No resulta sorprendente que, de entre los múltiples contrastes que ofrece nuestro país, los datos salariales a nivel regional sean uno de ellos. Según el INE, en 2017 el sueldo bruto anual medio en la comunidad de Madrid ascendía a 27.221 euros, mientras que el de Aragón suponía 21.632, y el de Extremadura 18.445 euros.
Si en 2012 la diferencia entre País Vasco, la comunidad con el mayor sueldo bruto anual medio (26.726 euros) y Canarias, que contaba con el más bajo (18.653) era de 8.073 euros, en 2017, esta distancia se cifraba en 8.776 euros anuales. En otras palabras, la desigualdad salarial no sólo no se ha reducido, sino que se ha incrementado. También se aprecia una evolución poco uniforme en la comparativa entre las distintas autonomías. Por ejemplo, las nóminas de los cántabros han aumentado un 7,08% en el periodo 2012-2017, mientras que las de los extremeños han sufrido una disminución del 3,35%.
Asimismo, resulta muy representativo contrastar esta evolución salarial y la experimentada por el coste que cada empleado supone para su empresa. Supuestamente, un mayor sueldo debiera conllevar un coste de empresa proporcionalmente más alto, pero no es así. La subida no se produce de forma lineal por factores insoslayables de cada región como, por ejemplo, el porcentaje de economía sumergida, el peso de la industria, el sector agrario y los servicios, el porcentaje de empleo estacional, el de trabajo a jornada completa, y el de salarios muy altos –que tienen un tope máximo de cotización a la Seguridad Social, por lo que en términos relativos pagan menos–.
Un análisis de los datos muestra, a su vez, que en Asturias el coste de empresa anual bruto medio ha crecido un 3,86% desde 2012, acompañado por un incremento de los salarios de un 6,38%. En el extremo opuesto, Extremadura ha visto decrecer ambas magnitudes de forma casi idéntica: en un 3,38% el coste laboral, y en otro 3,35% los sueldos. En otras, como La Rioja o Aragón, han aumentado durante este periodo un 1,06% y un 0,87% los salarios brutos anuales, respectivamente; crecimientos muy inferiores al de Cantabria señalado anteriormente aunque han de ponerse de relieve a la luz de la reducción del coste de empresa en estas comunidades, con un -0,54% en la primera y un – 0,49% en la segunda.
Estas disparidades son inevitables y se dan en otros países europeos, como Italia, sin que muchas de ellas se puedan modificar a golpe de BOE. Afortunadamente, las diferencias salariales no necesariamente chocan con la equidad, ya que el coste de la vida en el conjunto de España resulta muy distinto, al serlo también el de la vivienda, la cesta de la compra, el gasto energético del hogar, la hostelería, etcétera. Nuestro país encierra una variedad muy rica que entraña muchas ventajas. No siempre ganar menos significa vivir peor, porque hay lugares que, a cambio, cuentan con un impresionante clima y un bienestar que es la envidia de mucho extranjero. Fijémonos por tanto en el sueldo, pero siempre con perspectiva.