El intento independentista no sale gratis. Hay políticos tan obsesionados con su soberanía que desprecian el perjuicio de la inestabilidad que provocan. A los nacionalistas les gusta mandar en todo lo que tocan, especialmente en las empresas, creyéndose con la potestad de someterlas a normativas nocivas para la competitividad. Por ejemplo, la ley de la Unidad de Mercado, disposición que garantiza la libre circulación de las empresas en España, fue rechazada por la Generalitat, lo que supuso otro coste más.
Este y otros acosos han hecho que Cataluña ostente el triste récord de ser la comunidad de la que más empresas se han marchado, tanto en términos absolutos como relativos. Así, en 2014 abandonaron esta región 987 compañías, de las que 447 se fueron a Madrid y 180 a las comunidades limítrofes. Más allá de la merma de atractivo inversor que conlleva el independentismo, existe una pérdida peor: la de ese capital intelectual que huye porque le asfixia el nacionalismo.
En el plan soberanista se ha infravalorado el precio de la salida de las compañías radicadas en Cataluña. Ahora se van a poder marchar con un simple acuerdo del consejo de administración, al amparo de una disposición recogida en la ley 9/2015, que modifica la ley de Sociedades de Capital. Empresas catalanas de ámbito nacional como La Caixa, Banco Sabadell, Planeta y Freixenet, que pueden perder mucho por culpa de la fiebre soberanista, tienen ahora muy fácil trasladar su sede social a Madrid. ¿Calibran los nacionalistas el roto que van a hacer al bienestar del que disfrutan?