertos o vías férreas. Genera una interacción inevitable porque la actividad está tan restringida que es complicado saber cuántas decisiones son de mercado o son políticas. Pero, además, son complementarias porque las decisiones de mercado se toman dentro de un marco político y las decisiones políticas se pueden ver afectadas por el mercado. Quiero creer que se pueden beneficiar mutuamente, el estado de derecho es algo que respetamos mucho los liberales y que tiene un componente político. Hay muchos libertarios que creen que puede funcionar una justicia de mercado pero yo tengo muchas dudas sobre ello. Trabajo el asunto de los derechos de propiedad y no creo que pueda sostenerse sin la intervención política. La propiedad requiere del consenso de los demás, sin eso la propiedad se convierte en mera posesión.
¿Consenso o reconocimiento?
En mi idea es lo mismo, no en el sentido de la unanimidad, solo en el reconocimiento en el sentido público de los demás. Por eso creo en la participación política, no es algo que sea posible por medio de relaciones bilaterales, habrán de ser multilaterales porque han de ser respetadas por terceros.
Hablaba de fallos de mercado, sobre los que existe numerosa literatura. Pero no existe equivalencia académica a la hora de estudiar los fallos del gobierno.
Algo que intento compensar en mis clases, estoy de acuerdo.
¿Toda la escuela de la Public Choice no se dedica a eso? ¿No se estudia en la universidad española?
Sí se estudia, lo que ocurre es que se hace casi como una nota al margen una vez ya se han sentado los fallos de mercado. Primero, la regla general y luego la excepción que no entra en el examen final. Intento enfatizar el paralelismo radical que existe entre estos dos sistemas de decisión, los dos son humanos, los dos imperfectos desde una perspectiva coasiana, aquel que reflejara en su trabajo clásico sobre los efectos externos. Coase se enfadaba mucho porque lo citaban bastante pero le habían leído poco.
Pues mire que era fácil. Primero, porque escribió poco y, segundo, lo hizo de manera accesible.
Era fácil pero no cuando no existe voluntad. Coase era adecuado para los defensores de ambos sistemas porque hoy se analizan ideales frente a realidades. Los defensores del mercado lo idealizan mientras lo enfrentan a la política real. Los defensores del intervencionismo, analizan la toma de decisiones centralizadas y la contraponen al mercado real. Los que gustan de la idea del fallo de mercado, dicen que supongamos que tenemos un regulador sabio y benevolente, que sabe lo que hay que hacer y la gente le obedece. Es una receta para el desastre. Igual ocurre con los libertarios, ellos dicen que la política es escasamente competitiva y que la gente se equivoca cuando vota a sus gobernantes pero luego esa misma gente es infalible en el mercado. Se parten de extremos igual de maniqueos y con planteamientos asimétricos.
Quizás es que resulta más sencillo observar los errores que proponer alternativas viables.
Eso es parte de la realidad coasiana, es mucho más duro proponer qué hacer. El economista intervencionista señala fallos de mercado, esto es sencillo, a veces va más allá y dice haría falta tal cosa. Sigue siendo fácil. La condición de Coase es demuéstreme que funciona y que es la mejor opción posible.
Es un clásico pero parece sintonizar con una corriente mayoritaria de pensamiento, el consenso socialdemócrata.
Que tampoco es algo exclusivamente español.
¿Qué es lo que le atrae de Ronald Coase? Su idea sobre el mejor uso de la propiedad para dirimir conflictos es cuestionable. Su visión de los derechos de propiedad era bastante ingenua, le resultaba suficiente para el análisis contractualista que quería hacer. Su gran contribución es metodológica y es todo un avance su estudio sobre el problema del coste social en 1960.
¿Se puede abordar una regulación inteligente en un mundo de datos como el actual?
No lo he estudiado con detenimiento pero si tuviese que hacerlo empezaría por definir quién es el propietario de los datos. Quién tiene derecho sobre mis datos, si al escribir en Facebook o Twitter puedo recuperarlos o venderlos. Esto no está nada claro y es un desafío considerable. Desconozco la realidad jurídica que, además, debe ser variada entre Europa o Estados Unidos. Si volviésemos a Coase, en los sesenta, el análisis sería más de tipo sobre costes de negociación y alguien diría que Facebook constituye un monopolio. Siempre se puede argumentar, con Friedman, que los monopolios lo son hasta que dejan de serlo y que solo la competencia potencial impide abusos de posición. Mejor eso que regular porque siempre llegamos tarde, mal y nunca, gastándonos por el camino una fortuna en abogados litigando contra IBM justo en el momento en que nace Microsoft.
Preparando la entrevista leí un paper suyo, con Marco Casari, titulado “la paradoja de los deudores”. Y más que paradoja, parece que los resultados a sus experimentos son perfectamente racionales.
Dígaselo a los de la Plataforma por la Hipoteca, a la gente del derecho o a mucho juez español si le parece racional. Hicimos un experimento y lo que encontramos paradójico es que cuanto más control tenían los deudores sobre las decisiones judiciales, más favorables eran éstas para los deudores pero la consecuencia resultaba que los bancos tenían cada vez menos interés en seguir prestando dinero para la compra de vivienda, lo que abría un conflicto entre deudores presentes y deudores futuros. Hay una interpretación de esto que a muchos colegas no les gustaba nada, si otorgas muchos derechos a la parte débil sin prestar atención a las consecuencias en la parte que no lo es, puedes generar problemas no previstos. Esto lo documentamos con una serie de test que nos permitía comprobar cuantas jugadas se desarrollaban en el futuro. Es un tema magnífico que, extrañamente, no ha tenido muchas citas quizás porque va a contrapelo pero que incluso me hizo valorar la posibilidad de diseñar un juego de instrucción jurídica destinado a los jueces.