Es una crueldad atroz que haya parejas de jóvenes españoles de 30 años que no consigan independizarse porque carecen de renta suficiente. El causante de esa desdicha es el confiscatorio impuesto al trabajo asociado a las nóminas, que tanto reduce los salarios de esos desafortunados.
Da grima que esos onerosos tributos sean imprescindibles para cubrir el despilfarro que supone tanto gasto público dedicado a partidas populistas. Eurostat ha sacado una estadística sobre la edad con la que los jóvenes de los distintos países europeos abandonan el hogar familiar. La media es de 26,5 % para el conjunto de la Unión Europea, siendo de 27,4 para los varones y de 25,5 para las mujeres. En todos los países ellos se van de casa antes que las féminas. Una de las causas de este diferencial es el habitual mayor desempleo femenino frente al masculino a las mismas edades. Los tres países nórdicos de la Unión Europea son los que arrojan edades más precoces en la salida de casa. Así, Suecia con 19,0) años, Finlandia (21,2) y Dinamarca (21,3) son los líderes. Las naciones en las que los jóvenes tardan más en independizarse son: Portugal (33,6 años), Croacia (33,3), Eslovaquia (30,9), Grecia (30,7) Bulgaria (30,3).
Los jóvenes españoles se van de la casa familiar a los 29,8 años, marchándose los varones a los 28,9 y las mujeres a los 30,8. España ocupa el octavo puesto de la UE-27 en que se van más tarde. Hace unas cuantas décadas muchas madres se entristecían cuando los hijos abandonaban el hogar paterno y se quedaban privados del afecto filial; ahora hay casos en los que el motivo de la aflicción es que los hijos no se quieren ir y tratan a sus progenitores como si fueran su servidumbre. Es una realidad insoslayable que el modelo de familia ha cambiado más sus valores en el último medio siglo, que en la anterior centuria. La estadística muestra que la tendencia a la emancipación de los jóvenes ha aumentado, porque estos no quieren estar sujetos a tutela alguna, sujeción que antes sobrellevaban mejor. El deseo de muchos jóvenes de vivir autónomamente a sus familias es hoy un desafío complicado por los múltiples obstáculos que frustran ese anhelo de independizarse. El primer escollo es el paro juvenil. Tal como se puede apreciar en la tabla, los países con peores cifras de ocupación laboral juvenil tienden también a ser más tardanos en salir de casa. Es el caso de Grecia. Un segundo impedimento es el reducido salario que obtiene el joven en los primeros años del comienzo laboral. Una tercera limitación es el elevado precio del alquiler de un apartamento, si bien en muchos municipios hay bonificaciones que permiten unos precios asequibles. Un efecto perverso de subvencionar al joven protestón que exige el «gratis total» de todos sus gastos, para así poder independizarse, sin querer dar un palo al agua, es la promoción del parasitismo juvenil. No se debiera ayudar a quien, teniendo buena edad y salud para trabajar, no desea compensar el subsidio que recibe con alguna ocupación social. Por ejemplo, limpiar los montes de maleza y matojo en invierno, para impedir incendios en verano. ¡Los pícaros del Siglo de Oro siguen perviviendo en nuestros días!