Corría el año 1976. En la ceremonia de entrega del Premio Nobel, presidida por el rey de Suecia, alguien gritó desde la tribuna de invitados: “Friedman, go home”. Nuestro personaje –el galardonado aquel año en el campo de la economía– no se inmutó. Pero el presentador del acto tuvo que pedir disculpas y añadió ante la sonrisa del premiado: “Bueno, podría haber sido peor”. Lo interesante no es la anécdota en sí; sino el hecho de que no nos sorprende demasiado que una actuación tan lamentable como ésta tuviera lugar. La razón está, seguramente, en una característica de Friedman que se puede aplicar, en realidad, a buena parte de los economistas profesionales: la ciencia económica explica las cosas tal como son y no como desearíamos que fueran. Lo cual a mucha gente no le gusta nada. Y no cabe duda de que, si alguien ha personificado la figura del economista en el siglo XX, ese ha sido Friedman.
Milton Friedman nació en Nueva York en 1912, en una familia de escasos medios económicos. Pero consiguió una beca para estudiar en la universidad; y en 1932, en los momentos más duros de la Gran Depresión, ingresó en Rutgers. Pocos años después, una segunda beca, para estudiar el doctorado de economía en Chicago, decidió su destino y abrió su larga relación con la Universidad de Chicago, que, con intervalos al principio, duraría más de cuarenta años. En 1977, tras jubilarse como catedrático, pasó a ser investigador de la Hoover Institution, centro al que permaneció ligado hasta su fallecimiento en 2006.
En opinión de Gary Becker, Friedman fue el economista más importante e influyente de la segunda mitad del siglo XX. Y fue, además, un personaje muy conocido, habitual en la televisión y en la prensa, cuya fama derivaba de su firme toma de posición en muchas cuestiones relevantes de la vida social. Pero no cabe duda de que su gran aportación a la economía se encuentra en su obra científica, que hay que encuadrar en el marco de la denominada Escuela de Chicago, término que no todos los economistas entienden de la misma forma.
Por una parte, esta expresión define una teoría económica basada en el modelo del equilibrio parcial, de carácter claramente empírico, que atribuye gran importancia a contrastar sus teoremas y proposiciones. Por otra, designa una aproximación a la teoría monetaria y a la macroeconomía, crítica del pensamiento keynesiano dominante durante muchos años en el mundo académico. Monetaristas frente a keynesianos era, en efecto, uno de los temas dominantes en el mundo de la teoría económica en la décadas de 1960 y 1970.
Y define también una visión liberal de la sociedad, que desconfía de la intervención del Estado y considera que la economía de mercado libre es la que permite obtener mejores resultados y mayor prosperidad para la gente. En los tres campos hizo Friedman aportaciones fundamentales, y en los tres ejerció una gran influencia en los economistas de las siguientes generaciones, que, en muchos sentidos, continúa viva.