La cita electoral se acerca y la mayor parte de los medios de comunicación ocupan sus espacios con exhumaciones, inhumaciones, contenedores en llamas, ‘huelgas’ universitarias… Todo ello, aunque importante, levanta una polvareda —o humareda, en el caso de Cataluña— que impide ver el acantilado que nos aguarda a pocos metros de distancia, y hacia el que caminamos distraídos; el de la recesión. Un precipicio que hemos de evitar a toda costa, poniendo freno a nuestra actual trayectoria. Sin embargo, el último barómetro del CIS, demuestra que, en lugar de lanzar el ancla por la borda o cambiar de rumbo, nuestro ensimismamiento puede hacernos, incluso, tomar carrerilla antes de despeñarnos en el vacío. A eso equivalen los hasta 150 escaños que Tezanos otorga al PSOE en las inminentes elecciones generales.
A pocos escapa que los partidos están efectuando maniobras de combate político de primer orden, y el ruido que escuchamos no es sino el estruendo de los proyectiles, lanzados en tiempo y forma tales que maximicen la utilidad del agresor, como también lo hace la réplica del agredido. Sin embargo, hemos de ser conscientes de estar en un periodo de anomalía democrática, en el que los comicios forman una suerte de bucle, que genera el más absoluto hastío y decepción entre la gran mayoría de la población. Las urnas dificultan atisbar lo que se encuentra más allá, pero es fundamental pensar en la España del 11-N. El político —profesional o amateur— vive vidas de cuatro años —o incluso menos en periodos ‘vibrantes’ como el presente—, por lo que no puede sorprendernos el que vayan de urna en urna, sin importar demasiado el impasse en el que vivimos el resto. Ya que nuestros representantes no lo hacen, el votante debería pensar en el medio plazo. Uno que se augura gris si, como ha pedido Calviño a los españoles, el PSOE se asegura una mayoría parlamentaria amplia que permita las reformas que, a su juicio, hagan frente a la recesión global que se aproxima.
Resulta poco creíble que vayan a acometer las reformas pertinentes los hacedores del infame Plan E; los mismos que dilapidaron las pensiones y que lideran todos los índices de pobreza y desempleo en las regiones donde gobiernan, entre otros dudosos honores. No obstante, de lo que sí podemos estar seguros es de que, si tras la cita electoral continúa el desgobierno y la inestabilidad política, 2020 se tratará de un año complicado para los españoles. También eso es lo que garantiza un gobierno en solitario del PSOE, o uno en el que sea el protagonista. A la actualidad de nuestro país me remito. Hasta Sánchez, el socialismo en España significaba miseria. Hoy, hace temblar los cimientos de nuestro Estado de derecho.
Hace exactamente un mes, otro articulista de este diario también alertaba de que la clave para acometer la próxima crisis pasaba por una gestión y unas reformas que el PSOE de Sánchez difícilmente llevaría a cabo, refiriéndose a la brillante estrategia con la que James Carville, uno de los asesores de la campaña electoral de Bill Clinton, instó a que este se centrase en cuestiones relacionadas con la vida cotidiana de los ciudadanos y sus necesidades más inmediatas. En concreto, en la economía. “Es la economía, estúpido”, señaló Carville a Clinton en 1992… La economía quizá no constituya una condición suficiente, pero sí necesaria para el futuro de cualquier país. Por esta razón, ahora, habría que exclamar aquella frase con el vocativo en plural, para dirigir este mensaje a todos los españoles en edad de votar el próximo 10-N: ¡Es la economía, estúpidos!