El pasado viernes el periódico Las Provincias”de Valencia titulaba: “El Ebro tira al mar en 24 horas el agua que generará Torrevieja cada año”. Sorprendente
En el terreno internacional nos hacemos asimismo cruces con que la Unión Europea, habiendo hace meses aceptado el compromiso de acoger a 160.000 refugiados, sólo ha aceptado hasta el momento unos pocos centenares. A España parece que aún no ha llegado ninguno de los pobres que escapan de Siria. Sabemos que abrir de par en par la puerta a los refugiados, sin controles ni cortapisas, sería contraproducente aunque sólo fuera por el efecto llamada, al poco la cifra de los que llaman a la puerta se multiplicaría por 20. Ahora bien, admitir sólo a unos centenares que huyen de la guerra, del hambre, de la persecución, por mal que funcionen los centros de criba y control de Grecia e Italia causa una pobre impresión. Aparentemente la solidaridad deja que desear.
Otro tanto ocurre con el agua que desesperadamente espera el Sureste español zona que bien conozco por haber estudiado muchos años allí. Que el Ebro, un río español, por muy zaragozano o catalán que se le considere, tire, día tras día, unos 75, ó 30 ó 45, hectómetros cúbicos al Mediterráneo, que no son aprovechados por nadie, los tira, repito, los tira, mientras que los campos de Lorca, Cartagena, Orihuela, Huércal Overa quieren vivir sin sobresaltos aprovechando simplemente el líquido sobrante casi clama al cielo. La solidaridad de la gente que rodea al Ebro, así como las comunidades que circundan el Tajo debería despertarse. Sólo hay que imaginar lo que pensarían ellos si la situación fuera la inversa. Que los andaluces y murcianos, en plan señorito, les tasasen el agua y se pusieran formalistas si ellos poseyeran un vergel que produce comida y, en años normales, constituye una fuente de exportación y de ingresos para España muy considerable. Seguir agitando el espantapájaros clasista de que no pueden ceder agua para campos de golf es demagógico y falso. Acudir a slogans como el de que el Sureste quiere que el agua de los pobres sirva para que los ricos levantinos se bañen, jueguen al gol y se hagan más ricos resulta populista y barato. Implica un desconocimiento profundo, divisorio, de lo que es la “Huerta de Europa”, el talante, el trabajo y la inventiva de los más de ochenta mil regantes de la zona.
Por otra parte, hace años que estoy ávido porque Zapatero publique sus memorias. Habría mucho que espigar en ellas. Algunas cosas curiosas, ¿por qué negó de forma contumaz la crisis?, ¿cómo podía afirmar todo un Presidente del Gobierno cuando el país ya se comprimía que la economía española estaba jugando en la Champions etc…?
Ahora bien, no ya como almeriense-murciano sino como español y contribuyente, tengo aún más interés por saber cómo, después de liquidar, ¿por razones políticamente egoístas?, el transvase del Ebro, se embarcó con bombo y platillo en una o varias costosas plantas desaladoras que producen una cantidad ínfima comparada con lo que se tira al mar (la de Torrevieja, la planta mayor, unos 80 hectómetros cúbicos al año) y que, además, escupen un agua que sin ser mezclada con la otra es inservible porque destroza las plantaciones. ¿A quién quería engañar? ¿Era una nueva improvisación voluntarista?