A Lacalle le preocupa la educación. No sólo porque está educando a sus tres hijos pequeños, sino porque como dice Antonio Escohotado, al que cita en su último libro La pizarra de Daniel Lacalle (Ed. Deusto), “un país no es rico por tener diamantes o petróleo. Es rico si tiene educación”. Pero esto no significa pensar que la educación tiene propiedades mágicas que excedan de lo razonable que se pueda esperar de ella.
Se ha popularizado la idea de que la educación mejora el capital humano. Esto es así, pero de ahí se ha seguido la idea de que hay un efecto mágico que hace que la educación genere prosperidad económica. Quizá no baste con educarse, también hay que saber qué hacer con esa educación…
Cierto, el clásico ejemplo lo tenemos en España. Tenemos una idea maravillosa de la educación universitaria y, sin embargo, mucha de esa educación se ha dedicado a hipertrofiar títulos en sectores que no necesariamente han funcionado. Tampoco pasa nada porque esa persona ahora tiene una mejor base para adaptarse. Tengo compañeros en el Reino Unido que estudiaron Letras Griegas. Ellos no esperaron que el Estado les encontrase un trabajo como analista de textos griegos. Se adaptaron y estudiaron otras cosas.
Creo que no es una cuestión de que la educación o la investigación tengan un efecto mágico, sino de su aplicación al terreno real, de determinar cuál es su valor dentro de lo que es el mercado global de talento. Y lo mismo ocurre con la investigación y desarrollo. A mí, que un país gaste un 3% o un 5% del PIB en I+D me es indiferente si el número de patentes y, sobre todo, el número de empresas que se crean con esas patentes es muy bajo. Lo mismo ocurre con la educación, ésta es muy importante, es esencial, pero es solamente una pata. Si la persona que está recibiendo esa educación no recibe además una serie de inputs relacionados con la capacidad de emprendimiento, de movilidad, de tomar decisiones, de asumir riesgos, de equivocarse, la educación en sí misma no genera nada. La educación no es el motor único, es una parte del motor.
La educación debe ir a los valores y a potenciar la capacidad de cada uno para ser mejor
¿En su último libro le dedica un capítulo completo a la educación?
Hay un capítulo completo y viene a colación respecto de esa equivocada visión de la educación como solución a todo. Sí, hay una enorme labor que hacer en educación, pero esa labor tiene que ir hacia los valores y hacia potenciar la capacidad de cada ser humano para ser el mejor posible dentro de sus capacidades. No todos vamos a ser ingenieros, ni todos vamos a ser economistas.
Y, sobre todo, la educación lo que no puede ser es una especie de planificación soviética porque el gobierno, o yo, o tú, sabe qué tipo de trabajos van a ser los más demandados dentro de de 10 años porque el mundo está cambiando.
Se dice que los trabajos en los que se van a jubilar nuestros hijos aún no se han inventado…
Exacto. Si yo le digo a mi hijo, ‘tienes que ser economista como tu padre’, primero me dirá, ‘yo seré lo que yo quiera’. Pero, en segundo lugar, es que sería un gravísimo error. Tenemos una visión de la educación muy acorde a lo que era el sistema en la época de mis padres, la época de Franco, no porque fuera una dictadura, sino porque en aquella época se asumía que tu hijo iba a ser una extensión de tu propia carrera profesional más la inflación. Eso ya no va a ocurrir. Si nosotros vamos moldeando la persona para algo que está cambiando de tal manera que no tenemos ni idea de lo que va a ser, estamos formando personas frustradas profesionalmente y, sobre todo, estamos creando una máquina de parados.
Un profesor me enseñó que a la universidad se va a aprender a pensar y a relacionarse
En España y en otros países la educación se ha entendido como un sistema que te otorga un título habilitante para ejercer una profesión. Estaba pensando que Peter Thiel, el cofundador de PayPal, estudió Filosofía del siglo XX en la universidad. O sus compañeros que estudiaron Griego clásico y acabaron como gestores. ¿En el mundo anglosajón hay una mayor flexibilidad?
Recuerdo que tenía un profesor en la universidad al que yo le decía que a mí me preocupaba la aplicación práctica de lo que estábamos aprendiendo y él me contestaba: “Aquí tu has venido a aprender a pensar y a relacionarte”. Y tenía toda la razón, porque el 90% de lo que yo he aprendido de economía lo aprendí después de acabar la carrera.
El pensar que la formación reglada es como una especie de embalaje de lo que va a tener que ser sí o sí tu vida es el gran error. Tiene que ser parte de tu formación como persona, pero no necesariamente donde vayas a aplicar tus conocimientos. Tú puedes haber sido un magnífico estudiante de Derecho y ser, a lo mejor, el mejor vendedor que existe de software o de cualquier otra cosa. Lo esencial es que no nos encorsetemos porque el futuro ya no es lo que era. Y no podemos pensar que porque lo decide un comité, lo decidamos tú o yo, o un Consejo de Ministros, va ser de otra manera.