Este 9 de mayo, Día de Europa, la Fundación Civismo ha celebrado una nueva edición de su Seminario de Pensamiento, un ciclo mensual de encuentros en los que se abordan ideas clave para comprender la sociedad de hoy y el mundo de mañana.
Este seminario titulado “Europa y sus padres fundadores: la UE como contrapoder político”, ha contado con la participación de Núria González, profesora de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona, y ha sido moderado por Ángel Rivero, profesor titular de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid. La ponencia, organizada por la Fundación Civismo junto a la Fundación Ortega-Marañón, la Fundación Konrad Adenauer y el Club Tocqueville, ha reunido a estudiantes, académicos y profesionales interesados en reflexionar sobre el papel actual de la Unión Europea como límite –jurídico, político y moral– frente a los excesos del poder estatal.
La conferencia ha comenzado con un recorrido por los orígenes intelectuales y políticos del proyecto europeo. A partir del célebre discurso de Winston Churchill en 1948, donde el líder británico hablaba de unos “Estados Unidos de Europa”, González ha planteado la cuestión de fondo que ha atravesado toda la sesión: ¿puede la UE actuar hoy como contrapoder político efectivo frente a la erosión del Estado de derecho? ¿Y fue esa, en realidad, su vocación original?
Para responder, se han propuesto tres formas de entender el proceso de integración. En primer lugar, la visión de los nacionalistas, que consideran que la UE debilita la soberanía nacional. En segundo lugar, la posición de los federalistas, que ven en la integración la superación del Estado-nación. Y, en tercer lugar, una lectura más matizada, defendida por el historiador Alan S. Millward, según la cual la integración no destruyó a los Estados, sino que los salvó, permitiéndoles adaptarse y seguir cumpliendo sus funciones bajo nuevas condiciones internacionales.
En ese sentido, González ha subrayado que el verdadero motor del proceso de integración no fue únicamente económico, sino profundamente moral y civilizatorio. En 1950, en un continente marcado por la destrucción del nacionalismo y la amenaza soviética, las nuevas instituciones europeas funcionaron como contrapeso a los peligros externos. Los fundadores –Schuman, Adenauer, De Gasperi y Monnet– compartían no solo una afinidad ideológica democristiana, sino también una amistad personal que permitió forjar un ideal común: ningún Estado podía sobrevivir solo, y la cooperación era indispensable para evitar una nueva catástrofe.
Dentro de ese ideal, citando al jurista Joseph Weiler, el proyecto europeo no puede desvincularse de una tradición moral cristiana, basada en el perdón, la reconciliación y la dignidad humana, e influenciada por pensadores como Jacques Maritain, que permitió forjar una ideología y entorno cultural que hiciera frente al comunismo.
Al abordar las distintas posturas entre los fundadores, mientras Schuman y De Gasperi apostaban abiertamente por la integración política, Monnet defendía un enfoque más gradual y funcional, convencido de que los intereses nacionales debían ser superados mediante la creación de instituciones independientes. De esta visión nació la Alta Autoridad de la CECA, antecedente de la actual Comisión Europea, concebida como garante del bien común frente a la lógica del Estado-nación.
Pero, quizás, el momento culmen de la conferencia ha llegado al abordar el presente. Hoy, ha afirmado la ponente, la UE sigue actuando como contrapoder, pero ya no frente al nacionalismo agresivo del pasado o la expansión comunista del Este, sino frente a las amenazas internas que sufren las democracias europeas: retrocesos en el Estado de derecho, abusos de poder y debilitamiento institucional. Aunque los mecanismos no siempre sean efectivos, existen instrumentos políticos y judiciales que demuestran que la Unión ha asumido un papel de vigilancia democrática, reflejando así la conciencia institucional de los riesgos actuales.
El Seminario ha finalizado recordando una idea central que ya sugirió Jean Monnet: la democracia no se sostiene solo bajo el paraguas de la intención y el ideal, sino a través de normas, procedimientos y límites al poder. En este sentido, la UE como construcción política sigue siendo fundamental para garantizar la libertad y la dignidad de las personas dentro de los propios Estados nacionales. Y, por ello, vale la pena seguir defendiéndola.
La Fundación Civismo, comprometida con promover ideas que hagan comprender la realidad de hoy y el mundo de mañana, organiza este ciclo de seminarios, un viernes al mes a las 19:00 horas en la Biblioteca de la Fundación Ortega-Marañón. Puedes inscribirte al próximo seminario, con Fernando Vallespín, en ESTE ENLACE.