Consecuencia directa del envejecimiento de la población que sufre nuestro país es que cada vez los jubilados españoles disfrutan durante más años de la percepción de la pensión correspondiente al retiro laboral. En este momento, España es el segundo país de todo el mundo desarrollado (OCDE) con la esperanza de vida al nacer más alta, solo por detrás de Japón -en España es de 83 años mientras que en Japón es de 83,9 años-.
Pero por si fuera poco, España se coloca en la tercera posición en el ranking de los países con la esperanza de vida en mujeres más alta tras cumplir los 65 años de edad (23 años), ligeramente por detrás de Japón (24,3 años) y Francia (23,5 años). Es decir, una vez llegada la antigua edad legal de jubilación, la vida se prolonga casi un cuarto de siglo adicional. De este modo, Francia y España soportan tensiones aún mayores que otros países del entorno comunitario.
Concretamente, son los países de la zona euro que más tiempo tienen que mantener a sus jubilados y pensionistas después del retiro de la vida activa, una media de 21,3 años, según los datos proyectados en el informe Pensions at a Glance 2019, de la OCDE. Lo que supone, de media, que los jubilados de nuestro país perciben la pensión durante un 10% más de tiempo que en la media del club de los países más desarrollados.
De hecho, si atendemos a la división entre hombres y mujeres, nuestro país es el tercero de todas las potencias desarrolladas de la OCDE con mayor esperanza de vida de sus pensionistas mujeres (23,3 años), solo superado por los niveles de Japón que mantiene a este colectivo durante más de 24 años una vez abandonado el mercado de trabajo. En este mismo grupo de pensionistas mujeres, Francia abona sus prestaciones durante el mismo tiempo que España, y el siguiente país de los grandes del euro que más tiempo da cobertura a sus pensionistas femeninas es Italia, con una media de 22,5 años y Portugal durante 22 años.
En el caso de los hombres, de entrada, se aprecia una reducción de estos periodos como consecuencia de una realidad, y es que la esperanza de vida de los varones es menor a la de las mujeres. A pesar de ello, España todavía aparece como una de las potencias con una mayor carga sobre las cuentas públicas en términos de esfuerzo financiero para abonar las prestaciones. Es la primera de los países más potentes del entorno comunitario, con una media que alcanza los 19,4 años de cobertura, similar a los registros de Francia, y por encima de otros países como Italia, donde este periodo se prolonga durante 19,3 años. Por su parte, Alemania y Portugal, dan cobertura a sus pensionistas varones durante 18,3 y 18,4 años, respectivamente.
En este sentido, el informe de la OCDE concluye que las mujeres de 65 años cuentan con una esperanza de vida después de la jubilación de 21,3 años, que se prevé que aumente hasta los 25,2 años en el periodo 2060-65. Por su parte, los hombres de la misma edad podrían esperar vivir 18,1 más años en 201520, con un aumento previsto de 4,5 años en 2060-65 para llegar a unos 22,5 años. Por lo tanto, las brechas de género se espera que disminuya ligeramente en los próximos 45 años -de 3,3 a 2,7 años en promedio en los países OCDE-. “La mejora en la esperanza de vida restante a los 65 años se reducirá un poco. Aumentó en 13,7 años en el tramo de 1955-1960 a; 15,9 años en 1985-1990, antes de acelerar a 19,8 años en 20152020 de media. Y se espera que aumente aún más hasta los 22,6 años en 2045-2050”, apunta el informe.
Así, se prevé que la brecha de género en la esperanza de vida a la edad de 65 años pueda estar entre casi dos y cuatro años a favor de las mujeres en casi todos los países de la OCDE en 2060, siendo aún mayor en regiones como Japón.
Menos ingresos tributarios
Ahora bien, según la tendencia demográfica de estos países desarrollados, la realidad pasa porque este envejecimiento paulatino de la sociedad y el incremento de los gastos públicos asociados a los cuidados de la tercera edad ponga en jaque la financiación tanto de estos servicios asistenciales, como de las propias pensiones, que son sufragadas con cotizaciones sociales de los trabajadores.
En este sentido, los expertos apuntan la estrategia para afrontar el envejecimiento desde dos vertientes: por un lado, las políticas públicas y, por otro lado, las decisiones de familias y empresas, a partir de cuatro variables de control: ahorro, stock de capital, productividad y “cuña fiscal”. La economía española afronta compromisos financieros por envejecimiento por un importe del 24,6% del PIB hasta 2030, lo cual obliga a la creación de “colchones anti-cíclicos” que cubran los excesos de gasto en cada momento del ciclo económico sin recurrir a una dinámica acelerada de endeudamiento.
Desde la Fundación Civismo aseguran que resultaría positivo potenciar la jubilación activa eliminando barreras a la entrada como habilitar su uso antes de la edad legal de jubilación y por menos del 100% de la base reguladora. También sería conveniente desincentivar el retiro temprano (basado en prejubilaciones, bajas incentivadas o ERE) para cerrar el gap de 1,3 años de edad efectiva de jubilación española frente a la media de la eurozona.
Además, los expertos abogan por apostar por una implantación ambiciosa de sistemas de previsión social complementaria con reforma de los costes de gestión financiera y combinación de la contribución tanto a la Seguridad Social como a un plan de empleo. De modo que se genere una bolsa de ahorro financiero asociada a la población trabajadora que sirva como para complementar la pensión de jubilación pública y descargar presión sobre el Sistema.