Si se hiciera una lista de los cerebros más brillantes del siglo XX, no cabe duda de que el nombre de John von Neumann ocuparía uno de los primeros lugares. Nacido en Budapest en 1903, estudió Matemáticas e Ingeniería en diversas universidades europeas; y fue, desde muy joven, reconocido como un científico excepcional. Con sólo 29 años fue nombrado profesor en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton. Y, años más tarde, trabajó en esta universidad con Oskar Morgestern, economista alemán, formado en Viena, que había llegado a Princeton en 1938 y, al producirse la incorporación de Austria al Reich alemán, había decidido quedarse en Estados Unidos. El principal fruto de esta colaboración fue la publicación, en 1944, del libro Teoría de juegos y comportamiento económico, que abriría un nuevo campo en la ciencia económica.
A lo largo de su vida, von Neumann hizo aportaciones fundamentales a la matemática, a la fisica, al diseño de la primera bomba atómica, a la creación de la bomba de hidrógeno y a la ciencia computacional, contribuyendo de forma decisiva al desarrollo de los primeros ordenadores. Pero también sus trabajos en el campo de la economía resultaron muy relevantes para el desarrollo de esta disciplina. Y en economía su nombre se asocia siempre a la formulación de la moderna teoría de juegos. El principio básico de esta teoría es fácil de entender y, de alguna forma, ha estado siempre presente en los análisis sobre los comportamientos humanos. Cuando actuamos en cualquier ámbito de nuestras vidas, podemos suponer que lo que hacemos no va a influir para nada en el comportamiento de los demás, ya que cada uno intentará maximizar su particular función de utilidad en un marco de instituciones e incentivos previamente definido. Pero esta idea puede ser totalmente equivocada. En la mayoría de los casos, los demás -sean personas, gobiernos o países- van a reaccionar ante nuestra actuación inicial. La teoría de juegos analiza las estrategias a seguir para lograr cualquier objetivo, teniendo presente qué harán los demás. Las aplicaciones de estos modelos son muy numerosas: desde la toma de decisiones políticas o militares hasta la definición de estrategias empresariales.
Suele considerarse pionero de la moderna teoría de los juegos al matemático francés Emile Borel, que publicó una serie de trabajos sobre estos temas en la década de 1920. Pero fueron von Neumann yr Morgestern quienes, en su gran libro de 1944, introdujeron este tipo de análisis en la teoría económica. En los años que siguieron a la publicación de su obra, la influencia de la teoría de juegos en el análisis económico fue muy limitada, ya que la mayor parte de los economistas se mantuvieron al margen de este enfoque. Por mencionar sólo un ejemplo significativo, en el departamento de economía de la Universidad de Chicago, seguramente el centro más importante de investigación económica en la segunda mitad del siglo XX, algunos de sus grandes profesores rechazaron abiertamente la nueva teoría por considerar que aportaba poco a la microeconomía neoclásica. Y su campo de aplicación fue, inicialmente reducido, va que estuvo centrado en modelos de estrategias en el marco de economías en competencia imperfecta, en situaciones en las que un empresario no puede tomar como un dato los precios del mercado -como ocurre en competencia perfecta- sino que tiene que considerar cuál va a ser la reacción de las demás empresas cuando él adopta una determinada estrategia, por ejemplo bajar sus precios para ampliar su cuota de mercado.
Pero, a partir de los años setenta del siglo XX, la teoría de juegos se fue incorporando al núcleo del análisis económico, ya que se resulta muy útil para el estudio de problemas interesantes que se plantearon en aquellos años, como el análisis del comportamiento racional de los agentes económicos en condiciones de información imperfecta. Y, con posterioridad, muchos economistas han considerado que la teoría de juegos ofrece una imagen más realista de la actividad económica que el enfoque convencional y permite, además, analizar diseños de normas y regulaciones tomando en consideración los comportamientos de los agentes económicos afectados directamente por ellas. Y todo gobernante debe tener presente que no actúa en un mundo definido por leyes inmutables, dado que los seres humanos, afortunadamente, reaccionamos a las restricciones y a los incentivos con las que nos encontramos cada día.