Son ya incontables los artículos que, a raíz de la crisis desatada por la pandemia del coronavirus, sacan a relucir el punto de inflexión que esta ha supuesto para el hasta ahora creciente proceso de integración global. Este tipo de argumentos sostienen que este proceso podría representarse, en términos matemáticos, como una función continua y derivable en a. Esto es f'(a)= 0, donde:
–La función es creciente para x < a hasta el punto de inflexión (a): es decir, la integración global desde el Estado nación (o conjunto de Estados-nación) va in crescendo.
– La función es estacionaria en (a): es decir, el punto en el que nos hallamos hoy, en lo más álgido de la pandemia hasta el momento, a escala global.
– La función es decreciente para x > a: es decir, a partir del punto de inflexión, que equivale también el máximo relativo (a), el proceso de convergencia internacional va en disminución hacia un retraimiento del escenario global y un fortalecimiento del estatismo.
Para x < a la función es cóncava.
Para x > a la función es también cóncava.
Para x = a es el máximo relativo y punto de inflexión.
Por mi parte, también considero que nos hallamos ante un punto de inflexión motivado por la covid-19. Sin embargo, creo observar que presenta unas características distintas. La función sigue siendo continua y derivable en a. Esto es f'(a)= 0. Sin embargo, a mi juicio, la función que se despliega no habla tanto de la diferente dirección que toma esa convergencia internacional, que unos creían haber visto aumentar hasta ahora para, en adelante, decrecer. Por el contrario, la función hace referencia a la tensión existente entre estatistas y globalistas, entre los defensores del Estado-nación como entidad suprema y los que promueven el fortalecimiento de la arquitectura del orden liberal internacional. Esta fricción ya existía antes de la pandemia y esta, en lugar de cambiar el sentido de la función, lo acentúa. Así, la función que se dibuja es la siguiente:
– La función es creciente para x < a hasta el punto de inflexión (a): es decir, la tensión entre globalistas y estatistas va incrementándose hasta hoy, pero de una forma más suave, adoptando una forma cóncava.
– La función es estacionaria en (a): es decir, el punto en el que nos hallamos hoy, en lo más álgido de la pandemia hasta el momento, a escala global.
– La función es creciente para x > a: es decir, a partir del punto de inflexión (a), la tensión entre ambas corrientes va en aumento, adoptando una forma convexa.
Para x < a la función es cóncava.
Para x > a la función es convexa.
Para x = a es el punto de inflexión.
Así, se aprecia que el coronavirus no está suponiendo un giro, un cambio en el devenir histórico, sino que está actuando como acelerador, intensificando las posturas de estas dos corrientes, pues ambas creen reforzados sus argumentos a la vista del cataclismo que está generando la crisis. Los estatistas señalan la incompetencia de las organizaciones internacionales (Naciones Unidas, Unión Europea, etc.) para hacer frente a la pandemia, y los globalistas sostienen que dichas organizaciones han de consolidarse todavía más para poder dar respuestas globales a amenazas de las mismas dimensiones.
Por último, resulta fascinante, y también preocupante, una consecuencia que se desprende del proceso de polarización de estas dos posturas antagónicas. A saber, que tanto la primera (estatismo) como la segunda (globalismo) encumbran al Estado (en el primer caso) o conjunto de Estados (en el segundo), es decir, “lo público”, en detrimento de lo privado. Distinta raza, pero la misma especie. Se vislumbra así un futuro aciago para quienes defendemos la importancia del individuo, las comunidades y las organizaciones de la sociedad civil como justo contrapeso del poder público. ¿Tendrán todos ellos cabida en una era post-Covid19? El tiempo lo dirá.