Editorial Página Indómita, 96 pp. (2025)
Raymond Aron
En tiempos de ruido y consigna, volver a Raymond Aron resulta un ejercicio de higiene intelectual. Frente a la arrogancia moral y el dogmatismo ideológico que hoy impregnan la vida pública, su pensamiento conserva la serenidad de quien analiza sin odiar y razona sin gritar. La esencia del totalitarismo, recién publicada por Página Indómita, es una breve pero poderosa muestra de esa lucidez. Aron escribió este ensayo en 1954 como respuesta a Los orígenes del totalitarismo de Hannah Arendt, y lo que ofrece no es una réplica, sino un diálogo entre dos inteligencias que vivieron el siglo XX desde la conciencia de su tragedia.
Aron parte de una idea esencial: el totalitarismo no es una simple exageración del autoritarismo, sino un sistema con lógica propia, sostenido por tres pilares —el partido único, la ideología oficial y el terror organizado—. Lo que lo define no es sólo la violencia, sino su pretensión de abarcarlo todo, de moldear incluso la conciencia individual. Arendt había subrayado el carácter radicalmente nuevo de este mal; Aron, más prudente, advierte que el impulso de dominar al hombre en nombre de una idea recorre toda la historia política moderna. Y que, bajo formas más amables, sigue latente en cualquier sociedad que abandona la autolimitación.
Ahí reside la actualidad del texto. Aron nos recuerda que la libertad no muere de golpe, sino por erosión: por la progresiva sustitución de la responsabilidad personal por la obediencia moralmente justificada, por la colonización política de la cultura, los medios y la educación. El totalitarismo comienza cuando el Estado deja de ser un árbitro y se convierte en tutor, cuando pretende decidir qué es verdad, qué debe pensarse o cómo deben hablar los ciudadanos. No hacen falta campos de concentración para destruir la libertad; basta con el paternalismo revestido de buenas intenciones.
El autor francés, liberal sin dogmas, desconfiaba tanto de la utopía del mercado perfecto como del redentorismo estatal. Su defensa de la libertad se asentaba en la responsabilidad individual y en la modestia del poder. Por eso su crítica a Arendt no busca corregirla, sino completarla: entender el mal sin idealizar la virtud. En sus páginas late la convicción de que la democracia sólo se sostiene sobre ciudadanos que piensan por sí mismos, no sobre masas guiadas por líderes que prometen protección a cambio de obediencia.
La esencia del totalitarismo no es sólo una lección de historia política, sino una advertencia vigente. Cuando los gobiernos confunden la lealtad institucional con la adhesión ideológica, cuando la prensa se somete o la justicia se acomoda, conviene recordar que la frontera entre democracia y despotismo es más frágil de lo que parece. Aron lo escribió hace setenta años, pero su mensaje podría firmarse hoy: la libertad no se defiende desde el poder, sino desde la conciencia individual.
Sobre Fundación Civismo
Civismo es un think tank, o catalizador de ideas, que trabaja en la defensa de la libertad personal bajo los principios del liberalismo clásico. Mediante su labor investigadora, evalúa los efectos de las políticas económicas y sociales, los comunica a la opinión pública y propone alternativas. Promueve así una sociedad civil activa, que se involucre en el diseño de unas políticas públicas hechas a la medida del ciudadano, de modo que éste pueda ejercer su libertad individual, contribuyendo así a la prosperidad colectiva. Sus principales valores son la primacía de la persona, la tolerancia, el Estado limitado y representativo, el imperio de la ley, la propiedad privada y el libre mercado.




