La crisis ya ha pasado (o eso dicen). Al gobierno central y a Europa se les llena la boca de decir que España ha sido un ejemplo de país en la Unión Europea en cuanto al cumplimiento de las pautas económicas marcadas por la CEE. Pero con un paro que ronda el 20%, una deuda pública que supera el 100% del PIB y el actual problema de las pensiones nos tenemos que plantear ciertas preguntas: ¿Hemos salido realmente de la crisis? Si es así, ¿de qué forma lo hemos hecho? ¿Es una salida sólida a largo plazo? ¿Por qué tardan tanto las economías domésticas en recuperarse? ¿Podríamos enlazar la salida de esta crisis con el comienzo de otra?
Pese al buen crecimiento económico de España del 3,2% en 2015, el paro es una materia que sigue pendiente en nuestro país. Es cierto que se crearon 800.000 puestos de trabajo en 2015, pero no nos podemos quedar en lo superficial, debemos analizar el fondo: ¿Qué tipo de puestos de trabajo se crea?
Como podemos observar en las gráficas, el 95% de los contratos laborales que se firman cada mes son temporales. Un mercado laboral que se sustenta en su mayoría de contratos temporales es un mercado laboral que no es sostenible a largo plazo. Es cierto que ha habido una reducción de los contratos temporales (gráfica de la derecha) del 35% al 25%, pero esto no quita que el 95% de los nuevos contratos que se crean sean temporales y que por tanto, el porcentaje de empleos temporales sobre el total irá progresivamente creciendo. Además, los sectores que más puestos de trabajo crean son la construcción (5,4%; 52.300 nuevos empleos) y la hostelería (5,3%; 66.932 afiliados más), sectores que a su vez se caracterizan por la temporalidad y precariedad de sus contratos.
España tiene un salario medio de 1.634€/mes, salario que se encuentra por debajo de la media europea (2.062€/mes) y muy por debajo de otros países como Irlanda (2.607€/mes) que fue rescatado y controlado por la Troika. Este nuevo dato refuerza el argumento de la mala calidad de nuestro mercado laboral, que oferta en su mayoría contratos temporales y precarios con salarios bajos.
Para mejorar la situación laboral de nuestro país hay que fomentar el consumo, incentivando la demanda interna y externa. España es el cuarto país del mundo que mayor esfuerzo fiscal exige a los trabajadores, teniendo que destinar un 52% de su salario al pago de impuestos. Por tanto, a los trabajadores tan solo les queda un 48% de su salario para gasto. Si a este 48% le restamos el gasto necesario en alquiler, gastos domésticos (luz, agua, gas, Internet, etc.) y comida nos encontramos que un trabajador con un sueldo medio solo tiene aproximadamente una capacidad de ahorro del 5% del total de su sueldo. Este margen no le favorece para realizar un gasto, por ejemplo, en ocio. La escasa capacidad de compra de las economías domésticas perjudica a la propia demanda interna, teniendo siempre que recurrir al sector turístico para solventar dicho problema.
Una bajada de la presión fiscal fomentaría a emprendedores, start-ups, pymes y multinacionales a invertir en nuestro país, hacerlo más competitivo y crear empleo. Hasta ahora se ha hecho todo lo contrario: políticas de gasto público y subidas de impuestos bajo el mando de Bruselas, un fracaso. Según el informe de “think tank Civismo” (Un marco fiscal para el empleo) defiende que “los impuestos al trabajo en España son tan elevados que dificultan la creación de empleo“. Los cálculos incluidos en este informe apuntan que “la cotización a cargo del empleador supone más del 50% del conjunto de impuestos al trabajo”, así como que “España es el segundo país con las cotizaciones a la Seguridad Social más elevadas de Europa”. Por ello, Civismo concluye que «la solución al paro está en reducir los impuestos al trabajo, desde el nivel de Grecia al de Reino Unido».
Hay que entender la bajada de impuestos no como una medida electoralista, sino como una recompensa al ciudadano por el esfuerzo realizado. Además, la bajada de la presión fiscal es una buena medida para crecer y reducir el déficit. Es el caso de Reino Unido que bajó los impuestos a empresas y familias y recaudó 24.000 millones de libras más, y la política de bajos impuestos y contención de gasto ha funcionado en países como Irlanda, la propia Alemania, México, Indonesia, Corea del Sur, etc. Irlanda bajó el Impuesto de Sociedades al 12,5% haciendo de este país un territorio favorable para la inversión de grandes empresas internacionales como puedan ser Google, Apple, Facebook, etc. Esto hizo que la tasa de paro del 15% (el máximo durante la crisis) se redujera hasta un 9% en 2015. No solo cabe destacar las favorables cifras de paro, sino que esta reducción considerable de la tasa impositiva trajo consigo unos ingresos fiscales de más de 3.000 millones de euros por encima de lo presupuestado, un aumento del 7,8%. Irlanda ha bajado el déficit a la mitad y tiene como objetivo el déficit cero en 2017. La deuda pública se ha reducido del 107% del PIB al 93,8% a pesar del rescate.
La curva de Laffer muestra en abscisas los tipos impositivos posibles (t) y en ordenadas la recaudación fiscal (T) que se consigue a ese tipo impositivo. La curva de Laffer muestra que el incremento de los tipos impositivos no siempre conlleva un aumento de la recaudación fiscal. La característica más importante de esta curva reside en que indica que cuando el tipo impositivo es suficientemente alto (t* en la gráfica adjunta), si se sube aún más, los ingresos recaudados pueden terminar disminuyendo. La disminución de la oferta del bien reduce hasta tal punto los ingresos fiscales que la subida del tipo impositivo no compensa la disminución de la oferta. Es por ello que se debería aplicar una “economía de la oferta” como la aplicada por Reagan en los EE.UU siempre y cuando se cumpla la afirmación de Milton Friedman: “Si una reducción de impuestos aumenta los ingresos del gobierno, es que no se han reducido los impuestos lo suficiente”.
Al problema del paro y la deuda se le añade uno nuevo: las pensiones. ¿Y cuáles han sido las posibles soluciones que han ido apareciendo para solventar este problema? Como siempre, más impuestos. Refutando la teoría impositiva para arreglarlo todo, comparto otras recetas económicas. Las dos cuestiones que he planteado con anterioridad me han dado base para hablar de las pensiones, ya que el problema del mercado laboral y del déficit público han sido los que han propiciado este problema (además del demográfico). Evidentemente los miles de nuevos empleos creados en el último año son importantes, pero algo no va bien del todo cuando el Gobierno tiene que recurrir constantemente a gastar dinero del Fondo de Reserva de la Seguridad Social, la llamada hucha de las pensiones, para afrontar su pago. A prácticamente igual número de cotizantes que en 2011, el sistema ingresa mucho menos, fruto de los empleos precarios. Por tanto, las soluciones que arreglen el sistema del mercado laboral y el déficit, serán también las soluciones a las pensiones.
En definitiva, mediante una reducción de la presión fiscal acompañada de una reforma laboral que reduzca los empleos temporales y precarios, una subida progresiva del salario mínimo interprofesional y la creación de empleo de calidad incentivarán el crecimiento económico, reducirán el déficit público y recargarán las huchas de las pensiones.