¡Vamos a derogar la reforma laboral!… Claro que una parte la hicimos nosotros mismos. Bueno, pues derogamos solo algunas cosas y dejamos otras. Lo malo es que no tenemos mayoría en el Parlamento. Nosotros queremos, pero a lo mejor los otros no nos dejan. En fin, algo se hará, que para eso lo hemos prometido. Y si alguien se queja, le echamos la culpa a los empresarios y a la derecha.
En estos términos parece razonar el Gobierno cuando se plantea qué hacer con la regulación del mercado de trabajo. Lo cual resulta, sin duda, bastante preocupante. Entre otras cosas porque seguimos sin saber por qué quieren derogar la reforma laboral… si es que realmente quieren.
Nadie pone en duda el hecho de que el paro es un problema muy grave de la economía española, ya que nuestras tasas de desempleo se mantienen, tanto en los momentos de recesión como en los de crecimiento, en niveles muy superiores a la media europea, y llegan a ser tres veces mayores que las de países como Estados Unidos o Reino Unido. Las reformas del mercado laboral de 2010 y 2012 no han solucionado, ciertamente, el problema, pero lo han suavizado algo, como pone de manifiesto la fuerte creación de empleo que se ha registrado en España a lo largo de los últimos años.
¿Qué sucedería si volviéramos a la regulación previa al decreto-ley de Rodríguez Zapatero de junio de 2010? Un retroceso en la liberalización del mercado de trabajo debilitaría, en el corto plazo, la creación de empleo; y, a más largo plazo, la economía española quedaría con un mercado laboral todavía más rígido e intervenido que el actual, lo que constituiría un freno a nuestro crecimiento económico futuro.
Como estoy convencido de que el PSOE tiene economistas competentes que saben esto perfectamente, hay que preguntarse hasta qué punto el actual Gobierno estaría dispuesto a causar un daño tan grave a la economía española a cambio de congraciarse con los sindicatos y lograr el apoyo de muchos votantes de izquierdas. Yo no lo sé. El Gobierno, seguramente, tampoco.