Parece que las autoridades de Arabia saudita han no sólo ejecutado injustamente al líder religioso chiita Sheik Nimr-Al Nimr sino cometido un error político. Constreñidos, según sus prácticas, a ejecutar a 43 supuestos terroristas sunitas, los dirigentes de Riad son generosos en la aplicación de la pena de muerte, han metido en la misma operación, como treta compensatoria, a varios chiítas entre los que se encontraba el clérigo citado que, por lo que cuentan, era un apasionado adversario de la casa reinante saudita pero no abrazaba el terrorismo.
Con esto, la escisión entre las dos ramas predominantes del Islam, sunitas y chiítas, alcanza cotas que hacen palidecer a la que se creó en Irak cuando la invasión yanqui. Un líder chiíta ha afirmado que esto abría la puerta de los infiernos, un sunita libanés dice que la injerencia de Irán en los países árabes es creciente y debe parar etc…En dos días ha habido ruptura de relaciones de varios países árabes con Irán, mientras que en Irak, con gobierno chiíta se, dice que se expulse al Embajador de Arabia saudita (sunita).
La disputa puede incidir en varios escenarios de la zona: en Yemen, donde tres cuartas partes de la población precisan de ayuda humanitaria, donde Arabia Saudita e Irán libran una guerra por poderes y donde la ONU confiaba en alcanzar un cese el fuego en los próximos días… todo se paraliza
Las negociaciones sobre la paz en Siria, cuyo inicio ha sido hilvanado cuidadosamente en los últimos meses, pueden abortar. No olvidemos, los europeos, que en Siria ha habido 250.000 muertes y el mayor número de refugiados que invade Europa procede de allí.
La ejecución puede tener efectos importantes sobre la situación interna en Irán (de clara mayoría chiíta) y jugar en contra de los moderados del moderado Rohani. Irán puede dar pocas lecciones de respeto a los derechos humanos, el año pasado ejecutó a más de 950 personas, más que Arabia Saudita, pero el equilibrio existente en el tablero político del país puede romperse en favor del búnker radical que está irritado con que su gobierno haya accedido a congelar su programa nuclear. El asalto a la Embajada saudita lo prueba. Con los antecedentes existentes en Teherán donde hace décadas los Guardias de la revolución invadieron la Embajada estadounidense y mantuvieran en ella como rehenes durante 444 días a todo el personal diplomático que encontraron (reflejado en la película “Argo” ) resulta raro que las autoridades no previeran lo que podía ocurrir y sellaran militarmente los alrededores de la Embajada saudita. Todo apunta a que había elementos del régimen, a los que importa un pimiento la violación del derecho internacional, interesados en que el asalto y quema del edificio se produjera. Algo con lo que colocar al moderado Rohani en una posición embarazosa.