El pasado viernes 15 de noviembre, Emilio Lamo de Espinosa ofreció una ponencia sobre “La sociología liberal de Max Weber” enmarcada dentro del Seminario de Pensamiento de la Fundación Civismo, organizado junto a la Fundación Konrad Adenauer, el Club Tocqueville y la Fundación Ortega-Marañón.
Es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, y como gran académico de impresionante trayectoria profesional, compartió un discurso tan exquisito que logró explicar de una manera clara, ordenada y profunda el pensamiento del sociólogo por excelencia del siglo XX, Max Weber. El Seminario fue moderado por Ignacio Blanco, catedrático de Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo y director del Centro de Estudios Orteguianos, de la Fundación Ortega-Marañón.
Para comprender nuestro mundo es imprescindible acercarse a Max Weber. Tal y como comentó Emilio, la obra del alemán ha tenido, en el globo entero, un impacto deslumbrante, obteniendo hasta el doble de referencias que los escritos de Karl Marx. Su pensamiento, junto con el funcionalismo de Durkheim y la teoría del conflicto de Marx, constituye una de las tres patas principales de la Sociología. Sin embargo, si por algo es tan relevante Weber, es por las grandes contribuciones y novedades que consigo trae a esta ciencia.
La ética protestante y el espíritu del capitalismo, el legado de Max Weber
Primero, así lo señalaba Lamo de Espinosa, “abre la caja del sujeto para entrar en él”. Si Durkheim y Marx son estructuralistas, y por tanto se centran exclusivamente en la sociedad, Weber entiende que el sujeto también es “actor”, en el sentido más radical de la palabra. Es decir, el individuo es un alguien que, por medio de su hacer, de símbolos e ideas, va configurando el ser social, de modo tal que no está plenamente determinado por la sociedad, sino que tiene capacidad de transformarla. No obstante, dentro del contexto del siglo XX, Max Weber en ocasiones verá este hecho innegable -que el ser humano es libre- más como una carga y enorme responsabilidad en vez de un privilegio y beneficio. Hablará, en esta línea, con un toque plenamente pesimista, de la jaula de hierro en la que vivimos encerrados.
Segundo, Max Weber ha sido tan leído en el mundo entero justamente porque ha superado la lógica eurocéntrica de tantos pensadores occidentales. Ve a Occidente como una civilización más, de ahí que tenga influencia, a diferencia de Marx, fuera de este continente. De hecho, insistió Emilio, Weber tiene una sociología de la religión en India y en China.
Y, en tercer lugar, en la línea de lo anterior, la gran aportación de Weber es, sin lugar a duda, su propia obra. En concreto destaca La ética protestante y el espíritu del capitalismo. En este tremendo legado de Weber, hallamos elementos totalmente distintivos y pertinentes: una sociología comprensiva (que establece que la sociología no solo ha de exponer y dibujar el mundo sino comprenderlo desde dentro), una teoría de la acción, de dominación y del Estado, y una sociología de la religión. Aquí, en esta última novedad, Emilio Lamo transmite la importancia que posee la idea weberiana sobre el “ascetismo intramundano”. Más allá de la veracidad o no de esta tesis, el modo en que explica y razona la base puritana calvinista del capitalismo, y su deriva a un modelo vaciado de su espíritu original, pone de relieve la increíble inteligencia del autor.
Al final, Weber es un sabio entre sabios, cuya obra se gestó en un momento tan apasionante como desgarrador, en un tiempo de gloria para la universidad alemana pero también de escalada bélica en Europa. Emilio Lamo ha sabido detectar el enorme valor que recoge este pensador, y aún más, ha mostrado en este seminario ser capaz de transmitir, en una explicación brillante, la sociología liberal de Max Weber.