El pasado domingo fallecía en su retiro en Ibiza uno de los filósofos españoles más importantes del último medio siglo, Antonio Escohotado. Para muchos, Escohotado era un padre ideológico al cual respetábamos y venerábamos en cada ocasión que teníamos. Sus ideas, la inmensidad de su conocimiento y la manera pausada pero directa de transmitirlo hacían de Escohotado un sabio y Maestro de los que hoy escasean.
Tendría 14 años cuando comencé a consumir conferencias, entrevistas, artículos y; un poco más tarde, libros de Escohotado. Nada más conocer quien era y empezar a ver alguna de sus conferencias me sentí absolutamente embriagado por su defensa descarnada y sin complejos de las ideas de la Libertad. Para muchos fue, es y será un referente al que estudiar, citar y admirar.
En lo personal, uno de los rasgos de Escohotado que más me gustaban eran su cercanía y afabilidad. Recuerdo un congreso organizado por la Universidad Francisco Marroquín en Madrid en 2018, en el cual Escohotado participó en una mesa redonda junto a Esperanza Aguirre y Pedro Schwartz. En la sala se respiraban respeto y admiración por la figura de Escohotado, quien no decepcionó a ninguno de los allí presentes. Escohotado siempre tenía algo adicional que aportar, construyendo una defensa alternativa de las ideas de la Libertad, en todo momento basada en un principio que para él era casi sagrado: el respeto irrestricto al proyecto de vida del prójimo.
En el mencionado congreso tuve la enorme fortuna de que la Profesora María Blanco me presentara a Escohotado. Yo estaba muy nervioso y casi me bloqueé al tener enfrente a alguien de su talla intelectual. Al iniciar la conversación y dirigirme a él de usted, Escohotado me calló y me insistió muy seriamente en que no lo repitiera. Tras ello, estuvimos charlando un buen rato sobre el liberalismo en Europa, sobre el cual, Antonio, tenía depositadas pocas o ninguna esperanza. Tras ello, coincidimos en un par de congresos y conferencias más, en los cuales tuve el privilegio de poder preguntarle sobre temas que rondaban mi cabeza y para los cuales Escohotado siempre tenía tiempo y una elocuente respuesta. Esa afabilidad y trato directo con la gente, esa inteligencia generosa, eran rasgos distintivos de un referente como Antonio Escohotado. Su manera de ser, su manera de vivir y sus ideas eran elementos inseparables.
Políticamente, Escohotado es otro de los muchos intelectuales que transitaron desde el marxismo de su juventud al liberalismo en una edad más adulta. Lo más curioso es que Escohotado, al ser preguntado al respecto, se definía a sí mismo cómo socialdemócrata, no queriendo dejar el término exclusivamente en manos de aquellos que consideraba que lo habían pervertido. En este sentido, la defensa de la Libertad que hacía Antonio Escohotado era una defensa alejada de todo dogmatismo y utopía, siendo capaz de congregar a su alrededor a multitud de personas con ideas muy diferentes pero que sentimos amor por la Libertad. Es por ello por lo que, tras su fallecimiento, vimos obituarios publicados por gentes muy diversas: desde personas muy conservadoras hasta socialdemócratas y algún que otro socialista; todos ellos unidos por algunas u otras ideas de Escohotado.
Al inicio del pasado verano, el periodista Ricardo Colmenero publicó Los penúltimos días de Escohotado (La Esfera de los Libros, 2021), un libro construido a partir de una larga entrevista de varias semanas a Escohotado en su retiro en Ibiza. Leyéndolo, mi intención era conocer la faceta más personal de Escohotado y cómo sus ideas conectan con esta. En él, Antonio se abre completamente con Colmenero y relata muchas de sus vivencias más extravagantes, sus miedos más profundos, sus deseos más inconfesables e incluso algunas de sus ideas particulares que, hasta ahora, eran desconocidas.
Escohotado era esa risa rasgada. Era ese cigarro pixelado en las entrevistas de televisión. Era el atrevimiento para responder lo que realmente pensaba y no lo que le decían que debía pensar. Era la rebeldía a través del conocimiento y la valentía frente a lo desconocido. En definitiva, era un sabio hedonista que amaba la vida en su plenitud y no se escondía frente a sus adversidades.
Es improbable que en mucho tiempo volvamos a tener a alguien remotamente parecido a Escohotado, pero siempre nos quedarán sus conferencias, sus obras y ese recuerdo de su risa. Gracias por todo, Maestro.