El verano es siempre el período del año con más desplazamientos, lo que trae consigo que también haya más accidentes de tráfico. Al final de agosto, la Dirección General de Tráfico (DGT) acostumbra a presentar un balance de siniestros de la temporada estival. La estadística de este año arroja un saldo de 34 fallecidos más que el pasado. A la luz de estos datos negativos, aumenta la presión por rebajar los límites de velocidad en las carreteras convencionales, pues es en estas vías donde ocurren la mayor parte de los accidentes mortales (el 76% este verano). Asimismo, se persigue la introducción en esta red viaria de más medidas disuasorias, como el incremento de radares o de efectivos policiales.
No obstante, para reducir el número de fallecimientos en las carreteras españolas y europeas ha de realizarse un análisis multifactorial, ya que la casuística es muy variada. De hecho, las estadísticas de víctimas mortales recogidas por el European Transport Safety Council (ETSC) indican que una menor velocidad máxima permitida en las vías convencionales no se traduce necesariamente en una disminución de las muertes. Antes bien, la relación parece la contraria.
Así, se observa que los países con unos límites de velocidad más elevados, como Alemania, Austria, Irlanda, España y Reino Unido (entre 96 y 100 km/h), tuvieron en 2017 algunas de las tasas más reducidas de víctimas mortales (entre 27,1 y 47,1 fallecidos por millón de habitantes), muy por debajo de la media europea, que asciende a 53. Es cierto que esta correlación parece quedar en entredicho en los casos de Polonia y Rumanía, que presentan 73,3 y 96 muertes por millón de habitantes. Sin embargo, en su caso puede atribuirse al menor grado de desarrollo y calidad de las infraestructuras en estos países, y no necesariamente a la velocidad de 100 km/h que permiten. Una vez más, son muchos los factores que considerar, de entre los cuales destaca el uso del móvil y, concretamente, del WhatsApp, como elementos de distracción al volante.
El caso contrario es el del grupo de países formado por Suiza, Suecia, Dinamarca y Estonia, que presentan tanto una reducida velocidad máxima (entre 70 y 90 km/h) como también una baja tasa de accidentes mortales (inferior a 37 fallecidos por millón de habitantes). Respecto a los radares, dato impreciso pues hay bastante opacidad oficial, su número presenta una correlación muy reducida (-0,16) con el número de víctimas. Quizá sea debido a que muchos cinemómetros se colocan donde son más rentables, y no en los puntos peligrosos.
En definitiva, al intervenir muchos otros factores no se puede asegurar que la velocidad máxima permitida en las carreteras convencionales sea la primera causa de las muertes en carretera. De ahí que la instalación de más radares y la imposición de más multas suscite la duda de si su intencionalidad es recaudatoria o si se trata de evitar accidentes. ¿La bolsa o la vida?