En mi último artículo, ¿Para qué luchamos?, traté de destacar que la meta, al menos terrenal, de la batalla en la que —queramos o no— estamos inmersos, no es otra que la de la construcción y perfección del hogar en todas sus dimensiones. Mencioné, asimismo, la importancia de la virtud en la defensa que algunos tratamos de hacer de la civilización que estamos empeñados en no ver desaparecer, de esa cultura material, linaje intelectual, tradición moral y fe que es parte indisociable de quienes somos hoy. Le pese a quien le pese.
Esta búsqueda de la vida noble, en términos de Séneca, habría de ser el afán de todos los que, de una forma u otra, en mayor o menor medida, se sienten parte del mismo ejército, rencillas internas aparte. Este esfuerzo constante… (seguir leyendo).