En octubre de 1973, los países árabes decidieron bloquear sus exportaciones de crudo a aquellos países que habían apoyado a Israel en la llamada guerra del Yom Kipur, que había tenido lugar en ese mismo mes. Esta estrategia, unida a un control de la producción, hizo subir el precio del petróleo de una forma espectacular a lo largo de los meses siguientes. Si antes del conflicto un barril valía, aproximadamente, 1,65 dólares, en 1974, el mismo barril cotizaba por encima de los 9 dólares. Este aumento, y los desequilibrios que la economía norteamericana venía arrastrando, desataron una grave crisis económica caracterizada por la existencia simultánea de estancamiento e inflación, dos fenómenos para los cuales la teoría económica dominante entonces no tenía una explicación convincente.
Como en tantas ocasiones, mucha gente pensó que aquello significaba el comienzo de una gran crisis que obligaría a reestructurar por completo la economía mundial. De hecho, al principio, el encarecimiento del petróleo se vio como un problema de difícil, si no imposible, solución, ya que a los conflictos bélicos y a las estrategias de los productores para mantener los precios altos, se unía la idea de que el petróleo es un recurso limitado que, con el paso del tiempo, se hará cada vez más escaso -y más caro- hasta su agotamiento total. Pero, como en tantas ocasiones también, las predicciones catastrofistas resultaron equivocadas.
Si se analiza la evolución de los precios del petróleo entre 1973 y 2020 se observa que la tendencia no ha sido, en absoluto, uniforme. Tras años de fuerte crecimiento que llevaron al crudo a su valor máximo en 2008, cuando el barril pasó a valer más de 147 dólares, los precios cayeron de forma acusada y en el momento actual se cotiza en torno a los 45 dólares. Ahora bien, si tenemos en cuenta la inflación, y que un dólar de 1974 tenía un poder de compra equivalente al de 5,5 dólares actuales, resulta que el barril cuesta ahora el equivalente a 8,2 dólares de entonces. Es decir, tras diversas oscilaciones, un barril de petróleo vale hoy, en términos reales, un diez por ciento menos que en 1974.
¿Por qué se equivocaron quienes preveían el agotamiento del crudo y precios en continuo crecimiento? Principalmente por no saber utilizar uno de los elementos básicos del análisis económico: la teoría de la oferta y la demanda. Un principio básico de la teoría de la demanda establece que la reacción de los consumidores a un aumento de los precios no se produce siempre de inmediato. Si mañana sube el gasóleo, yo no puedo cambiar el sistema de calefacción de mi casa o el consumo de mi coche. Pero lo haré con el paso del tiempo; y la demanda de gasóleo se reducirá. En la terminología de los economistas, la demanda es más elástica en el largo que en el corto plazo. Y esto es lo que sucedió después de 1974; y lo que nos ha permitido reducir significativamente el gasto en energía por unidad de producto.
Y también la oferta se ve afectada por la evolución de los precios. No hay sólo una forma de obtener el crudo y el gas. Y las técnicas del fracking, por ejemplo, permiten que, si los precios se elevan, la producción aumente de forma significativa. Además, el petróleo tiene sustitutivos, que no se emplearán hasta que no sean rentables. Pero, si el precio del crudo sube mucho, se utilizarán. Un buen ejemplo es el coche eléctrico. No circulan más coches eléctricos porque su precio aún no compensa a los usuarios. Pero si los precios de la gasolina suben, las cosas cambiarán.
La conclusión más llamativa es que el petróleo nunca se agotará. Simplemente dejará de utilizarse cuando sea demasiado caro y haya fuentes de energía mejores y más baratas. Un ejemplo para los aficionados a la historia: a finales del siglo XIX había en Europa una seria preocupación ante un posible agotamiento del carbón. Parece que había razones convincentes para ello. La industrialización era cada vez más intensa y afectaba a un mayor número de países. Era lógico pensar, por tanto, que las reservas de esta fuente de energía, por amplias que pudieran ser, se consumirían en algún momento, lo que llevaría a un frenazo del desarrollo económico. Craso error, sin embargo. El carbón fue sustituido por otras fuentes de energía mucho antes de que las minas se agotaran; y el progreso económico alcanzó niveles nunca imaginados en el pasado. Siempre se puede aprender de la historia.