Europa y Mercosur han dado una respuesta geopolítica a la ola proteccionista que avanza impulsada por el presidente de EEUU, Donald Trump. Tras 20 años de negociaciones (1999-2019), la Unión Europea y el Mercado Común del Sur, potencian la asociación estratégica con un tratado de libre comercio. El acuerdo implica la integración de un cuarto del PIB mundial al aglutinar un mercado de 800 millones de consumidores, y prevé beneficios arancelarios en el 90 por ciento de exportaciones de cada bloque en un plazo máximo de 10 años.
Las primeras conversaciones sobre el acuerdo surgieron en medio de las negociaciones de los americanos para la creación del Área de Libre Comercio de las América (ALCA), rechazadas en 2005. Pero no ha sido hasta 2016, con el Gobierno de Mauricio Macri en Argentina, cuando se reactivó el proyecto. España, Alemania, Países Bajos, Suecia, República Checa y Letonia firmaron una carta al presidente de la Comisión Europea, hasta el momento Jean-Claude Juncker, exigiendo el impulso definitivo.
La firma del acuerdo entre la UE y Mercosur tuvo lugar el 28 de junio de 2019, coincidiendo con la Cumbre de Líderes del G20 celebrada en Osaka, Japón. En medio del espacio más enriquecedor de deliberación política y económica del mundo, realizaban el mayor acuerdo comercial de los Veintiocho.
La Unión Europea es el segundo socio comercial de Mercosur y el primero en materia de inversiones; mientras que este es el octavo socio comercial extrarregional de la UE. El eje principal del acuerdo es la creación de empleo. Sólo con el socio preferente, Brasil, las exportaciones mantienen 436.000 puestos de trabajo y 855.000 en la Unión. La mejora premium en números es el ahorro de 4.000 millones en aduana con estandarizaciones para evitar divergencias en la regulación.
No obstante, la ratificación del acuerdo puede llegar a durar hasta dos años. Hay más de 70 asambleas y gobiernos que tienen que decir sí expresamente y no lo están poniendo fácil. Francia, Irlanda, Polonia y Bélgica son los primeros estados reticentes al trato. Su preocupación radica en los sectores agrícola y ganadero. El acuerdo, definido por expertos como “coches por terneras”, asegura defender la seguridad alimentaria, la sostenibilidad medioambiental y laboral y mantener firmemente el Acuerdo de París. De hecho, el presidente galo, Emmanuel Macron, insistió en reflejar los puntos más importantes del Acuerdo de París sobre el cambio climático: reducción de un 37 por ciento de gases de efecto invernadero, reforestación de 12 millones de hectáreas y detención de tala ilegal en Brasil. Por su parte, Europa se compromete a la reducción de las emisiones a un mínimo de 40 por ciento antes de 2030.
Sin embargo, aunque Irlanda y Francia pongan un no por delante si ven peligrar su sector agrícola, el mercado latinoamericano no es una amenaza para los que quieren innovar. “Es necesario recalcar que en el sector agrícola es un impacto beneficioso sobre la agricultura. Estamos chocando contra resistencias muy fuertes de cambio en Europa. Todos estos sectores que cuesta mantenerlos miles de millones, generan un producto que se vende en un mercado interno pero no en el exterior”, afirma Javier Santacruz, investigador jefe del think tank Civismo.
Industria y servicios
El epicentro del acuerdo no está solo en los sectores primarios. Para Europa, los puntos más fuertes del trato comercial están en los sectores de industria y, sobre todo, servicios. Según apunta un informe de LLYC, la reducción de tarifas en productos europeos se centra en: automóviles, componentes, maquinaria, productos químicos, farmacéuticos, textil y calzado. En el sector servicios los privilegios están enfocados en telecomunicaciones, finanzas, negocios y transportes. Además del acceso a contratos públicos en igualdad de condiciones que las empresas del Mercosur. Eso sí, las industrias culturales y creativas están fuera del acuerdo.
Para Mercosur, la quinta mayor economía del mundo, el acuerdo es un avance para el desbloqueo con el comercio europeo, y la consecuente reducción de su dependencia de EE UU. Además, los países más fuertes de este mercado, Argentina y Brasil, están en un punto crítico de estancamiento de sus economías, por lo que el acuerdo se torna clave para su reactivación.
Argentina aumentaría su inserción en el PIB mundial del 9 al 30 por ciento y daría un relevante salto de calidad competitiva en micro, pequeñas y medianas empresas. Las mejoras apuntan a infraestructuras –portuarias, viales, ferroviarias– y de telecomunicaciones; además del notable descenso de costes logísticos. Mientras que en Brasil, con Jair Bolsonaro, se prevé un alza del PIB en 15 años de 87.500 millones de dólares; pudiendo llegar hasta
125.000 millones según LLYC.
España en el acuerdo
España, uno de los países que han impulsado la firma del acuerdo entre la UE y Mercosur, no va a ser uno de los más beneficiados del acuerdo. Las empresas españolas que se encuentran dentro de Mercosur son clave. El trato con las economías más fuertes de Latinoamérica supone un impulso para nuestras firmas, promueve la internacionalización y potencia la competencia también dentro de las fronteras de España. Santacruz apunta que este acuerdo “amplía las posibilidades de exportar y llegar a un mercado más grande y esto es siempre beneficioso”. Además, las compañías nacionales que operan en el mercado del sur fortalecen el mercado europeo y contribuyen con un efecto arrastre a potenciar la economía de la UE. “Aunque para España es difícil competir en mercados agrícolas en solitario, este arrastre favorece el beneficiarse con el resto de países europeos como Francia, Alemania o Italia con un paraguas muy amplio en la industria y los servicios”, zanja el experto.