Como publicaba este viernes el Banco de España, las empresas españolas se encuentran ante un clarísimo punto de inflexión. De acuerdo con el informe, el 25% de las empresas españolas se encuentra en situación de quiebra técnica. Unos datos que la entidad considera incluso demasiado optimistas debido al deterioro experimentado por la economía española.
Ahora bien, preocupa mucho que, aunque los datos arrojen un 25%, la previsión llevada a cabo por el Banco de España eleva esta cifra hasta casi el 30% en el caso de que la situación extraordinaria se alargue en el tiempo. Como alertó la OCDE, si hay un nuevo confinamiento el deterioro previsto sitúa a la economía española como la economía más dañada del conjunto de países que integran el organismo multilateral. Todo ello, debido a una gestión que queda muy en entredicho, así como la vulnerabilidad de unas empresas que, atendiendo a su tamaño y la dimensión del tejido productivo, tiene muchas carencias.
Debemos ser conscientes de que España cuenta con un tejido productivo muy poco dimensionado en el contraste con las empresas europeas. El tejido empresarial español se compone en casi su totalidad de pequeñas empresas. El 99,9% del tejido empresarial son Pymes, de las que el 89% cuenta con 10 o menos empleados. Esto hace que sus recursos sean mucho más limitados. Pues, con estructuras empresariales tan poco dimensionadas, la vulnerabilidad de estas crece, en tanto en cuanto lo hacen los daños de la pandemia.
Para hacernos una idea de los recursos con los que cuenta la empresa española, debemos saber que, atendiendo al criterio de caja, estamos ante unas empresas que cuentan, en el mejor de los casos, con un caja media de entre 55 y 60 días. Es decir, la relación de días que puede aguantar una empresa de media en España con sus costes fijos, sin recibir ingresos, no supera los 60 días. Teniendo en cuenta un confinamiento que ha sido superior a los 100 días, podemos hacernos una idea de lo comentado. A su vez, atendiendo a los criterios de liquidez, las empresas españolas cuentan con el 3% de la liquidez empresarial europeo. Esto, en contraste con economías como la vecina Francia, que cuenta con un 20%, muestra la posición colista de España en el ranking europeo de liquidez empresarial.
Destrucción de empleo
Así, cabe resaltar otra situación. Si atendemos al perfil del empresario español, tal y como queda reflejado en el estudio de la Ley de Okun, hablamos de que éste muestra una mayor aversión al riesgo ante las variaciones que experimenta el PIB a lo largo del tiempo. Es decir, ante las crisis económicas, el empresario español presenta una mayor aversión al riesgo, lo que le lleva a destruir más empleo.
Tan importante es lo comentado que, debido a esa vulnerabilidad de la que hablábamos, la crisis pasada llevó a las pymes españolas a destruir más del 94% del empleo destruido. Y es que el resultado de tener un gran porcentaje de nuestro tejido empresarial compuesto por microempresas, más vulnerables ante las propias recesiones que vive el país, nos llevó a tener un mayor porcentaje de destrucción de empleo que otros países, donde su tejido empresarial se compone por un mayor número de grandes empresas.
En conclusión, pocas razones quedan para seguir apostando por un tejido empresarial de escasas dimensiones y no centralizar la inversión en consolidar y dimensionar nuestro tejido empresarial. Poseer un tejido empresarial tan vulnerable se ha convertido en un problema perpetuo para la economía española. Pues, aunque el COVID pase de largo, dicha vulnerabilidad queda recogida en todos los shocks que, en los últimos años, han sucumbido nuestra economía. Por lo que, de no reforzar nuestro tejido empresarial y apostar por aumentar su dimensión, la economía española, así como sus empresas, está condenada a sufrir una gran pérdida de capacidad productiva, con la consecuente pérdida de empleo que esto conlleva, dificultando, eso sí, la recuperación económica futura; y que tanto precisa el país y su sociedad.