CICERÓN, en el año 63 de nuestra era cristiana, pronunciaba esta frase ante el Senado Romano para denunciar la conjura preparada por Catilina para hacerse con el poder absoluto, por encima de las instituciones de la Roma Imperial: «¿Hasta cuando abusarás de nuestra paciencia?».
Hoy, casi 2.000 años más tarde, podemos tomar prestada esta frase de Cicerón y, cambiando el nombre del asaltador, decir: «¿Hasta cuándo Sánchez vas a abusar de nuestra paciencia?». La respuesta sospecho que es conocida: todo lo que pueda, pues poco le importan los españoles, a muchos de los cuales se les acabó la paciencia y a otros muchos les queda poco. Ojo, presidente Sánchez, que cada vez son más los que no le creen y ya tiene, aunque Tezanos le diga otra cosa, a medio país enfrente.
El Ejecutivo acaba de dar nuevas muestras de su estilo de gobernar. No es su propósito solucionar los problemas que tiene España. Quizá sus miembros son conscientes de que no saben cómo hacerlo, más bien son expertos en crear problemas o agrandarlos. Y todo ello desuniendo a los españoles con nuevas leyes cada vez más sectarias fraccionando y desestabilizando la paz ciudadana y enfrentando a unos españoles con otros.
Sánchez, no abuse de nuestra paciencia, no haga más daño a los españoles. Retírese.
Un país está sin rumbo cuando quienes están al frente del mismo, y por petición expresa de los enemigos de España, se dedican a insultar, ofender y humillar al Jefe del Estado, al Rey, al que han jurado previamente la lealtad. Cuando los miembros del Gobierno atacan a todas las instituciones que sustentan el equilibrio del país, algo muy grave está sucediendo.
El espectáculo que ofrecen el presidente del Gobierno y su colección de palmeros disparando contra todo es insólito en el contexto europeo. No se conoce (ni en la llamada cohabitation francesa) un país democrático en el que un jefe de Gobierno y sus ministros estén instigando, acosando, desacreditando al jefe de su Estado. Aislar al Rey, secuestrarlo, no defenderlo, es una cobardía sin nombre cuando conocen su imposibilidad (obligado por la neutralidad constitucional) de defenderse a sí mismo.
El reciente veto al Rey en Barcelona para la entrega de los despachos a los nuevos jueces ha sido otro intento (y ya van muchos) de reducir a insignificante su papel, con el fin de poder avivar el debate sobre la forma de Estado, claramente recogida en la Constitución.
Quousque tándem? Los ataques se producen al poder judicial, símbolo de la Justicia y la imparcialidad; a la vida parlamentaria (se gobierna cada vez más por decreto ley); o a las comunidades autónomas, asumiendo competencias que les corresponden y con las que ministerios como los de Sanidad o Educación no saben qué hacer. Y a los municipios, con el reciente intento de sustraerles sus fondos, de lo que luego se retractan. Y muchos más casos, demasiados, para enumerar en un solo artículo.
Han sido dos largos años de disparates, de desorden, de falta de estrategia en la acción política, de errores sin límites, de ir hundiendo a España poco a poco en lo económico, social, político y sanitario.
Quousque tándem? ¡Márchese! Los españoles lo agradecerán.
Solo por lo que ha engañado a los españoles, por las mentiras a las que ha acudido tantas veces, debería estar ya fuera de cualquier responsabilidad pública. No pactaría jamás con Bildu ni con los independentistas, Podemos no le dejaría conciliar el sueño… «¿Cuántas veces quiere que le diga que con Podemos no pactaré?». Tres días duró esta solemne afirmación. Votantes engañados, socialistas a tragar.
No ha dado nunca una sola cifra o dato económico que haya resultado cierta tres meses después. En Europa ya está desenmascarado y los líderes europeos no le dan velas en el entierro. La prensa europea que le acogió con entusiasmo hoy le despelleja: Le Monde, The Guardian, Der Spiegel, The New York Times, The Economist… son sus mayores críticos, y le señalan como el peor gobernante europeo.
Para conservar e impulsar su poder de forma obsesiva acude a lo que haga falta. Tras transformar para protección propia la Fiscalía, ahora va de forma escandalosa a por los jueces y, después, a por la Monarquía. Tras forzar la cruel salida de Don Juan Carlos de España, ahora van (profanando su «lealtad») a por el Rey Felipe VI, pues el objetivo final –que nadie lo dude– es derribar la Corona. Pero ésta es una torre más alta y difícil de tumbar si los españoles, hoy indignados con el abuso, permanecen fieles y leales al bastión de nuestra libertad.
A Sánchez hay que expresarle lo que tantos piensan. Que por la salud de todos, él incluido, es necesario que deje el puesto.
Ante todo lo que hemos visto y estamos viendo no podemos permanecer impasibles. Debemos ser activos, informar a otros que envíen documentación y participar en cuantas acciones y ocasiones se presenten.
¿Qué hacer cada uno? Escribir, denunciar, utilizar las redes sociales, no equivocarnos de adversario: es uno y se llama Sánchez. Lo que está en juego es mucho: la libertad, la democracia. El futuro de los nuestros. El futuro de España.
Cuando la Monarquía ha dado muestras evidentes de haber sido la fórmula de Gobierno que más progreso y bienestar ha traído a España, en varios siglos, ahora se pretende sin causa alguna atentar contra ella para irla minando, cuestionando su utilidad como símbolo de la inquebrantable unidad de España.
La pésima gestión económica de Sánchez nos ha llevado al mayor déficit jamás conocido por España; a la caída de todos los índices de endeudamiento, de desempleo, de déficit, de enfermos de Covid, de fallecidos, de contagiados, etcétera. Ser los últimos europeos en tantas estadísticas es algo que debería hacer reflexionar a Sánchez. Resulta obvio que eso por ahora no lo hará, y no le dejaran hacerlo los miles de paniaguados que viven de ello. Pero la realidad es tozuda y serán sus propios socios y colegas los que faciliten su salida.
La mesa bilateral con los independentistas y secesionistas catalanes, el propósito de blanquear a los asesinos etarras, la creación de una mesa catalana de diálogo con los que quisieron romper y rompieron la unidad constitucional y tantas otras observaciones propuestas o aprobadas por Sánchez pesarán sobre él de por vida.
Quousque tándem? Sánchez, échese a un lado, apártese, ya son millones de españoles los que se lo piden.
Para concluir, los que suman una España unida, los que creen en una sociedad de orden, de convivencia, de consenso, debemos escribir, denunciar, participar, manifestarnos, luchar por el bien y la prosperidad de todos los españoles. Lo que está en juego es mucho: la libertad, la democracia y el futuro de los españoles.