El Banco de España ha publicado una encuesta que muestra que el 80% de las empresas había aumentado el teletrabajo a causa del covid. La necesidad de mantener tareas esenciales en la crisis sanitaria ha supuesto que se popularizara el formato no presencial y que haya ganado partidarios. Esta tendencia se ha impuesto también en Europa y parece imparable. Incluso empieza a asimilarse a un derecho más de los trabajadores en aquellas funciones en las que la presencia física no resulte imprescindible.
Según los datos de Eurostat de 2018, el país europeo con más ocupados, entre los 15 y los 64 años, en régimen de teletrabajo es Países Bajos, con un 38,4%. Le siguen Suecia (33,1%), Finlandia (29,7%) y Dinamarca (29,1%), todos ellos nórdicos. Por el contrario, las naciones más al sur arrojan cifras más bajas, destacando Rumanía (0,7%), Bulgaria (0,9%) y Chipre (2,2%). La media de la Unión Europea es de 13,5%, situándose España muy por debajo de ella, con un 7,5%, aunque por encima de nuestros vecinos italianos (4,8%).
Una de las razones por las que el teletrabajo ha venido para quedarse consiste en el ahorro de costes. Entre estos sobresalen: (1) Un uso más eficiente del tiempo al evitarse los desplazamientos, tanto a la empresa como a reuniones fuera del domicilio de la compañía; (2) la disminución de contratiempos a la hora de acudir al centro de trabajo, como una gran nevada, o accidentes in itinere; (3) se pierde menos tiempo en conversaciones que no tratan de temas de trabajo; (4) los servicios de catering de las compañías dejan de ser necesarios; (5) el horario gana flexibilidad, lo que facilita una mejor conciliación familiar; (6) las empresas pueden reducir el tamaño de las oficinas al tener menos operarios dentro; (7) un mayor control telemático de la productividad, y por último, (8) una menor crispación para quien no disponga de un ambiente grato en su entorno laboral: ya no tendrá permanentemente ni al jefe fisgón encima ni al compañero avasallador dándole la lata.
Podría parecer que el teletrabajo solo exhibe ventajas, pero comporta sin embargo un riesgo grave: la posible pérdida del empleo. Así, cuando resulta factible que un trabajo se realice completamente en casa, puede ocurrir que en unos años lo haga otra persona de formación similar, pero desde un país en el que el coste salarial sea muy inferior. Esto pasó con los centros de atención telefónica y ahora está sucediendo a todos los niveles en las áreas informáticas.
Un segundo inconveniente reside en que la innovación y la creatividad, recursos humanos creatividad en ámbitos complejos, con frecuencia, se originan en equipos cuyos integrantes reúnen cualidades tan distintas como complementarias, lo que les permite contrastar sus intuiciones y hallazgos. Esta interacción permanente entre diferentes perfiles requiere, en algunas fases, una cierta convivencia laboral que los monitores no proporcionan.
Por último, trabajar siempre solo y en casa puede generar problemas psicológicos, tanto por el aislamiento como por la sensación de claustrofobia provocada por no salir de una vivienda en ocasiones de dimensiones reducidas. No hay ninguna duda de que el crecimiento del teletrabajo será exponencial, pero tampoco de que habrá mucho quehacer para los psiquiatras.