El pasado jueves, el banco central de Estados Unidos (EEUU), la Reserva Federal (FED), decidió volver a subir el tipo de interés de regulación monetaria en un cuarto de punto, dejándolo en el 0,75% anual. Los motivos de este aumento radican en la necesidad de normalizar la política monetaria y en el comportamiento de los dos principales indicadores que sigue de cerca la FED: la inflación, medida por la variación del IPC, y la tasa de paro. Pues bien, el IPC creció en febrero en EEUU un 2,7%, su nivel más alto en los cinco últimos años. En cambio, la llamada inflación subyacente, que excluye a la energía y los alimentos frescos, se sitúa en el 2,2%, también por encima del objetivo que tiene marcado la FED (+2%).
La curva de Phillips
A esta situación de mayor inflación, se ha unido la inesperada caída del desempleo y el aumento de la contratación. En febrero, en EEUU se crearon 235.000 puestos de trabajo, un dato superior al esperado por el mercado, y la tasa de paro se redujo al 4,7% frente al 4,8% de enero, lo que refleja el buen momento que atraviesa su mercado laboral. Como consecuencia, se están produciendo presiones alcistas sobre los salarios, que crecen al 2,8% en tasa interanual. Se cumple así la curva de Phillips, que, en su versión más moderna, sostiene que, a corto plazo, si el desempleo cae por debajo de su tasa natural (que está situada en el 5%), la escasez de mano de obra y de otros recursos elevará los salarios y los precios.
Esta subida de precios, sueldos y tasa de empleo justifica que en EEUU se vaya normalizando la política monetaria, por lo que la presidenta de la FED, Janet Yellen, anunció que este año tiene previsto incrementar otras tres veces el tipo de interés de intervención (algo distinto a las proyecciones que realizaron los expertos, quienes preveían tan sólo dos subidas más).
El BCE mantiene su política monetaria expansiva
En cambio, en la zona euro la situación es muy diferente. Y es que, a pesar de que el IPC en febrero ha crecido un 2% anual (su nivel más alto en cuatro años), la inflación subyacente sigue estando muy baja: alrededor del 0,8% desde abril de 2016. De ahí que el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE), que se reunió la semana pasada, haya mantenido los tipos de interés en el 0%, desoyendo los consejos del presidente del Deutsche Bundesbank, Jens Weidmann, que pedía que se subieran.
El gobernador del BCE, Mario Draghi, ha señalado que no conviene hacerlo, ya que el aumento de la inflación de febrero se debe únicamente a la evolución de los precios del petróleo, y no a que se haya producido una subida permanente en los de los bienes de consumo. A pesar de estas manifestaciones, el BCE ha empezado a enviar señales de que irá retirando de forma gradual los estímulos expansivos. Seguirá comprando bonos en la zona euro, pero en menor medida. Así, en abril comenzará a reducir la cuantía de las compras, desde los 80.000 millones al mes a 60.000 millones hasta diciembre. Y es probable que el año que viene adquiera incluso menos, hasta dar por finalizado el programa de compras de activos. Eso quiere decir que, a medida que vayan venciendo los bonos, irá disminuyendo poco a poco la base monetaria y, con ella, la cantidad de dinero.
El BCE no subirá los tipos
Sin embargo, y a pesar de que no existen riesgos de inflación, el BCE ha revisado su previsión de 2017 para la zona euro, que pasa a situarse en el 1,7%, frente al 1,3% que había previsto en diciembre. El BCE también ha elevado su estimación de crecimiento de la economía de la zona al 1,8% para este año, frente al 1,7% que había publicado en diciembre. A pesar de estas revisiones al alza, la situación de la zona euro es muy diferente a la de EEUU, también porque la tasa de paro en Europa sigue estando muy alta. En ocho años, el país norteamericano ha sido capaz de reducir su desempleo desde el 10% en 2009, hasta el 4,7%, en febrero de este año, mientras que la Eurozona, en ese mismo periodo, mantuvo su paro, con altibajos, en el mismo nivel: un 10%. Una tasa muy elevada, que refleja un menor crecimiento sistemático del viejo continente en comparación con el de EEUU.
Toda esta información (inflación, desempleo y crecimiento económico) apunta a que la Eurozona sigue lejos de alcanzar una situación económica aceptable. De ahí que Draghi haya señalado que es importante no tomar decisiones precipitadas, como le ocurrió a su antecesor, dado que la inflación subyacente no supera el 1%. Esto es indicio de que la inflación del 2% se debe a los incrementos en los precios de la energía y de los alimentos frescos.
En definitiva, parece que, por ahora, es correcto que el BCE mantenga una política monetaria muy expansiva, ya que la ligera mejora que está experimentando la economía europea no tiene por qué mantenerse sen el largo plazo. Del mismo modo, es importante recalcar que, si el BCE acabase por subir los tipos, estaría dificultando el pago del servicio de la deuda pública, además de apreciar el euro. Y una moneda apreciada supondría una pérdida de competitividad, reducción de las exportaciones, menor crecimiento económico y más desempleo.
Apreciación del dólar
Esta divergencia entre las políticas monetarias de la FED (menos expansiva) y del BCE (muy expansiva) podría conducir a una revaluación del dólar, lo que, a su vez, generaría un incremento en los costes de producción de las manufacturas en EEUU, con la consiguiente pérdida de competitividad de sus empresas.
La decisión de Yellen de mantener una política monetaria más restrictiva podría implicar un enfrentamiento con el presidente Donald Trump, quien está intentando fundamentar el crecimiento de la industria americana en las exportaciones. Con un dólar más apreciado, Trump deberá buscar otras maneras de mejorar la competitividad de sus empresas a nivel mundial. En el fondo, Yellen le está enviando un mensaje a la Casa Blanca de que el crecimiento de la economía se debe basar en el incremento de la productividad y no en una política fiscal expansiva de reducción de impuestos y aumento del gasto público. No se debe olvidar que la experiencia histórica demuestra que combinar políticas monetarias contractivas con unas fiscales expansivas durante las fases álgidas del ciclo suele generar un desastre económico. La estrategia monetaria adoptada por Yellen le puede causar la pérdida de su cargo, tal y como afirman muchos especuladores, debido a que entra en contradicción con la política planteada por el gobierno de Trump.
Tanto para muchos países emergentes como para Europa, la posible apreciación del dólar va a significa una mejora de la competitividad, mayor exportación y potenciación de los beneficios de sus empresas. Por contra, muchos gobiernos y compañías que tienen deudas millonarios en dólares podrían enfrentarse a dificultades para honrar sus compromisos de pago. Efectivamente, al debilitarse sus divisas, tendrían que pagar más en moneda local a fin de devolver los préstamos adquiridos en dólares. Y esta falta de fondos en países emergentes podría, a su vez, terminar generando una contracción económica mundial.