El sábado 23 se celebró en el salón de actos del Colegio San Francisco una ponencia sobre la Neutralidad de las Administraciones, organizada por la Asociación Pompaelo y por el Think Tank Civismo, que tuvo como protagonista a la cabo de los Mossos d’Escuadra Inma Alcolea.
La ponente se ha hecho conocida por la persecución sistemática que ha recibido por parte de los mandos de su organización, y porque les ha llevado a los tribunales, ganando ya los primeros juicios.
Es un símbolo de la resistencia a la imposición separatista que sigue sin dejarse usar por ningún partido.
Durante su exposición, Inma Alcolea describió con ejemplos muy gráficos el modo en que la dirección de los Mossos, y especialmente su División de Asuntos Internos, viene tratando de modo completamente diferente los comportamientos de sus trabajadores en función de la ideología que defiendan. Según ha indicado, se trata de un comportamiento que puede suponer un expediente y una suspensión de empleo y sueldo para un constitucionalista, acaba en un cajón para un separatista.
Acciones que con el manual en la mano son mucho más graves, se castigan con traslados y subidas de sueldo, como la del guardaespaldas de Puigdemont. Para un Mosso antidisturbios en plena actuación, decir que “La república no existe, idiota” es un comentario inaceptable que merecen expediente y suspensión, mientras para un policía rural y un bombero oponérsele y obstaculizar su trabajo (uniformados y contraviniendo el reglamento) son opiniones y comportamientos aceptables.
Según ha dicho, “unas actitudes que se basan en la discrecionalidad que tienen los mandos políticos en una organización con un porcentaje enorme de mandos interinos, y por tanto sujetos al capricho de sus superiores. Pero también en procedimientos de ascenso que incluyen pruebas como una entrevista oral sin testigos ni grabación con la que reclamar. Y que se extienden a muchos otros ámbitos de la administración catalana.Y unas actitudes que se desarrollan porque no existe contrapeso efectivo·”.
Las instituciones del Estado y los partidos que las han dirigido, han “abandonado” a los ciudadanos catalanes en manos de los dirigentes nacionalistas a cambio de sus votos en el Congreso, en opinión de Alcolea. Sólo queda la Justicia, sometida a un acoso creciente. Como resultado, cualquier resto de la neutralidad exigida a las instituciones tanto por el Constitución como por el mismo Estatut brilla por su ausencia. Inma Alcolea es “una heroína y un testimonio vivo en la lucha por la libertad”, como la describió Julio Pomés, presidente de Civismo. Pero Inma Alcolea quiere salir de Cataluña.
El coste personal y profesional, la presión emocional permanente son tales que prefiere dejar atrás su trabajo y su hogar, como han hecho tantos y harán más. Ahí también le falla la administración, que no ha desarrollado una ley de 2015 que establece que los miembros de las policías autonómicas podrán pasar a la Policía Nacional.
La historia de Inma ilustra un problema más amplio, de acuerdo con Miguel Cornejo, presidente de Pompaelo: el marco legal que permite a sus perseguidores actuar así.
“En España, y en Navarra, cada nuevo gobierno no sólo cambia a ministros, directores generales y subdirectores, o a los directores de las empresas públicas, sino que influyen en muchos más. Gracias a una legislación que permite un exceso de puestos ‘de confianza’ o de ‘libre designación’, el mérito y la capacidad quedan subordinados a la afiliación política. Un efecto que se agrava con el abuso de los puestos interinos, como en la Policía Foral, o de normas discriminatorias como la ley del Euskera. Cuando eso sucede en Hacienda o en Obras Públicas, puede desembocar en clientelismo o en corrupción. Cuando llega a Justicia o a Interior “tenemos un problema mucho más grave, y es que la gente que tiene que hacer cumplir la ley, la gente que tiene que hacer que la convivencia tenga un marco en el que todos nos sintamos protegidos, ya no es parcial. Y entonces tenemos un problema grave de libertad”.
Una libertad que, como indicó Julio Pomés, tiene que defender la “gente libre” que la aprecia, frente a “quienes quieren imponernos sus ideas”.