La economía española, tras cinco largos días de negociaciones en Bruselas, se encuentra de celebración. Una celebración que sabe a gloria, tras lograr un acuerdo histórico con los socios europeos para la llegada de un rescate que, a través del fondo de reconstrucción económica, dotará a España de recursos para salir del atolladero en el que se halla inmersa. Un atolladero al que pretende hacer frente con la que sería la segunda mayor inyección de capital europeo del conjunto de países, tras recibir Italia su paquete de ayudas, siendo esta la economía más afectada. Sin embargo, entre las cesiones, el fondo está condicionado a una serie de exigencias que, de no cumplirse, podrían lastrar, en última instancia, la llegada de dicho fondo.
Hablamos de un acuerdo histórico para la Unión Europea. Finalmente, tras la negociación que han tenido los mandatarios en sede comunitaria, el paquete de ayudas fijado por la Comisión se ha situado en los 750 000 millones de euros. En este sentido, un paquete mixto que contará con ayudas de concesión directa, las cuales no deben devolverse, a la vez que tampoco computan a la deuda de los países más afectados por el COVID, así como otra dotación que, esta sí, la reciben los países en concepto de préstamo. Una ayuda que, en este caso, debe devolverse íntegramente cuando la situación lo permita y la crisis se disipe. En este sentido, la mayor movilización de recursos europeos de la historia, tras unas negociaciones en las que la tensión dificultaba la llegada de consensos.
Algunos miembros del comité negociador han calificado las ayudas como un nuevo Plan Marshall. En cuanto a la distribución de los fondos, como decíamos, hablamos de una dotación que será mixta, por lo que contará con un paquete de ayudas que no precisan su devolución, así como otro paquete que será entregado a los países en concepto de préstamo. En este sentido, las cuantías que establecen el reparto han fijado, finalmente, las ayudas directas en los 390 000 millones de euros, mientras que los 360 000 millones restantes llegarán a los países en concepto de préstamo, computando a la deuda soberana. Eso sí, con una condicionalidad que, como ya avisábamos, recae sobre esas ayudas de concesión directa.
En este sentido, España ha sido un país que ha salido claramente beneficiado de la reunión negociadora. En otras palabras, hablamos de la mayor dotación económica del conjunto de países de la Unión Europea, sin tener en cuenta la ayuda italiana. Atendiendo a las negociaciones que se han producido en Bruselas, la cuantía que espera España de ese monto de ayudas que ya moviliza el bloque comunitario se ha fijado, finalmente, en los 140 000 millones de euros. Una cuantía que, para hacernos una idea del peso de su ayuda en nuestra economía, representa el 11 % del PIB aproximadamente. Una inyección de capital que, de no haber sido por la Unión Europea, no podía movilizarse de forma unilateral y sin contar con el bloque comunitario, dado el escaso margen fiscal con el que contaba España para aplicar determinadas políticas.
De esta dotación económica que recibe España, tras unas duras negociaciones en las que se situaba en el punto de mira, dados los desequilibrios que presentaba nuestra economía al entrar en esta crisis, debemos hacer un desglose para ver cómo quedan finalmente los fondos europeos. Así, teniendo en cuenta que la ayuda equivale a 140 000 millones de euros, su composición se ha establecido finalmente con la llegada de 72 000 millones de euros de forma directa, sin necesidad de ser devueltos y computar a la deuda. Mientras que, por otro lado, hablamos de 68 000 millones de euros que sí llegan en forma de préstamo, por lo que deberán ser satisfechos cuando la situación amaine y España cuente con capacidad para regresarlos.
En lo que a ayudas de concesión directa se refiera, las intenciones de Pedro Sánchez eran contar con más capital a fondo perdido del que, finalmente, recibirá. Sin embargo, esa diferencia de 5 000 millones que, tras negociar en Bruselas, no llegarán en forma de concesión directa no es más que la consecuencia de una disciplina financiera que, a la luz de los datos, ha brillado por su ausencia. Los elevados niveles de endeudamiento y el incumplimiento con la reducción de un déficit público que se muestra desorbitado, teniendo en cuenta, también, un mercado laboral estancado, han provocado el bloqueo de unos fondos que, tras la polémica generada por los países frugales, además de reducir la cuantía, añaden condicionalidad al monto de ayudas de concesión directa que, de no asumir las condiciones, podría ser vetado tras la solicitud de otro país europeo.
En resumen, España podría estar satisfecha con las ayudas que ha recibido. Sin embargo, como ya han avisado el resto de los líderes europeos, debe cumplir con unas exigencias que, como la no derogación de la reforma laboral, el cumplimiento con el objetivo de déficit, así como la reducción de un nivel de deuda que se prevé desorbitado, condicionan la llegada de esas ayudas que tanto precisa. En este sentido, y atendiendo a los precedentes, unas condiciones más que entendibles en un contexto como el actual. Además, con la preocupación de un bloque comunitario que, además de fijar su vista en unos desequilibrios más que visibles en la economía española, no pierde del radar a unos socios de gobierno que en sus intenciones tienen la de incrementar el gasto público de forma desproporcionada.