La elección de Jair Bolsonaro como presidente de Brasil ha indignado a la izquierda de medio mundo. Pero lo más interesante es la sorpresa con la que se han encontrado sus adversarios, que no entienden que tal hecho haya podido suceder. Y la razón, sin embargo, es bastante sencilla. Bolsonaro ha ganado más por deméritos ajenos que por méritos propios. Lo mismo que le sucedió, por ejemplo, a Donald Trump quien, aunque era rechazado por mucha gente, dio la sorpresa en las urnas. Y no son, desde luego, los únicos casos de populistas en los que la población deposita su confianza ante la mala gestión de los partidos que anteriormente ocupaban el poder.
El comportamiento de los votantes en una democracia es complejo, y es evidente que algunos resultados electorales se explican porque, a menudo, la gente vota contra alguien más que a favor de alguien. Muchos norteamericanos dieron su voto a Trump para mostrar su disgusto con el Partido Demócrata y, en concreto, con una persona como Hillary Clinton, que representaba de manera bastante clara sus ideas y su forma de hacer política.
Y no cabe duda de que el voto a Bolsonaro supone, ante todo, el deseo de dejar a un lado la corrupción y el mal gobierno de la izquierda brasileña.
No debe olvidarse que la presidenta Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores, fue destituida por el Congreso por maquillar las cuentas públicas y aprobar medidas económicas sin cumplir los requisitos legales establecidos. Y que el líder de dicho partido, presidente de Brasil entre 2003 y 2011 y máximo representante de la izquierda, Lula da Silva, está en la cárcel, condenado a 12 años de prisión por varios delitos de corrupción y lavado de dinero, y tiene todavía diversos asuntos pendientes con la justicia en causas similares.
Y, como en España hay siempre gente pintoresca, resulta que nuestra izquierda no solo rechaza a Bolsonaro, sino que también defiende al gran corrupto. Me preguntaba, hace poco, un colega brasileño, que había leído un artículo en defensa de Lula en un diario digital español: “Pero, ¿cómo es posible que aún apoyen a Lula, por muy de izquierdas que sean?”.
No fui capaz de darle una respuesta coherente.