El Banco Mundial ha publicado su Informe Doing Business 2019, que mide las trabas existentes a la hora de hacer negocios y establece un ranking de Ideal economías nacionales. España ha bajado dos puestos respecto a la edición del año pasado, quedando la trigésima. No obstante, mantiene una posición mejor que la de naciones de nuestro entorno como Francia, Portugal, Países Bajos, Bélgica o Italia. Cierra la clasificación europea Grecia, en el lugar 72, mientras que los que encabezan el listado son los estados nórdicos (en especial, Dinamarca, segunda en el ranking) y Reino Unido.
La facilidad para hacer negocios tiene una clara correlación con la libertad económica, como puede observarse en el caso de Irlanda, Reino Unido y los países escandinavos, con Dinamarca a la cabeza, los cuales ocupan los puestos más altos (6, 8 y 12, respectivamente) en el Índice de Libertad Económica de la Fundación Heritage. Aunque menos acusada, esta vinculación se aprecia también en Alemania y Austria.
Sin embargo, el ranking deja fuera de su ámbito de estudio algunos elementos que influyen asimismo en la facilidad para hacer negocios. Uno de ellos es el de la corrupción, que tan fuertemente ha azotado a España en los últimos tiempos, y que la ha situado en el puesto 42 de 180 en el último Índice de Percepción de la Corrupción elaborado por Transparencia Internacional. Se trata de una de las peores posiciones de Europa, superada solo por Italia (54) y Grecia (59). En cambio, los países que ostentan las mejores, como los nórdicos o Reino Unido, son también los que han obtenido resultados más diáfanos en la clasificación de Doing Business.
Tanto según el parámetro de la libertad económica como el de la corrupción, llama la atención el caso de Países Bajos, que, pese a ocupar un puesto nada desdeñable en ambos rankings (17 y 16 respectivamente), figura en el lugar 36 en cuanto a facilidad de hacer negocios, por detrás de Francia, Polonia o Portugal.
En lo relativo a España, resulta notable su rápida mejora en los últimos años, pasando de la posición 62 en 2010 a la 28 en 2018. Una tendencia positiva que se rompe en el último informe (como ya sucediese en 2013 ó 2015, cuando pasamos de la 42 a la 46, o de la 32 a la 34). En esos años, España atravesaba una época de dificultad económica marcada por las reformas estructurales. Por el contrario, ahora el retroceso puede obedecer a factores de otra índole, como la subida fiscal o las contrarreformas laborales propuestas por el Gobierno.
Asimismo, como en toda clasificación, el mejor desempeño del resto de países también nos puede relegar a peores posiciones.
Todo ello, junto a una regulación asfixiante y una corrupción que sigue sin resolverse, ha de hacer saltar las alarmas, ya que hemos tenido claros los puntos cardinales en los últimos años, pero actualmente corremos el serio riesgo de perder el norte.