Nunca como ahora la opinión pública ha estado más concienciada sobre la necesidad de utilizar energías renovables. Todos sabemos que dejamos de quemar hidrocarburos si la energía que mueve nuestro automóvil es de origen hidroeléctrico, solar, de biomasa o eólica. El uso de energías limpias supone que no se viertan a la atmósfera los gases que provocan el efecto invernadero. Además, una disminución del consumo de combustibles fósiles ayuda a mejorar la balanza de pagos del país: la factura de España por sus importaciones de petróleo en 2019 superó los 33.000 millones de dólares.
Los ciudadanos pueden contribuir a la limpieza del aire de un modo eficiente conduciendo vehículos eléctricos en lugar de aquellos con motor de explosión. El inconveniente es que estos coches resultan más caros que los de gasolina o diésel, aunque también presentan ventajas. Por ejemplo, una mayor duración del automóvil, un mantenimiento más económico y un coste de la energía ridículo frente al de los combustibles. Así, aseguran los entusiastas de la electromovilidad que, entre siete y once euros de consumo eléctrico les cuesta recorrer 1.500 kilómetros. El segundo problema de estos coches reside en una autonomía de recorrido que no suele superar los 200 kilómetros. La tercera pega es que los postes de recarga de las baterías todavía resultan insuficientes, y escasean los que las reponen con rapidez. Sin embargo, Jean-Philippe Imparato, CEO de Peugeot, alerta con rotundidad de que «el motor de combustión estará muerto para 2030» Y eso que él los vende.
La estadística de las matriculaciones de vehículos eléctricos muestra que, en nuestro país, son muchos los que afirman creer en las energías renovables, pero pocos los practicantes. La variable que mejor mide la aversión a quemar hidrocarburos y el interés real por la movilidad sostenible es la compra de estos automóviles. La clasificación la encabeza Madrid, con 11.026 matriculados en 2019. Esto se debe a su alta densidad de población y al extendido uso de estos coches, en régimen de alquiler, para desplazamientos cortos diarios. Madrid también lideró ese mismo año la matriculación por millón de habitantes (1.655). Le sigue Cataluña, con 3.452 (450 por millón de habitantes). Dado que los vehículos eléctricos se rentabilizan mejor en pequeñas distancias, es lógico que los archipiélagos de Baleares y Canarias hayan tenido también buenas cifras. Las comunidades que han matriculado menos por millón de habitantes son Andalucía (98), La Rioja (107) y Extremadura (115).
El Barómetro de la Electromovilidad refleja el grado de penetración de turismos eléctricos puros (los hasta ahora tratados) y de los enchufables, así como el nivel de desarrollo de las infraestructuras de recarga y su expansión. Asturias (23,9), Cataluña (21,9) y Madrid (20,2) están a la cabeza; y Galicia (9,0), Murcia (9,4) y La Rioja (10,7), en la cola. La conclusión: que tenemos que ponernos las pilas, también en nuestros coches, porque España es el penúltimo país en electromovilidad de Europa.