El presidente Obama propone para 2016 una larga lista de cambios en el sistema fiscal estadounidense. La propuesta pretende beneficiar a la clase baja a cambio de gravar más a la alta. ¡Cómo se nota la cercanía de las elecciones!
> Populismo. La reforma implica subir los impuestos a los ricos, castigando especialmente las rentas del ahorro y la inversión. Supone ampliar la base imponible, reducir las deducciones y subir el tipo impositivo del gravamen sobre sucesiones y bienes inmueble. A cambio se ampliarán los beneficios fiscales para familias con niños pequeños, asalariados con rentas bajas y pequeños ahorradores. El problema de este regalo fiscal es el máximo que le han puesto, que desincentivará la obtención de mayores ingresos. Los contribuyentes evitarán pasar a tramos más altos de renta.
De hecho, la Tax Foundation (http://goo.gl/176eUa) revela que el plan de Obama reduciría el PIB entre un 2,4% y un 3%, y destruiría entre 679.000 y 809.000 puestos de trabajo. Este deterioro en la producción nacional no guarda relación con la mayor carga fiscal sobre los ricos, sino al gravamen sobre el ahorro y la inversión, lo que perjudica la formación de capital, la productividad, el nivel salarial y el empleo.
El análisis de los programas electorales es crucial. Según un estudio del Fraser Institute (http://goo.gl/76IdY9), el nivel de libertad económica de un país depende del debate de ideas entre los partidos que intentan comprar votos ofreciendo deducciones, exenciones y beneficios fiscales a determinados grupos de interés. El informe concluye que esta competitividad entre partidos beneficia a los votantes y la sociedad. A largo plazo, la mayor libertad que implica disponer de más renta despierta la iniciativa ciudadana y la prosperidad. El mundo está plagado de propuestas populistas. El tiempo mostrará que las cuentas no cuadran y obligará a corregir los excesos electoralistas.