Hace unos días a más de uno se le atragantaría la tostada al ver los titulares de la prensa económica a lo largo de esta semana. No es muy habitual despertarte y toparte con el mayor ERE de la historia de la banca española. La nueva Caixabank -fusionada con Bankia– anunciaba un ERE en el que se incluirán a cerca de 8.200 trabajadores y el cierre de más de 1.500 oficinas.
El sector de la banca, dañado por la crisis del Covid-19 y los efectos que esta tendrá en sus balances, sufre por adaptar sus enormes estructuras en un entorno de constante cambio. La vicepresidenta de asuntos económicos, Nadia Calviño, no tardó en responder a la comunicación del banco, considerado ya el más grande de España por volumen de activos gestionados.
Calviño ha pedido minimizar ese número de empleados incluidos en el expediente, manteniendo empleo y ajustando el gasto vía sueldos de altos cargos, para lo que ha solicitado ayuda al Banco de España, tratando de que este intervenga las elevadas nóminas de estos directivos.
Pero es que no estamos hablando de cualquier cosa, estamos hablando del mayor expediente de empleo en la historia del sector, que incluso ha superado los registros de la pasada crisis, cuando los bancos se encontraban al borde de la quiebra y el epicentro de la recesión, Lehman Brothers, se declaraba en bancarrota.
En este sentido, hablamos de casi 20.000 empleados que abandonarán el sector para permitir el reajuste de la estructura bancaria. Una estructura que se encuentra cada día más obsoleta ante un escenario tan volátil. Pues debemos tener en cuenta que en la pasada crisis, los afectados por un ERE ascendieron hasta rozar los 18.400 afectados, una cifra inferior a la que hoy se muestra.
Ante semejante contexto, en los últimos días he podido escuchar afirmaciones basadas en información de paja, en la que solo se escuchan críticas en contra de la banca, sin tener en cuenta factores fundamentales que no solo demuestran que el sector se encuentra reestructurándose por completo, sino que, demuestra que este venía haciéndolo desde hace ya mucho tiempo, y por más motivos que por el Covid-19.
Desde hace años, las políticas aplicadas por el banco central, de tipos bajos y aplicación permanente de estímulos, han hecho que los ROE de la banca, o lo que viene a ser la rentabilidad sobre activos, caiga en picado notablemente. De hecho, pocos bancos hoy en día presentan un ROE de 2 cifras, mientras que, en el pasado lo raro era no presentarlo. Esta pérdida de ingresos está lastrando la rentabilidad del sector, a la vez que la legislación ataca con más fuerza, y los requisitos impuestos por el banco central, destacando los requerimientos de capital, son cada vez más elevados.
Esta pérdida de rentabilidad conlleva una reducción de costes, por lo que hablamos de una clara razón para adaptar su estructura y prepararse para un escenario en el que los ingresos prevén descender sustancialmente. Pero sigamos viendo otros factores.
De la misma forma que ocurre con los tipos de interés, la competencia en la banca presiona cada vez más, a la vez que esta se encuentra ante un grandísimo reto como es la transformación digital que prevé experimentar el sector, y que desde hace años están impulsando. Esta mezcla en la que los bancos se esfuerzan por adaptar su estructura a un nuevo entorno digital, a la vez que deben competir con las fintech, cada día más grandes y con más capacidad para penetrar en el sector financiero, está siendo determinante en este escenario.
Dado que hablamos de digitalización y de competir contra entidades con estructuras muy reducidas como las que presentan las fintech, la banca ha visto en la imperiosa necesidad de cerrar oficinas y apostar por los servicios digitalizados, como hemos visto en los principales bancos del país.
En resumen, hablamos de un sector que, desde hace años, se encuentra duramente castigado por los bancos centrales y las políticas continuistas de estímulos. De esta forma, los bancos se encuentran en un momento de profunda transformación, tratando de adaptar sus grandísimas estructuras a un entorno menos rentable. Y todo ello, en un escenario de crisis, donde se ha impulsado la digitalización, e inmersos en un proceso de transformación digital que se ha visto motivado por un contexto tan favorable para la convergencia.
Teniendo todo en cuenta, no esperar lo ocurrido puede parecer una mentira. No es que la banca quiera despedir a sus empleados por la crisis, es que la banca está viviendo una transición. Pues, se diga lo que se diga, hablamos de un sector que pretende seguir adaptando su estructura y modificando su negocio, aunque ello conlleve más expedientes y, por ende, más despidos.