El economista callejero. 15 lecciones de economía para sobrevivir a políticos y demagogos
El economista callejero. 15 lecciones de economía para sobrevivir a políticos y demagogos
Kaiser, Axel
11/12/2025

Deusto, 144 pp. (2022)
Axel Kaiser

Axel Kaiser publicó El economista callejero con un propósito claro: devolver la economía al terreno del sentido común. Frente a la confusión habitual del debate público, el autor propone quince lecciones breves y claras que explican, sin tecnicismos, los fundamentos que rigen cualquier sociedad próspera: precios, oferta y demanda, productividad, incentivos, competencia, capital. Su tesis es sencilla pero crucial: la mayoría de los errores políticos y de las frustraciones sociales nacen de no comprender estos principios elementales.

Kaiser desmonta con precisión muchas de las ideas que dominan el discurso contemporáneo: la ilusión de que el Estado puede repartir riqueza sin antes crearla, la tentación de subir impuestos sin medir sus efectos, el mito de que la regulación siempre protege, la creencia de que el bienestar puede expandirse por decreto. Su defensa del libre mercado no es un acto de fe, sino una constatación empírica: las sociedades que respetan los incentivos, la propiedad y la competencia generan más oportunidades y reducen la pobreza de manera más eficaz que cualquier plan centralizado.

Lo más valioso del libro es su vocación pedagógica. Kaiser no sermonea, explica. No dramatiza, ordena. Invita al lector a mirar la economía como una herramienta para entender la realidad y no como una doctrina reservada a expertos. El economista callejero es, así, un antídoto contra la ingenuidad económica: un recordatorio de que, sin comprender cómo funcionan los recursos y los incentivos, los ciudadanos quedan a merced de promesas imposibles y de políticas que, aunque bienintencionadas, terminan empobreciendo.

En definitiva, un libro claro, directo y útil, especialmente en tiempos en los que la inflación, el intervencionismo y el desorden fiscal vuelven a recordarnos que la economía, querámoslo o no, siempre acaba imponiendo sus reglas.

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