Sr. Presidente del Think tank Civismo, Julio Pomés, Señoras y señores, para mí constituye un inmenso honor recibir, en su primera edición, el Premio SOCIEDAD CIVIL que ha instituido el Think tank Civismo. Es un inmenso honor por muchas razones. La primera, por la calidad humana, intelectual y política de los miembros que componen su Patronato. Y quiero darme el gusto de citarlos a todos: Julio Pomés, Carlos Espinosa de los Monteros, Francisco Cabrillo, Juan Abelló, Juan Félix Huarte, Helena Revoredo, Víctor Ruiz-Rubio, Mauricio Toledano, Víctor Urrutia y Pedro Schwartz. Que unas personalidades como las suyas hayan querido premiarme me llena de satisfacción y de agradecimiento. Porque, además de ser personas de indiscutida categoría, muchos de ellos son buenos amigos míos. Y les tengo una admiración especial. Otra razón evidente por la que recibir este Premio me llena de satisfacción es el hecho de que me lo entregue mi amigo Mario Vargas Llosa.
Mario sabe muy bien la deuda de gratitud que tengo con él. Primero, porque ser su amiga me proporciona el honor de ser amiga de todo un Premio Nobel de Literatura, algo que está al alcance de muy pocas personas en todo el mundo. Pero, sobre todo, a Mario le debo algunas de las lecturas que más y mejor me han orientado en mi vida política. La limpieza y brillantez inigualables de su prosa puesta al servicio del análisis de situaciones y problemas políticos concretos me han servido muchas veces para comprender mejor esos problemas y me han ayudado a profundizar en los principios liberales que comparto con él. Y la última pero quizás más profunda razón por la que considero un honor este Premio que generosamente me otorga Civismo, es porque los eminentes miembros de este prestigioso Think tank han considerado que mi actuación política impulsa la libertad económica y proporciona mejores oportunidades a las iniciativas de los ciudadanos.
Este reconocimiento de mis iniciativas políticas en la Comunidad de Madrid me emociona y me llena de indisimulable satisfacción. Como me alegra que la Comunidad de Madrid sea la Comunidad Autónoma de España que ha obtenido la mayor puntuación en el último Índice de la Libertad Económica en España. Estar a la cabeza de la libertad económica en España es consecuencia de algunas de las medidas que, desde el Gobierno de la Comunidad, hemos impulsado: Llevamos nueve años bajando los impuestos siempre que ha sido posible y, desde luego, sin subirlos nunca. Hemos asegurado a todos los ciudadanos la libertad para elegir médico, hospital y enfermera. Hemos dado pasos decisivos para que los padres puedan elegir el colegio que quieran para sus padres. Hemos eliminado todas las trabas innecesarias para crear empresas. Hemos acabado con las restricciones horarias para los comercios. Medidas, todas ellas, que me alegro de haber promovido porque creo que contribuyen a aumentar el protagonismo de los ciudadanos y a limitar el intervencionismo de los poderes públicos. Porque uno de los ejes de mis casi treinta años de vida política ha sido siempre ése: dar el protagonismo a los ciudadanos y limitar la intervención del Estado. Señoras y señores, queridos amigos, el Think tank Civismo, que ha tenido la generosidad de concederme este Premio Sociedad Civil, tiene como objetivo fundamental el de impulsar estudios e iniciativas que busquen, precisamente, fortalecer la presencia de las personas e instituciones privadas en la vida de nuestra sociedad. O, dicho de otra manera, fortalecer la llamada Sociedad Civil.
Ese objetivo del Think tank Civismo siempre me parecería muy acertado y digno de elogio, pero en las actuales circunstancias, cuando España está atravesando la crisis económica más profunda de muchas décadas, el objetivo de este Think tank se me hace imprescindible. Porque creo que una parte muy importante de las soluciones a la actual crisis pasa por analizar críticamente y redefinir la relación que debe existir entre la llamada Sociedad Civil y el Estado o, dicho de otra manera, entre el Estado y los individuos. En definitiva, creo que la crisis actual no se podrá solucionar sin dejar claro cuál debe ser el papel del Estado en la vida de los ciudadanos. Si analizamos los aspectos económicos de la crisis en términos de economía doméstica, como si fuera la economía de una familia, la explicación de la crisis resulta bastante sencilla. Todos, los ciudadanos, las familias, las empresas y las Administraciones Públicas, hemos gastado más de lo que teníamos. Para eso hemos tenido que endeudarnos. Y ahora hay que pagar esa deuda. Lo malo es que nos hemos acostumbrado a vivir por encima de nuestras posibilidades, y ahora ya no tenemos dinero para mantener ese nivel de vida, encima tenemos que pagar lo que debemos y los que nos pueden prestar dinero nos lo prestan muy caro. No nos queda más remedio que ahorrar, que reducir en lo más superfluo para mantener lo auténticamente importante e imprescindible. Eso es lo que haría una familia normal. Y eso es lo que tenemos que hacer todos. En ese proceso de determinar qué es lo esencial y qué es lo superfluo, las Administraciones Públicas tenemos una responsabilidad especial. Es verdad que hay que ahorrar porque no hay dinero para gastar tanto como gastábamos antes. Pero es que, además, esta crisis puede haber puesto de manifiesto una indeseable hipertrofia del Estado que lleva unida una disminución de las responsabilidades de los ciudadanos y, en el fondo, de sus libertades. El Estado puede y debe ayudar a los ciudadanos que lo necesiten a cuidar de su salud, a educar a sus hijos, a atender a sus mayores, a ocuparse de sus familiares con alguna discapacidad. Pero la responsabilidad fundamental de traer un hijo al mundo y de educarle recae en sus padres.
De la misma manera que la responsabilidad de cuidar de los mayores y de las personas con discapacidad recae en sus hijos y familiares. Y esas responsabilidades, como la de cuidar de la propia salud, no son transferibles. Si estas esenciales responsabilidades se dejan absolutamente en manos del Estado, si los ciudadanos abdican de sus responsabilidades, podemos caer en un Estado hipertrofiado en el que los ciudadanos se comporten como niños pequeños. Y eso no es deseable en ningún caso, ni aunque hubiera dinero para pagar todo. Si a los ciudadanos se les priva de su sentido de la responsabilidad, el paso siguiente será la desaparición del espíritu creativo, será la desaparición del impulso emprendedor, será la caída en el marasmo, que se dan en los estados totalitarios. Señoras y señores, queridos amigos, para terminar estas palabras de agradecimiento por el Premio que generosamente me han concedido, quiero felicitar al Think tank Civismo por todo lo que hace para mantener abierto el trascendental debate sobre el papel del Estado en la vida de nuestras sociedades y en la vida de nuestros ciudadanos.
Como he intentado mostrarles en mis breves palabras, se trata de un debate fundamental del que depende, en gran medida, la solución a la crisis que hoy vivimos y, sin duda, el modelo de sociedad que queremos para el futuro. Sólo me queda reiterar mi agradecimiento a Civismo y a Mario Vargas Llosa por este Premio, felicitar a este Think tank por las actividades que impulsa, y desearle que siga promoviendo los valores de la libertad y la responsabilidad de los individuaos que son los motores más seguros y eficaces del progreso de las sociedades.
Muchas gracias.