Parece que una de las principales cuestiones que dificultan la formación de un Gobierno socialista con el apoyo de Podemos es la exigencia de este partido de contar con alguna cartera ministerial en el nuevo Gabinete. Dicho en términos más simples: Pablo Iglesias quiere que lo hagan ministro y centra en este objetivo su estrategia negociadora.
En los años finales del régimen de Franco se contaba la siguiente historia. Carrero Blanco llamó por teléfono a un catedrático de economía para ofrecerle una cartera ministerial. Y el catedrático contestó de inmediato ¡acepto! Pero, hombre —le dijo Carrero— si no le he dicho todavía qué cartera es. Da lo mismo —repuso el futuro ministro— acepto en todo caso.
No sé si Pablo Iglesias conoce esta anécdota, que seguramente será falsa como la mayor parte de las historias de este tipo. Y aunque supiera de ella, es probable que no se identificara a sí mismo con el ministro de Franco, aunque las semejanzas sean evidentes. El hecho, por otra parte, es tan común que, cuando alguien rechaza una cartera, puede incluso pasar a la historia por tal gesto. Fue el caso de Gabriel Rodríguez, en los años finales de la década de 1860, tras la revolución que destronó a Isabel II. Sabemos que el Gobierno revolucionario le ofreció un ministerio a Rodríguez que, además de político, era ingeniero, abogado, economista y musicólogo. Pero nuestro polifacético personaje no quiso aceptarlo. Y el rechazo causó tal sorpresa en el país que Rodríguez pasó a ser denominado (en artículos y textos de la época) “el hombre que no quiso ser ministro”.
No quiero criticar especialmente a Iglesias, que sin duda comparte aficiones con muchos colegas de muy diversos partidos. Pero, como los economistas analizamos las funciones de utilidad de los políticos, podemos encontrar en este caso un punto de interés: ¿cuáles son los argumentos de la función de utilidad de Iglesias? Resulta claro que los intereses del ciudadano medio
no son en ella relevantes. Pero, ¿qué ocurre con los intereses de aquellos que votaron a Podemos o los de los miembros de este partido? ¿Son argumentos a tomar en consideración? Me temo que tampoco. Lo que indican los datos es que las preferencias personales parecen ser aquí mucho más fuertes que las del grupo que Iglesias representa. ¿A alguien le sorprende?