Las posibilidades del liberalismo
4 de noviembre de 2019

Antes de abrazarlo, pensaba que eso del liberalismo consistía en un montón de hippies en caravanas viajando alrededor del mundo, que esta doctrina se oponía a cuanto significara orden. Soy hijo de la Benemérita, así que imaginen lo que supone para un adolescente renunciar a todo aquello que le han inculcado, aunque sea indirectamente.

Aprendí a manejar un ordenador antes que a leer. Mi hermana me leía lo que no entendía, memorizaba dónde tenía que hacer clic y, a decir verdad, me apañaba. De ahí me viene la pasión —que se ha convertido ya en una necesidad— de buscar todo en Google.

Aún recuerdo la primera vez que le pregunté a este buscador sobre liberalismo. Estaba terminando Bachiller, y me pasé la tarde entera leyendo sobre aquella nueva ideología que parecía describir exactamente lo que pensaba. Aquella tarde se convirtió en meses, y estos en años, durante los cuales seguí leyendo, informándome y estudiando. Claro está que no he terminado, ya que esto no para de evolucionar, y parece que algunos liberales han confundido el término, o lo han editado a su gusto. De los que no lo son, ni hablo, porque, con todo el respeto del mundo, la mayoría no saben ni de qué se trata. Lo confunden con capitalismo; este, con consumismo; el libre mercado, con proteccionismo; el ahorro, con la inversión, y así podríamos seguir hasta que me dolieran las falanges de los dedos de tanto escribir. Que, por cierto, hablando de falanges, me han llegado a decir que los liberales somos fachas, que estamos en contra de los inmigrantes y, por supuesto, de los trabajadores y pensionistas. Los desinformados ignoran que estamos a favor de la libertad, hasta el punto de que la llevamos grabada en el nombre. Mientras no coartes mi libertad (o la de otros) haz lo que te dé la real gana.

Si sois liberales, seguro que os han pasado cosas parecidas. Ni siquiera os preguntarán en qué consiste. No hay nada peor que un tonto convencido. Estoy siempre dispuesto a explicar, a desarrollar, a debatir; me encanta hacerlo porque, en su día, me vino bien a mí que otros (aunque a través de libros) me aclararan el meollo del asunto.

Ser liberal equivale a respetar, a ser tolerante, a no imponer, a argumentar, a amar la libertad por encima de (casi) todo. Estoy en contra de que una ley me obligue a pagar sanidad, educación y pensiones para jubilados y discapacitados. Cuando lo digo, enseguida me tachan de persona sin escrúpulos, así que intentaré explicarme. Me opongo a que me fuercen a ayudarles, no a ayudarles. Siempre que puedo, y de hecho lo hago, trato de contribuir al bienestar de aquellos que han tenido peor suerte que yo, pero eso no impide que deteste con todas mis fuerzas que me obliguen.


El liberalismo es la única ideología en la que todos los sistemas resultan posibles


Y claro, siempre me argumentan: “Qué más te da que te lo exijan si, igualmente, estás de acuerdo en ayudar a los demás, o en aportar a un fondo común que permita que cualquier persona, independientemente de su situación económica, pueda recibir un buen servicio.” Pues no me da igual, porque, así como estoy a favor de contribuir a muchas cosas, estoy en contra de hacerlo con otras tantas. Se trata de incentivos. Si la ley te obliga, significa que, incluso si los fondos desaparecen (véase la corrupción), te seguirán forzando a pagar, porque el Estado ostenta el monopolio en este sentido. En cambio, si es voluntario, con toda seguridad se cuidarán más esos fondos. Adicionalmente, como liberal, me toca respetar (aunque no me guste) que haya personas que decidan no ayudar. Se trata de su decisión, no de la mía. Cada quien tiene sus preferencias. De este razonamiento nace la segunda afirmación: “Es que entonces nadie pagaría”.

Todo el mundo dice lo mismo. Supongo que hablan por ellos. No hay nadie que haya dejado caer la posibilidad de que nos pusiéramos de acuerdo para ayudar voluntariamente a pensionistas, discapacitados, para crear un fondo común que permitiera costearse la educación o la sanidad a aquellas personas menos pudientes. ¿Acaso no es eso comunismo? No, el comunismo te obliga. El liberalismo, no. Por ello, se trata de la única ideología, o como cada uno quiera etiquetarlo, en la que todos los sistemas resultan posibles. Incluso el comunismo, si todos estuviéramos de acuerdo en vivir bajo esta fórmula, y siempre y cuando la decisión fuera libre y voluntaria, que nadie nos la impusiese. De hecho, a pesar de que un sistema con esencia comunista tendría cabida en el liberalismo, resulta poco probable que ocurra. Cada uno ve el mundo de un modo, de ahí la dificultad de que todos estemos de acuerdo sobre este punto.

¿En serio todo esto es posible con el liberalismo? No es lo que leerás sobre él, pero lo descrito anteriormente (ser solidario de forma voluntaria) resulta perfectamente factible. No contradice ninguno de los principios liberales. Siempre se pone el énfasis en que estos defienden la meritocracia, la máxima de que gane el mejor, y es cierto que suele ensalzarse al individuo que ‘se ha hecho a sí mismo’. Ahora bien, no hay nada que impida que se dediquen fondos, de forma libre, a ayudar a los demás. Por eso me declaro liberal. Porque puedo ser como realmente soy, sin miedos, sin juicios sociales. Así pues, partiendo de la base de que el liberalismo soporta todos los sistemas posibles, sin coartar libertades, se puede entender que aquellos que lo critican tienen miedo de los demás, o de sí mismos. Miedo de que, por no pagar voluntariamente la sanidad de otros, se les tache de lo que realmente llevan dentro.

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