Reino Unido paga la factura del Brexit con una economía estancada
13 de diciembre de 2019

La desaceleración económica como fenómeno global está provocando que muchos países que, a priori, preveían crecer de forma sólida, vean ahora moderarse sus expectativas. Ha ocurrido con Alemania, Francia, Estados Unidos o la propia China. Por su parte, el caso de Reino Unido, que también atraviesa los efectos de este enfriamiento económico, es peculiar, dado que la incertidumbre relativa a todo lo que tenga que ver con el Brexit ha generado un fuerte impacto.

Según datos de octubre del PIB británico publicados por la Oficina Nacional de Estadística (ONS), este país registra su menor ritmo de expansión desde 2012, al situarse en el 0,7%. Sin embargo, su economía lleva ralentizándose desde 2015, tras un fantástico año en el que se expandía al 2,2%. Desde entonces, en 2016 lo hizo un 1,9%; en 2017, un 1,8%; y en 2018, un 1,4%. Ahora, para 2019, se prevé un 1,3%.

Estos crecimientos de la economía británica, aunque leves por el contexto y la coyuntura económica, muestran una robustez similar a la media estimada para la Unión Europea, de entre el 1% y el 1,2%. Sin embargo, con el calendario en la mano, lo cierto es que, desde el referéndum en el que Reino Unido decidió salir del marco común europeo, su economía no ha dejado de contraerse, ajena al ciclo expansivo que se vivía.

Una disminución en la que, a causa del Brexit y la incertidumbre de una posible salida sin negociación, la economía británica se ha dejado por el camino cuatro años de crecimiento. Su solidez, por ser menos dependiente de factores como la demanda y el sector exterior, le ha ayudado a contener los descensos. No obstante, si observamos la tendencia, es claramente desalentadora.

A medida que se van despejando dudas sobre el Brexit, a la vez que se espera que sí haya acuerdo, las previsiones vuelven a mostrarse al alza para la economía británica. Sin embargo, la desaceleración que ha vivido podría verse agravada si las tensiones sacudieran de nuevo la economía global, en un escenario en el que comenzasen las recesiones en las principales economías del mundo. Un panorama que, esta vez, sí podría poner a Reino Unido contra las cuerdas.

Y es que, aunque ahora denote una mayor estabilidad, sigue pendiente del proceso de salida, el cual está limitando su potencial, una vez más, por la incertidumbre. Se espera ponerle fin en enero, fecha fijada por Boris Johnson para abandonar el bloque comunitario. No obstante, todo está por determinar, ya que, aunque vaya favorito en las encuestas, el 12 de diciembre todavía debe ganar las elecciones.


La incertidumbre está limitando el potencial de crecimiento de la economía británica


Aun cuando se eliminasen las incertidumbres, es innegable que la economía británica se ha visto afectada negativamente por el Brexit. La cuestión de si en mayor o menor proporción quedará pendiente de un estudio completo, una vez acabe el proceso de salida. No obstante, el incumplimiento de todos los pronósticos que apuntaban a un crecimiento superior al 2% muestra la factura que el Reino Unido deberá pagar por la mala gestión que se ha estado haciendo hasta ahora.

Una que ha tenido un impacto bastante perjudicial para la industria, la divisa, así como el conjunto de indicadores que conforman la actividad económica final, y que muestran ese mayor estancamiento ante la resolución del conflicto. Si a ello se suma la precaria situación de la economía global, donde se compaginan la guerra comercial y las anomalías propias del fin del ciclo expansivo, tenemos la tormenta perfecta para la economía británica.

Por todo ello, Reino Unido debe tomar decisiones más pronto que tarde, al objeto de terminar con esa incertidumbre que está lastrando todos los indicadores. Este país tiene una gran capacidad para crecer, una economía sólida y fuerte, pero la mala gestión que padece con el actual mandatario, así como todos los problemas que ya cosechó con su predecesora, Theresa May, han acabado siendo una rémora y dejándolo estancado.

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