¿Es el plan de Trump una solución para Palestina?
3 de marzo de 2020
Introducción

El pasado 28 de enero de 2020, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, desvelaba, junto con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, el denominado “plan del siglo”: Peace to Prosperity (Paz hacia la prosperidad), que supondría el fin y la resolución del histórico conflicto árabe-israelí. Dicho plan, que ha suscitado un profundo rechazo de los líderes palestinos, traería consigo el reconocimiento de Palestina como Estado independiente, aunque con fuertes limitaciones, y una posible conclusión al largo y fallido proceso de paz entre los dos territorios.

Para comprender el significado de este nuevo proyecto, es esencial conocer las medidas que abarca y la situación actual de Palestina: el debilitamiento de sus gobiernos y la frustración de su sociedad por los continuos fracasos de los acuerdos internacionales. También resulta imprescindible tratar, brevemente, las relaciones actuales entre Palestina e Israel, y el escenario internacional en que se encuentran, refiriéndonos, por un lado, a la pérdida del apoyo de los aliados históricos y del resto de países árabes y, por otro, a la posición que mantienen tanto la ONU como la UE.

Pese a tratarse de un conflicto aparentemente lejano, que se desarrolla en el otro extremo del Mediterráneo, resulta sumamente relevante para España. Las relaciones que nuestro país tiene con Israel revisten un gran significado económico y geopolítico. Tras ellas, se encuentra la cooperación en materia de seguridad, defensa y lucha contra el terrorismo islamista. En efecto, Israel es uno de los principales suministradores de información y colaborador de España contra el terrorismo yihadista, pero también el mayor aliado de Estados Unidos en Oriente Medio, al velar por sus intereses en la región. A su vez, la protección estadounidense resulta de vital importancia para la defensa israelí en ese territorio hostil, que amenaza de modo constante su soberanía y seguridad.

España todavía no ha manifestado una posición firme en este conflicto. De hecho, su perspectiva sobre él varía según la ideología del gobierno en cada momento. Así, cuando este es conservador, nuestro país adopta una postura prosionista, y otra más distante cuando ocupan el poder los socialistas. Esta política exterior errática puede acarrear graves consecuencias, pues, al mostrarnos inestables, Israel y Estados Unidos, que juegan un papel tan relevante para nuestra seguridad y defensa, no nos considerarán un aliado fiable.

Plan Trump

El Plan de Trump no constituye sino un deseo de proseguir con los acuerdos de paz entre los Estados musulmanes y árabes con Israel. Los estadounidenses consideran que, a través de ellos, se logrará una solución justa para el conflicto palestino, que dura ya casi un siglo, y se prevendrá así que los radicales lo manipulen para desestabilizar la región (Hamás-Hezbollah)[1].

Se trata de una solución realista, que dará a los palestinos todos los poderes para autogobernarse, pero no para amenazar a Israel. De este modo, la soberanía palestina estaría limitada, ya que la responsabilidad de la seguridad seguiría en manos israelíes, al igual que el control del espacio aéreo de la zona oeste del río Jordán. “Esta visión crea una solución de dos Estados realista, en la cual un seguro y próspero Estado palestino convivirá pacíficamente con un seguro y próspero Estado de Israel, en una región prospera y segura”[2], aseguran desde la Casa Blanca.

Para alcanzar este objetivo, Washington ha detallado un preciso plan económico, que permitirá unas condiciones óptimas para que la inversión pueda comenzar a fluir en la zona. Según esto, combinando una solución política con una visión económica y reformas gubernamentales, se logrará un crecimiento económico histórico, que doblará el PIB palestino en 10 años, creará un millón de nuevos puestos de trabajo, reducirá la tasa de paro un 10%, y la pobreza, un 50%; un plan que, a juicio de Trump, está listo para implantarse. Se financiará con 50.000 millones de dólares, provenientes de países del Golfo y entes privados, y superará con creces los 4.000 millones que pretendía inyectar Barak Obama en 2013 para mejorar y potenciar en un 50% la economía de un posible Estado palestino.

Aparte de invertir en educación, sanidad y mejorar el sistema de gobierno palestino, que actualmente se encuentra dividido entre Hamás (en Gaza) y la Autoridad Palestina (en Cisjordania), el proyecto de Trump pretende establecer un tratado de libre comercio con Estados Unidos, construir un puerto en Gaza[3], y abrir una nueva ruta comercial entre el nuevo Estado de Palestina, Israel, Jordania, Egipto y Líbano, además de colaborar con países del Golfo. Generando esta gran infraestructura comercial se pretende estabilizar la región y aproximar a Estados enfrentados, pues permitiría un comercio y un tránsito de civiles libres.

Sin embargo, la tensión surge cuando ahondamos en el reparto territorial. Y es que, este proyecto permite a Israel anexionarse las colonias judías que se encuentran dispersas a lo largo de Cisjordania, los “territorios ocupados”, y unirlos, de tal forma que se restaría un 30% de suelo cisjordano bajo soberanía palestina. Asimismo, se cumpliría el deseo de Netanyahu de apropiarse la costa del Mar Muerto (todavía en manos palestinas), y el Valle del Jordán. Este último se trata de la única frontera terrestre con Jordania que poseen los palestinos, por lo que su pérdida se percibe como la eliminación de cualquier contacto directo con el Reino Hachemita y de acceso a recursos hídricos a lo largo de los 100 kilómetros del terreno.

Sin embargo, el punto caliente de esta resolución se halla, precisamente, en su mismo centro: Jerusalén. La intención de Trump de convertir la Ciudad Santa (sagrada para las tres religiones monoteístas) en capital de Israel ya se hizo patente en 2018, cuando trasladó la embajada estadounidense desde Tel Aviv, y la reconoció como “soberana capital”. Ahora, la declara “indivisible”, y concede a los palestinos la ciudad de Abu Dis, en la periferia oeste de Jerusalén, como capital de su nuevo Estado. A cambio, Israel cedería el control de algunas pequeñas localidades palestinas situadas en la cuenca del Ara, al noroeste de Cisjordania, y una zona desértica al sur, sin apenas valor.

Por último, el Estado judío construiría un área empresarial tecnológica y otra semirresidencial, con el fin de emplear a los palestinos que habitan en Gaza. La situarían al sur, limitando casi con la península del Sinaí, con Egipto.

Fuente: El País

Para que las medidas económicas del proyecto Peace to Prosperity puedan llevarse a cabo, es vital que, previamente, se estabilice política y socialmente la región. El profundo rechazo de los líderes palestinos no hace más que aumentar la tensión y la inestabilidad interna. Así pues, el “Plan del Siglo” se presenta en unas difíciles e irregulares condiciones que complican su implantación.

Contexto en el que se aplicaría el plan de Trump: Palestina
  • Situación interna y rechazo

Como antes se mencionó, además de perder contacto directo con Jordania, la costa del Mar Muerto, y la reducción de un 30% del territorio cisjordano, Palestina vería frustrada toda esperanza de reclamar Jerusalén.

 El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, anunció el 1 de febrero de 2020 que “los líderes palestinos no podían pasar a la historia como aquellos que vendieron Jerusalén a Israel”, puesto que allí se encuentra, también, la mezquita de Al-Aqsa, tercer lugar más sagrado para los musulmanes, después de La Meca y Medina. 

Este es el mismo argumento que el difunto líder palestino Yasser Arafat utilizó para justificar el rechazo de los dictados de Estados Unidos e Israel en la cumbre de Camp David en el año 2000, ya que sabía que “los autócratas árabes pueden no preocuparse por los derechos de los palestinos, pero no pueden mostrar que han entregado Jerusalén”.

La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) ya declaró durante las negociaciones de Oslo que la zona este de Jerusalén sería capital innegociable de un futuro Estado palestino. Pero, con el nuevo proyecto de Trump, Israel se haría con el control de dicha área, que incluye la Explanada de las Mezquitas.

Abbas reclama el principio cardinal de la diplomacia, el “balance of power”, o equilibrio de poder. Pero la supremacía absoluta de Israel sobre el terreno, proveniente de los desastrosos acuerdos de Oslo, acabaría con este concepto.

Así pues, la concesión de territorios desérticos al norte y sur de Palestina, a cambio de perder el control sobre el 30% de Cisjordania, es considerada por los palestinos como “parte del plan que Trump quiere llevar a cabo para satisfacer los objetivos sionistas”. Afirman también que se trata de una excusa para este “apartheid”[4] y para un nuevo reparto de territorios que, si bien supone inversiones económicas, no reconoce la dignidad y derechos del pueblo palestino.

  • Colaboración de la Autoridad Palestina (AP) con la seguridad israelí

La situación gubernamental de Palestina es ciertamente preocupante, pues, mientras la Franja de Gaza se halla bajo el poder de Hamás, Cisjordania está regida por la AP, que lleva reprimiendo las protestas de sus propios ciudadanos durante 20 años. Así, en 2017, se dio un 95% de coordinación en materia de seguridad entre la AP y los israelíes. Durante dos décadas, aquella ha colaborado con estos para asegurarse el poder, utilizando y alentando las revueltas civiles en beneficio propio.

La representación de la causa palestina que los civiles pudieron tener años atrás en la OLP o con Yasser Arafat se encuentra ya casi extinta. Los palestinos afirman sentirse abandonados por un gobierno que colabora con Israel y somete a su propia población. Sin embargo, tras el contundente rechazo el pasado enero del Plan de Trump por la AP, Mahmoud Abbas dio por finalizadas estas relaciones con Israel y la Casa Blanca, lo que supondría una “aparente” ruptura de coordinación con la seguridad israelí. Se emplea el término “aparente” debido a que la desconexión de los gobiernos palestinos respecto a su población es clara. Su principal objetivo pasa por perpetuar su poder y, parar lograrlo, un enfrentamiento directo con las fuerzas de seguridad de Israel resultaría poco beneficioso.

Con ello, Palestina se sume en su más profunda crisis política, social y económica, que, si no ha desmoronado ya esta causa, puede que agote los últimos resquicios de paciencia. 

  • Acuerdos fallidos de paz

Para comprender la situación actual del conflicto y qué supone Peace to Prosperity, debemos analizar y extraer las consecuencias de los fallidos acuerdos de paz, que alimentaron el radicalismo y la pérdida de soberanía y poder de los palestinos.

Al desaparecer la URSS, Estados Unidos se convirtió en el único arquitecto de un proyecto de acercamiento entre Palestina e Israel en la Conferencia de Madrid de 1991. Tras los continuos enfrentamientos con el Estado judío (especialmente la guerra de los Seis Días de 1967, en la que la aviación israelí arrasó las principales bases militares egipcias, humillando a Abdel Nasser, y la del Yom Kippur de 1973, que fue concebida como una victoria para Sadat)[5], los países árabes se vieron obligados a acordar la paz, pues se encontraban incapacitados para afrontar más guerras.

Esta conferencia agruparía al Líbano y Siria por un lado, y Jordania y Palestina por otro, que establecieron acuerdos bilaterales con Israel, hasta que Jordania y Palestina se distanciaron en las negociaciones. Las materias tratadas se dividían en cinco, de las cuales destacan la seguridad, el desarrollo económico y cooperación, y el asunto de los refugiados.

El objetivo de este intento de paz consistía en buscar una solución para el conflicto árabe-israelí y dar paso a un nuevo capítulo. Asimismo, los judíos pretendían abrir camino a futuros pactos y a la cooperación entre países.

Sin duda, el tema más complejo fue el palestino-israelí, ya que el Estado judío siempre ha expresado su profunda oposición a reconocer un Estado de Palestina, pese a admitir un gobierno independiente. Así, Israel podría aceptar a Palestina como una extensión de Jordania, pero no como un Estado. La negativa a tratar este conflicto directamente con los palestinos provocó el rechazo israelí cuando, como hemos dicho, Jordania y Palestina se dividieron en las negociaciones. En ningún momento el principio de “cesión” estuvo presente entre las partes, por lo que el acuerdo estaba abocado al fracaso.

No obstante, esta conferencia marcaría, en cierto grado, el rumbo del panorama en la región, pues Jordania rompería finalmente su vínculo histórico con Palestina, tras dejar de apoyar paulatinamente su causa a partir de 1987, después de la Primera Intifada. Al abandonar Cisjordania y reconocer solo el 22% del territorio de Palestina[6], Jordania normalizó las relaciones con Israel y las hizo públicas, ya que, hasta entonces, las había mantenido en secreto.

El fracaso de las altas expectativas que había despertado la Conferencia de Madrid causó una gran decepción entre los palestinos, que entonces buscaron un acercamiento directo con Israel mediante las Conferencias de Oslo1993-99[7].

Mientras que la intención de Palestina se concretaba en tratar el asunto de los territorios ocupados, Israel solo pretendía mejorar las relaciones multilaterales con el resto de Estados árabes. Por primera vez, se sometería a un aumento de presión por parte de estos países, y se vería obligado a entablar un trato bilateral directo con Palestina.

Esta, una vez más, esperaba que se viera reconocida su autonomía y el control sobre sus territorios. Sin embargo, esto nunca sucedió. La atención internacional sobre la causa palestina se desvió hacia el conflicto entre Israel y Líbano por las guerras acaecidas entre 2000 y 2006, a cuenta de los territorios que el primero había ocupado en el sur del segundo desde 1982. El grupo armado Hezbollah saldría reforzado con la expulsión de los israelíes del país.  

El fracaso de las Conferencias de Oslo condujo a otro intento de paz en julio del año 2000, en la cumbre de Camp David. Bill Clinton invitaría a Yasser Arafat, líder palestino, y a Ehud Barak, primer ministro israelí, para llegar a un nuevo acuerdo. Sin embargo, Israel no podía afrontar otra derrota tras el comienzo de su retirada de Líbano, por lo que el único resultado de esta tentativa de negociación se cifró en un aumento de la frustración palestina.

La década de los 2000 se caracterizaría por su inestabilidad y la pérdida del equilibrio de poder. En 2002, surgió la iniciativa de la Paz Árabe. Una solución realista para el conflicto con Israel en la que el territorio palestino no podría resultar inferior al 22%, se reconocería a Palestina como Estado, y a Jerusalén como su capital, las tropas israelíes se retirarían de los territorios ocupados desde 1967, de los Altos del Golán y del sur de Líbano. La débil organización de los países árabes motivó que Israel se negara a abandonar dichos lugares, y más aún, a ceder la Ciudad Santa de Jerusalén. De nuevo, los judíos fortalecieron su posición, a lo que ayudó el respaldo internacional, y no se pactó solución alguna al conflicto.

Los acuerdos fallidos aumentaron la tensión y frustración palestina, lo que radicalizó la causa y provocó una segunda Intifada, mucho más violenta, en septiembre de 2000. Debido a la pérdida de los apoyos árabes (Egipto, Jordania), la OLP buscó el de grupos paramilitares y de radicales como Hezbollah o Hamás. Una acentuación del conflicto que acabó en otra derrota palestina y más control del territorio por parte de Israel, que endureció los impuestos y las leyes contra la población.

  • Pérdida del apoyo árabe

La sucesión de fracasos ha originado, poco a poco, que los principales Estados aliados de Palestina hayan desistido del conflicto y busquen entablar nuevas y prósperas relaciones con Israel. Países como Egipto, Jordania, Emiratos, Arabia Saudí o Qatar han sido tachados de “traidores e incompetentes” por el líder supremo de Irán, Alí Khamanei, por apoyar el plan de Trump. En efecto, el presidente de Estados Unidos cuenta con el apoyo económico y la inversión de varios países del Golfo.

Así, gran parte de Oriente Medio se ha mostrado a favor de esta nueva y “próspera” solución al conflicto árabe-israelí, algo impensable hace unos años, cuando los regímenes árabes temían la reacción de su población ante la simple insinuación de normalizar las relaciones con Israel.

El ayatolá iraní atacó el llamado “Acuerdo del siglo” y lo calificó de “estúpido”, puesto que, a su juicio, de ningún modo conducirá a una solución definitiva; como tampoco lo hará la intención de Estados Unidos de “sentarse, gastar dinero, invitar, crear y alborotar y desvelar un plan que está condenado al fracaso”. Un plan que “trata de avanzar en su complot con sobornos, armas y seducciones”[8].

 De este modo, el conflicto palestino ha perdido su esencia y se ha transformado en un medio para terceros Estados como Irán, que a través de “non state actors” (grupos paramilitares radicalizados como Hezbollah), busca expandir su influencia y dominio en Oriente Medio.

  • Visión de la ONU y UE

Tanto la ONU como la Unión Europea apoyan una resolución que reconozca la independencia de los dos Estados y que establezca una red de comercio en la región que pueda conducir a unas relaciones prósperas y estables.

Sin embargo, la ONU (excepto Estados Unidos) defiende contundentemente el respeto de las fronteras establecidas en 1967, tal como lo demuestra la postura manifestada por el secretario general de las Naciones Unidas frente al Consejo de Seguridad.[9]

Por esta razón, discrepa radicalmente en lo referente a la anexión que llevaría a cabo Israel del 30% del territorio cisjordano. En ese sentido, Michael Lynk, relator especial de la ONU encargado de los Derechos Humanos en Palestina, afirma que “está estrictamente prohibida por el derecho internacional, comenzando con la Carta de las Naciones Unidas de 1945”. Así, el proyecto de Trump ofrecería una solución de “un Estado y medio” y dispersaría completamente a la población palestina en este territorio. Asimismo, Lynk recordó que “el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha condenado los asentamientos israelíes por constituir una violación flagrante del derecho internacional, y el Estatuto de Roma de 1998 los ha considerado como supuestos crímenes de guerra».

Por otro lado, Christian Saunders, comisionado general interino de la Agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA), señaló que los refugiados palestinos “necesitan una estabilidad y el firme apoyo de la comunidad internacional”.

También existe un significativo rechazo del proyecto de Trump por parte de exministros de Exteriores, ex primeros ministros, o exdirigentes de la Comisión Europea, la ONU o la OTAN. Alrededor de 50 personalidades europeas reclaman a la UE que condene este plan por considerar que somete a los palestinos a un “apartheid”[10].

El alto representante de la UE para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, apoyó la construcción de un Estado palestino, “colaborando con ambas partes, actores regionales y con todos los socios internacionales con el fin de reactivar, de acuerdo con el derecho internacional, un proceso político que garantice la igualdad de derechos y sea aceptable para ambas partes”.

En definitiva, tanto la ONU como la UE coinciden en el reconocimiento de ambos Estados, pero, atendiendo a las resoluciones anteriores y al respeto de las fronteras de 1967, condenan los asentamientos ilegales en Cisjordania y la división del territorio.  

Política exterior España-Israel

La “política de equilibrio” ha regido las relaciones de España con Oriente Medio. Así, ha mantenido tradicionalmente un estrecho vínculo con el mundo árabe, pero también con Israel. Por el contrario, las desacertadas estrategias del Gobierno actual pueden poner en peligro la cooperación con este último y, con ello, las importantes oportunidades que surgen para las empresas españolas y que aportan un beneficio a la economía de nuestro país.

Según los datos publicados por la Oficina de Información Diplomática del Ministerio de Exteriores[11], España comparte con Israel grandes proyectos de desarrollo e innovación tecnológica, dentro del marco de los programas de la UE. A su vez, nuestro sector agroalimentario, que actualmente sufre importantes perjuicios económicos, distribuye sus productos en Israel a través de numerosas marcas españolas. La creación de infraestructura también juega un papel relevante en estas relaciones bilaterales, pues una  compañía española ha construido la mayor desaladora del país, y existe una colaboración en el sector de aguas y energías, al igual que en el ferroviario, transporte público y telecomunicaciones, con proyectos de innovación.

Asimismo, a nivel turístico, España recibió más de 300.000 israelíes en 2019, y unos 100.000 españoles visitaron Israel, que es un punto de tránsito hacia América Latina.

Por último, no se debe menospreciar el hecho de que Israel se trate del principal aliado de Estados Unidos y de Occidente sobre el terreno, colaborando, principalmente, en materias de seguridad, inteligencia y lucha contra el terrorismo. Así, España ha mantenido una estrecha cooperación con los servicios de Inteligencia israelíes y estadounidenses para fortalecer la seguridad contra la amenaza yihadista.

El acercamiento con Israel depende del Gobierno y, cuando este es conservador, las relaciones se agudizan. Ejemplo de ello es la aprobación de la Ley 12/2015, de 24 de junio, por la que se concede la nacionalidad española a los sefardíes de origen español sin necesidad de residir en España, fruto de “un alto grado de madurez y entendimiento”, como calificó el Ejecutivo su acercamiento con Israel.

Por el contrario, los gobiernos socialistas siempre han mantenido cierta distancia y han evitado intensificar demasiado dichas relaciones. Esta cambiante política exterior con el Estado israelí es una estrategia desfavorable para España, que debe dirimir qué posición firme adoptar.

Posibles soluciones

Existen cinco posibles desenlaces para el conflicto árabe-israelí, que ya se prolonga desde hace casi un siglo:

  1. Creación de un solo Estado: La solución ideal de crear un Estado secular en el que fuera posible la convivencia de su población. Sin embargo, la ocupación de los territorios palestinos y la concepción de Israel como un Estado judío, con Jerusalén como su capital, hacen prácticamente imposible que pueda llevarse a cabo.
  2. Dos Estados: Israel reconocería las fronteras delimitadas en 1967, en virtud de las cuales, Palestina constaría del 22% del territorio. Jerusalén sería la capital de ambos Estados (Este para Palestina, y el occidental para Israel). Sin embargo, Palestina se niega a reconocer el 22% de su territorio original y el proceso colonizador israelí avanza continuamente. Por tanto, constituye una solución realista pero demasiado optimista, dada la situación actual del conflicto.
  3. Solución de los tres Estados: Esta posibilidad contempla la creación de un Estado principal de Israel, en el que convivirían árabes y judíos, de uno más en la Franja de Gaza, bajo el control militar de Israel y, por último, la zona de Cisjordania, que podría quedar anexionada a Jordania.
  4. Plan Trump “Peace to Prosperity”: Se aproxima a la segunda solución, ya que se reconoce a Palestina como Estado, pero no ostentaría los mismos poderes, puesto que se vería privado de fuerza militar y del control de las fronteras, así como de su espacio aéreo. Este plan conllevaría una mejora económica, pero no en cuanto a soberanía y en materia de seguridad.
  5. Situación caótica: El enquistamiento del conflicto ya ha provocado la pérdida de prestigio de los líderes palestinos, cuya capacidad negociadora ha ido mermando hasta desaparecer. Su negativa a aceptar la situación y a renunciar a ciertas exigencias conducen hacia la radicalización de una sociedad frustrada y abandonada por sus propios dirigentes. A su vez, Estados Unidos se ha mantenido firme en su apoyo a Israel desde el inicio de este enfrentamiento, debido al gran poder que posee el “lobby” judío, y respaldará sus objetivos, cualesquiera que sean.
Conclusión

El nuevo intento de paz en el conflicto árabe-israelí proviene, una vez más, de la Administración estadounidense, que ofrece una solución favorable para los judíos, debido a la estrecha relación que comparten.

La creación de dos Estados, con el reconocimiento de Palestina, se considera una salida realista para poner fin a un conflicto enconado, que ha causado varias guerras, dos Intifadas, múltiples acuerdos internacionales fallidos, y la aparición y radicalización de grupos paramilitares, como Hamás o Hezbollah, a través de los cuales Irán pretende expandir su esfera de influencia por Oriente Medio.

Tras el acuerdo de paz entre Egipto e Israel en 1978, y el posterior con Jordania en 1994, la causa palestina ha ido desintegrándose, y los apoyos árabes de han debilitado. Después de casi un siglo de enfrentamientos e invasiones, los principales actores de Oriente Medio han aceptado una postura realista y adoptado medidas de cooperación con Israel, que, sin duda, les ha facilitado el acceso a las relaciones bilaterales con Estados occidentales. Asimismo, los gobiernos divididos de Gaza y Cisjordania no han mostrado compromiso con el pueblo palestino, al que han llegado a manipular durante más de 20 años con el único fin de perpetuar su poder. La misma AP de Mahmoud Abbas, que colabora con la seguridad israelí, reconoce haber abandonado los intereses de sus ciudadanos.

Los resultados del conflicto no han hecho más que dañar la soberanía y dignidad de los palestinos, que han perdido su territorio y sus derechos paulatinamente, y así seguirá ocurriendo si no aceptan una solución práctica, pues la supremacía de Israel, con el apoyo de Estados Unidos, es innegable.

Si bien la creación de dos Estados recibe el respaldo de la UE y la ONU, no lo hace el establecimiento de asentamientos judíos en territorios ocupados palestinos, a los cuales Josep Borrell declara “ilegales según la ley internacional”, y de los que dice, representan “el mayor obstáculo para alcanzar una solución de dos Estados” y la “paz duradera”. Pide así que se cumpla la resolución 2334 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, adoptada el 23 de diciembre de 2016 (con la abstención de Estados Unidos)[12].

En definitiva, España debería apostar por una posición realista, en la que Israel y Palestina puedan constituirse definitivamente como Estados, atendiendo a la historia de ambas regiones, pero también a la situación actual.

La prosperidad de Palestina solo podrá darse en un entorno estable, donde haya oportunidades en el mercado internacional y regional, con el respaldo e inversión de las grandes potencias. Sin embargo, para que un proyecto de esta magnitud pueda desarrollarse, es fundamental que primero se reconozcan los derechos y dignidad de los palestinos, que se frene la ocupación ilegal en sus territorios, y que exista un gobierno común que no abandone a sus ciudadanos y que no esté influido por grupos radicales armados. De este modo, a los palestinos les resultará posible tomar conciencia y asimilar el fin de un conflicto que ha mermado continuamente sus esperanzas.

Por tanto, España debe reconocer los derechos de los palestinos y sumarse al apoyo internacional de la ONU y la UE, pero también que Israel se perfile como el socio de Occidente en el hostil Oriente Medio. No solo importa mantener este aliado al otro extremo del Mediterráneo, sino que hay que colaborar con él y con Estados Unidos en las materias de seguridad, defensa y lucha contra el terrorismo yihadista, que amenazan nuestro modo de vida, cultura, creencias y libertades dentro de nuestro propio país.

Por ello, España haría bien en estabilizar su política exterior con este bloque y cambiar su actual estrategia, basada en relacionarse con gobiernos totalitarios y chavistas que atacan las libertades de sus ciudadanos y provocan el rechazo de Estados Unidos de cara a futuras colaboraciones en cuestiones cruciales para nuestro bienestar.

Bibliografía


[1] The White House. (Ene 2020). p.2. Peace to Prosperity. Recuperado de: https://www.whitehouse.gov/peacetoprosperity/

[2] Idem p.3-4

[3] Ya que fue destruido en 2018 por un bombardeo israelí.

[4] Dana, Tariq (2 Feb 2020). Trump’s Middle East plan may have a silver lining. Aljazeera. https://www.aljazeera.com/indepth/opinion/50bn-palestine-200201170559063.html

[5] Dos de las guerras lideradas por Egipto que obligaron finalmente a ambos bandos a tratar los acuerdos de paz de 1979.

[6] Respecto al total de la Palestina histórica.

[7] Divididas en Oslo I y Oslo II

[8]  Harkov, Lahav. (5 Feb 2020). Khamenei calls for Palestinian jihad on Israel after Trump peace plan. The Jerusalem Post. https://www.jpost.com/Middle-East/Khamenei-calls-for-Palestinian-jihad-on-Israel-after-Trump-peace-plan-616604

[9] (11 Feb 2020). Dos Estados, única vía para la paz entre israelíes y palestinos. Noticias ONU. https://news.un.org/es/story/2020/02/1469461

[10] Sanz, J.C (27 Feb 2020). 50 antiguos ministros y dirigentes europeos se pronuncian contra el plan de Trump para Palestina. El País Internacional. https://elpais.com/internacional/2020/02/26/actualidad/1582750435_447092.html

[11] MAEUEC. (Enero 2020). Ficha País Israel. Israel Ministerio de Asuntos Exteriores. Recuperado de: http://www.exteriores.gob.es/Documents/FichasPais/ISRAEL_FICHA%20PAIS.pdf 

[12] Resolución 2334 (2016) del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. 23 de diciembre de 2016.  Disponible en: https://undocs.org/sp/S/RES/2334(2016)

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