España es uno de los países con mayor cualificación académica de la Unión Europea. Aunque estos días se discuta en el Congreso y en los medios la validez de ciertos estudios de posgrado, la tendencia a poseer títulos es creciente. Los datos demuestran que en nuestro país bastantes de esos diplomas no ayudan a conseguir un buen trabajo ni a autoemplearse. Sin duda, hay demasiado máster de bajo nivel, o bien lo que se imparte en ellos está alejado de la formación que reclaman las empresas.
Según Eurostat, España encabezaba en 2016 la sobrecualificación en la UE. Así, un 39,66% de la población con empleo tiene más estudios de los que requiere la profesión desempeñada, cifra muy por encima de la media europea (un 23%). Con tasas superiores al 30%, a España la acompañan Irlanda, Chipre, Grecia y Reino Unido, mientras que en el lado opuesto figuran Portugal, Rumanía, República Checa y Hungría (con el 15,6% y el 16,6%).
Por sectores de actividad, en España destacan el del transporte, el de la construcción o el manufacturero, con una sobrecualificación del 70,5%, 57,4% y 48,6%, respectivamente. Por el contrario, en otros como el de la educación, nuestro país se sitúa a mitad de la tabla, con un 6,2%.
No parece que esta situación se vaya a revertir, ya que el diferencial entre la preparación y las aptitudes laborales requeridas ha aumentado en un 4,63% en el periodo 2008-2016. Ahora bien, este porcentaje dista mucho del de países como Eslovaquia o Eslovenia, que superan el 12% de crecimiento en el mismo periodo. Así, en el sector manufacturero, mientras que en España este fenómeno se ha incrementado un 0,8%, en Eslovaquia lo ha hecho un 15,5%. De forma similar, si los empleados españoles de la construcción están sobrecualificados en un 13,8%, en Grecia se cifran en un 29,5%.
Para acabar con esta brecha entre formación y empleo no se ha de caer en diagnósticos simplistas, como aquellos que la atribuyen al alto porcentaje de graduados universitarios (un 32,7% de la población en edad laboral). Aunque relevante, e impulsado en gran parte por el estigma que pervive sobre la formación profesional, este factor no implica por sí solo una saturación del mercado. Por ejemplo, países como Noruega (36,8%), Finlandia (35,9%), Suiza (35,4%) o Lituania (34,1%) cuentan con un porcentaje incluso mayor de titulados universitarios y, sin embargo, su nivel de sobrecualificación es casi 20 puntos porcentuales inferior al de España. Por consiguiente, el significativo desempleo en los países del sur de Europa estaría más bien relacionado con el desequilibrio entre oferta y demanda.
La consecuencia de que España encabece la desmesura de la titulitis es la devaluación del significado de un título universitario. ¿Para cuándo una evaluación independiente, realizada de conformidad con estándares internacionales, de la utilidad del aprendizaje obtenido en tanto máster y posgrado?